El hongo Armillaria mellea es un serio problema en arboricultura, ya que causa la muerte de un gran número de árboles, tanto en plantaciones de frutales como en repoblaciones forestales. Todo empieza con una espora llevada por el viento. Si cae en una pequeña herida en la corteza de la base de un árbol sensible, germina y empieza la pesadilla. La espora germinada da lugar a un micelio blanco que va creciendo como una telaraña por debajo de la corteza y se alimenta del cambium subcortical. En su crecimiento tiene predilección por las raíces y respeta la corteza del tronco y las ramas, es decir, ataca las partes subterráneas del árbol.
Setas de Armillaria mellea en noviembre creciendo sobre las raíces de una encina en la finca de Monnàber de la Serra de Tramuntana de Mallorca. (Doble click sobre la foto para ampliarla)
El micelio prosigue en su crecimiento desde la base del árbol hacia las raíces principales, luego las secundarias y finalmente las más finas. Si por el camino se encuentra con alguna raiz de otro árbol sensible también lo invade, de manera que llega a afectar grandes extensiones de terreno, yendo de árbol en árbol como una mancha de aceite. Para ello forma agrupaciones de hifas, llamadas cordones miceliares, que actúan como exploradoras del terreno a la búsqueda de nuevas víctimas, o sea, raíces sanas a las que invadir. Se la podría llamar asesina silenciosa, ya que no se ve, pero ahí está bajo tierra matando miles de árboles, arbustos y lianas.
Setas tiernas de Armillaria mellea en noviembre, creciendo sobre la raíz superficial de una encina en un bosque mixto de pinos, encinas y acebuches del Coll de Sóller en Mallorca. Esta imagen explica el motivo por el que se le dió el nombre de "mellea", es decir, de color de miel. El sombrero de las setas tiernas está cubierto de escamas más oscuras, que se van desprendiendo a medida que crece.
El micelio de un solo individuo puede llegar a invadir varias hectáreas, calculándose en toneladas el peso total de un único hongo. Durante el verano el calor y la sequía lo mantienen en estivación, esperando pacientemente las primeras lluvias otoñales. Cuando la tierra vuelve a estar húmeda y las temperaturas son más frescas, reinicia su actividad invasora, nutriéndose del cambium de todas las raíces vivas que encuentra a su paso. Cuando ha acumulado suficientes nutrientes, en noviembre o diciembre, produce las setas cargadas de esporas para reproducirse.
Ramillete de 1.200 gramos de Armillaria mellea a principios de diciembre sobre un tocon de cerezo muerto hace dos años.
Aunque en general sus setas se consideran comestibles, sobre todo las más tiernas, algunas personas sufren intolerancia metabólica y no pueden digerirlas, provocándoles una intoxicación llamada resinoide, que se manifiesta como una severa gastroenteritis aguda con náuseas, vómitos, diarrea con heces amarillentas y dolor abdominal, llegando incluso a presentar ictericia leve, como si de una hepatitis tóxica aguda se tratase. Por suerte suele evolucionar hacia la curación espontánea en 24 ó 48 horas, dependiendo de la cantidad de setas consumida.
Armillaria mellea en diciembre creciendo en la base de un albaricoquero. El color de las setas varía según la planta que parasitan, oscilando entre oliváceo, amarillento, pardo claro o rojizo.
Setas anteriores vistas de cerca. El sombrero mide entre 4 y 12 cms. de diámetro y es algo más oscuro en el centro. La parte aérea del albaricoquero seguía viva. A finales del invierno, justo en el momento en que empezó a brotar y florecer, murió fulminado con las flores a medio abrir, ya que sus raíces no pudieron alimentar las yemas florales.
Una de las setas anteriores vista por su parte inferior. El pie es muy fibroso y algo más oscuro que el resto de la seta. Se aprecia el anillo membranoso que rodea el pie en su parte más cercana al sombrero. La seta desprende un agradable aroma fúngico.
