Efectivamente, los renos que tiran de los trineos de los sami de Laponia se alimentan de las nutritivas vainas del algarrobo, Ceratonia siliqua, una leguminosa arbórea cultivada desde hace varios milenios en todas las zonas costeras que bordean el mar Mediterráneo. La pobre, monótona e insípida dieta de los renos a base de correosos líquenes árticos se complementa exitosamente con las vainas trituradas de las algarrobas mediterráneas, de las que se han separado las duras semillas para usarlas como espesante en la alimentación humana (E-410), en productos farmacéuticos y en la industria química.
Viejo e imponente algarrobo de más de 150 años plantado por mi bisabuelo en un campo de cereales de Mallorca. Supera los 12 metros de altura y su tronco mide más de un metro de diámetro. Durante su larga vida ha dado abundantes cosechas de algarrobas. Haciendo un simple cálculo, si un año normal produce entre 200 y 400 kilos de frutos, multiplicándolo por los últimos 130 años de su vida adulta, nos da un total de unas 40 toneladas de algarrobas.
Por otra parte, las micorrizas de sus raíces en su siglo y medio de vida han fijado varios cientos de kilos de nitrógeno atmosférico en forma de nódulos subterráneos, que han enriquecido el pobre suelo arcilloso, calcáreo y pedregoso donde está enraizado.
Cada primavera nacen varias nidadas de pajarillos en los nidos que las aves construyen sobre sus ramas. Una pareja de abubillas año tras año aprovecha un agujero en el retorcido tronco para traer al mundo una o dos nidadas. El algarrobo es, en definitiva, un ecosistema completo donde cientos de especies de insectos, arácnidos, aves, lagartijas y roedores encuentran un confortable hábitat donde vivir, alimentarse y procrear.
Su tupida copa de hojas oscuras y coriáceas ha dado sombra a mis antepasados durante muchas décadas. A mediodía se sentaban, nos sentábamos, en el suelo sobre sacos de esparto rellenos de paja a la fresca sombra del viejo algarrobo para comer pan con tomate, sal y aceite de oliva, acompañado de sobrasada, queso reseco, botifarrones, camaiot, tocino asado sobre las brasas, aceitunas aliñadas con sal e hinojo y unos cuantos higos secos de postre, todo ello regado con un chorrito de vino tinto de producción propia bebido directamente de una calabaza de esbelta cintura, Lagenaria siceraria, con un tapón hecho con un palito de acebuche. Recuerdo con nostalgia las muchas horas que pasé jugando bajo este árbol en mi infancia y lo sabrosas y dulces que se me antojaban sus algarrobas. Un par de ellas me llenaban el estómago y me quitaban el hambre. Eran mi merienda. A veces las acompañaba con alguna almendra cruda, que cascaba sobre una piedra.
El algarrobo es originario del Mediterráneo oriental. Los vestigios más antiguos conocidos de este árbol se encuentran en las montañas de Palestina donde han sido hallados abundantes granos fósiles de polen con una antiguedad de 45.000 años. Los antiguos egipcios ya cultivaban algarrobos, de cuyas semillas obtenían una goma con la que impregnaban las vendas para envolver a las momias. Desde Egipto fué introducido en Grecia donde sus nutritivos frutos sirvieron para alimentar a las tropas de Alejandro Magno y especialmente a los remeros por su alto valor calórico. Hace 2.000 años el médico y botánico de la Antigua Grecia Dioscórides en su obra sobre las plantas medicinales lo llamó Keration. Desde Grecia fue introducido en la península italiana, donde los antiguos romanos apreciaron sus virtudes, le dieron el nombre de Siliqua graeca y lo consideraron un árbol sagrado, plantándolo cerca de los templos de sus dioses. Cuando Linneo describió esta planta, para darle un nombre científico cogió el antiguo nombre griego Keration y el antíguo nombre latino Siliqua y lo llamó Ceratonia siliqua. Posteriormente los árabes extendieron su cultivo por toda la cuenca mediterránea. Precisamente del árabe hispano de Al Andalus, la lengua de los mudéjares y moriscos llamada despectivamente algarabía por los cristianos viejos, viene el nombre algarroba que en árabe andalusí se llamaba al-jarruba. En Portugal, donde habitaban los mismos andalusíes que en el resto de Al Andalus, se le llama alfarroba, el mismo nombre que se le da en gallego. De jarruba sin el artículo al se derivó caroube en francés, carob en inglés, carroba en italiano, garrova o garrofa en catalán, jarrúpia en griego, haruv en hebreo, etc.. La mayoría de los países europeos donde no se puede cultivar este árbol por su clima demasiado frío han adoptado el nombre inglés carob, excepto en Alemania y Austria donde se le llama Johannisbrotbaum, es decir, árbol del pan de San Juan.