Láminas de Armillaria mellea desiguales y decurrentes. Su color se va oscureciendo a medida que envejecen. Entre las láminas se desarrollan los esporangios de tipo basidio, cada uno de los cuales produce 4 esporas blanquecinas y elípticas, cuyo diámetro máximo no supera las 9 micras. La esporulación es muy abundante y cubre de un manto blanco los sombreros que están por debajo. (Doble click encima de la foto para ampliarla)
Base del albaricoquero anterior con las setas retiradas. Se ve la abundante emisión de goma como reacción a la agresión del hongo. La goma detiene el crecimiento hacia arriba del micelio, pero no puede impedir que ataque las raíces.
Base de un ciruelo muerto por la Armillaria mellea. Se ve el micelio blanco debajo de la corteza que desprende un fuerte olor acre muy característico y desagradable. El ciruelo murió fulminado tras la brotación primaveral.
Setas de Armillaria mellea creciendo sobre el tocón de un viejo rosal al que mató un año antes.
Base de un tallo de platanera de jardín, Musa "Orinoco", muerta por el ataque fulminante del micelio de Armillaria mellea.
Corte transversal del tallo anterior totalmente invadido por el micelio, que en esta planta de tallo herbáceo adopta una disposición diferente a las plantas leñosas.
Base del tronco de un Chirimoyo, Annona cherimolia, muerto por la Armillaria mellea. Se ve muy bien como el micelio no consigue crecer hacia arriba, mientras que sí crece hacia abajo, invadiendo la corteza de la base del árbol y todas las raíces. Se aprecia la corteza aún viva en la parte aérea del tronco, ya que el árbol murió fulminado al no recibir el agua y los nutrientes que las raíces muertas no podían suministrarle.
Chumbera, Opuntia ficus-indica, que cayó a finales de abril con la base podrida por la Armillaria mellea.
Detalle de la base podrida de este cactus americano. Se aprecia el micelio del hongo entre las capas del tallo. Desprendía el desagradable olor acre típico de la Armillaria.
Base del tronco de un mango, Mangifera indica, muerto por la Armillaria mellea. El árbol tenía ocho años y ya había dado varias cosechas de abundantes frutos. Estaba muy bien adaptado al clima del Valle de Sóller, soportaba bastante bien el frío invernal, pero no pudo superar el ataque despiadado del hongo. En la imagen se ve el micelio blanco tras arrancar un trozo de corteza. A la derecha también se puede ver una raíz afectada.
Micelio intensamente blanco de la base del mango anterior. El olor es tan fuerte y característico que una vez olido jamás se puede olvidar. (Doble click encima de la foto para ampliarla)
Base de un guayabo, Psidium guajaba, muerto de forma fulminante en pleno verano del año 2017 por el ataque de la Armillaria mellea.
Base de una morera, Morus alba, que había sido injertada exitosamente con estacas de Morus nigra, y a principios de verano, cuando estaba a punto de madurar las moras, murió fulminada por el ataque de la Armillaria mellea. En la foto, realizada a principios de diciembre, se pueden ver los cuerpos fructíferos o setas de la asesina.
Detalle de las setas de un bonito color miel.
Por suerte no todas las plantas sucumben al ataque de esta asesina silenciosa, ya que unas pocas han aprendido a hacerse respetar y han adquirido resistencia en forma de toxinas o anticuerpos, que impiden la invasión o destruyen al micelio una vez han sido atacadas. Suelen ser plantas autóctonas que, tras convivir durante millones de años con la Armillaria, han sufrido mutaciones adaptativas que las protegen del ataque del hongo mediante la síntesis de toxinas fungicidas.
Otras plantas, sin ser autóctonas, son capaces de contraatacar en las primeras etapas de la invasión y producen fitoanticuerpos que destruyen el micelio. Estas campeonas de la supervivencia languidecen durante años sin llegar a morir, el hongo produce setas en su base durante tres o cuatro otoños, hasta que una primavera brotan vigorosamente, superan la enfermedad y dejan de producir setas. Esta recuperación espectacular la he visto en aguacates, higueras, cryptomerias, palmitos de la fortuna, saúcos, nísperos del Japón, etc...
Tuve una higuera "Coll de Dama Negra", injertada sobre un cabrahigo silvestre, que estaba tan afectada por el ataque del hongo que durante varios años dió muy pocos higos, los cuales maduraban bien con un aspecto apetitoso pero tenían un sabor repugnante a podredumbre. Las hojas eran pequeñas, amarillentas y en escaso número. Cada otoño brotaba un buen ramillete de setas de Armillaria mellea en la base de su tronco. Una primavera se produjo el milagro y brotó grandes hojas con un vigor inusitado, a finales del verano dió una gran cosecha de higos de un sabor exquisito y ya no volvieron a salir más setas en su base. Han pasado 15 años y la higuera está enorme y completamente recuperada.
Níspero del Japón recuperado del ataque de la Armillaria mellea. El micelio llegó a pudrirle todas las raíces y la base del tronco. Sin embargo logró sobrevivir emitiendo raíces directamente de la corteza sana del tronco, que ya no han sido atacadas por el micelio, que evidentemente persiste en el terreno y en las raíces podridas. En la imagen se ven muy bien los restos podridos de la base del tronco y las raíces casi aéreas, que surgieron a unos 10 cms. del suelo y se introdujeron en la tierra para salvar al árbol. El esfuerzo que tuvo que hacer el níspero fué titánico, pues no tenía más que la poca agua y nutrientes almacenados en su tronco y ramas moribundas, que utilizó con gran sabiduría para echar las raíces aéreas y salvarse de una muerte segura. Actualmente produce grandes cosechas de frutos dulces y jugosos y su aspecto es inmejorable.
Base completamente podrida del tronco de un saüco, Sambucus nigra, que también sobrevivió a un ataque despiadado de la Armillaria. Tras la brotación primaveral empezó a languidecer, las hojas amarillearon y se le cayeron en pleno mes de julio. Por suerte unas semanas después, ya en agosto, llovió durante varios días y esto fué lo que le permitió sobrevivir. Concentrando la poca agua y nutrientes que todavía le quedaban en el tronco emitió pequeñas raíces blancas directamente de la corteza sana, que se introdujeron en la tierra recien humedecida, y en septiembre milagrosamente su tronco emitió nuevos brotes, alimentados por las raíces nuevas. El micelio del subsuelo ya no pudo atacarlas, pues el saüco había aprendido la lección y había sintetizado fitoanticuerpos contra el micelio. Se había autovacunado.
A pesar de la aparente maldad de la Armillaria mellea, se sabe que algunos árboles forestales que crecen en lugares infestados por el micelio, no sólo no son atacados por el hongo, sino que han aprendido a beneficiarse mutuamente en una increible simbiosis, actuando la Armillaria como una micorriza. Ver un ejemplo---> Acrocarpus fraxinifolius, un árbol para el futuro.
Luchar contra esta asesina silenciosa es totalmente infructuoso. De nada sirve arrancar los árboles infectados, quemar sus troncos y raíces, arar la tierra, tratar el terreno con productos fungicidas, luchar con métodos biológicos, utilizando microorganismos enemigos de la Armillaria que se incorporan al terreno y atacan su micelio.
Aparentemente todos estos métodos en un primer momento parecen funcionar, pero el inmenso micelio de varias toneladas, que ocupa el subsuelo como una gigantesca telaraña subterránea e invisible y llega a cubrir varias hectáreas, tiene siempre las mejores cartas para ganar la partida. Muy inteligentemente se esconde bajo la corteza protectora de las raíces infestadas o sus esporas permanecen dormidas durante años sin germinar. Una vez ha pasado el peligro, cuando los fungicidas ya se han vuelto inactivos por oxidación o neutralización química o cuando los microorganismos de la lucha biológica han muerto por falta de comida (ella, su micelio), entonces revive como el ave fénix y vuelve a hacer lo que mejor sabe: sobrevivir matando toda planta desprotegida que se le ponga por delante.
Así de mala y astuta es la seta de miel.