Como vemos en la imagen anterior el algarrobo es un árbol muy resistente, muy rústico, que soporta bien la sequía y el sol tórrido del verano mediterráneo. Prefiere los suelos calizos bien drenados ya que sus raíces no soportan los terrenos encharcados. Las micorrizas simbiontes que rodean sus raíces necesitan respirar para vivir. El agua estancada impide la oxigenación de la tierra y ahoga a los hongos simbiontes. Sin las filamentosas y blancas hifas del hongo, el algarrobo no puede absorber el agua y los minerales del suelo, y los nódulos de las raíces no pueden fijar el nitrógeno del aire. Se entiende pues que esta enorme leguminosa soporte mejor una larga sequía que el agua estancada en sus raíces, la cual ahogaría las micorrizas, y ello supondría la muerte del árbol por inanición.
Esta dependencia se comprueba fácilmente al sembrar semillas de Ceratonia siliqua en macetas individuales. Si la tierra de la maceta carece de esporas del hongo simbionte, el pequeño árbol recien nacido, tras consumir los nutrientes que contenían los cotiledones de la semilla, deja de crecer, amarillea, languidece lentamente y acaba muriendo. Para evitar que el joven algarrobo muera literalmente de hambre, es suficiente con añadir a la maceta un poco de tierra recogida de debajo de un viejo algarrobo que contiene miles de esporas del hongo simbionte, las cuales germinan rápidamente, sus hifas rodean las raíces del arbolito moribundo y en pocos días se produce el milagro. La yema apical brota vigorosamente y su crecimiento es espectacular. Si al cabo de unos meses se trasplanta el arbolito a una maceta mayor, se comprueba como sus raíces están rodeadas por una especie de telarañas blancas que huelen a tierra buena. Son las hifas de las micorrizas simbiontes. También se ven pequeñas bolitas grises pegadas a las raíces. Son los nódulos fijadores del nitrógeno atmosférico que aportan abono natural al algarrobo.
Por otra parte, las micorrizas de sus raíces en su siglo y medio de vida han fijado varios cientos de kilos de nitrógeno atmosférico en forma de nódulos subterráneos, que han enriquecido el pobre suelo arcilloso, calcáreo y pedregoso donde está enraizado.
Cada primavera nacen varias nidadas de pajarillos en los nidos que las aves construyen sobre sus ramas. Una pareja de abubillas año tras año aprovecha un agujero en el retorcido tronco para traer al mundo una o dos nidadas. El algarrobo es, en definitiva, un ecosistema completo donde cientos de especies de insectos, arácnidos, aves, lagartijas y roedores encuentran un confortable hábitat donde vivir, alimentarse y procrear.
Su tupida copa de hojas oscuras y coriáceas ha dado sombra a mis antepasados durante muchas décadas. A mediodía se sentaban, nos sentábamos, en el suelo sobre sacos de esparto rellenos de paja a la fresca sombra del viejo algarrobo para comer pan con tomate, sal y aceite de oliva, acompañado de sobrasada, queso reseco, botifarrones, camaiot, tocino asado sobre las brasas, aceitunas aliñadas con sal e hinojo y unos cuantos higos secos de postre, todo ello regado con un chorrito de vino tinto de producción propia bebido directamente de una calabaza de esbelta cintura, Lagenaria siceraria, con un tapón hecho con un palito de acebuche. Recuerdo con nostalgia las muchas horas que pasé jugando bajo este árbol en mi infancia y lo sabrosas y dulces que se me antojaban sus algarrobas. Un par de ellas me llenaban el estómago y me quitaban el hambre. Eran mi merienda. A veces las acompañaba con alguna almendra cruda, que cascaba sobre una piedra.
Algarrobo de unos 30 años cargado de frutos aún verdes en pleno verano. Estos árboles se suelen sembrar en terrenos pobres donde prosperan sin problemas. A veces se combinan con otros frutales como las higueras, los almendros, los olivos, los ciruelos y los albaricoqueros, todos ellos árboles muy rústicos que soportan bien las tierras pobres y pedregosas.
El algarrobo es originario del Mediterráneo oriental. Los vestigios más antiguos conocidos de este árbol se encuentran en las montañas de Palestina donde han sido hallados abundantes granos fósiles de polen con una antiguedad de 45.000 años. Los antiguos egipcios ya cultivaban algarrobos, de cuyas semillas obtenían una goma con la que impregnaban las vendas para envolver a las momias. Desde Egipto fué introducido en Grecia donde sus nutritivos frutos sirvieron para alimentar a las tropas de Alejandro Magno y especialmente a los remeros por su alto valor calórico. Hace 2.000 años el médico y botánico de la Antigua Grecia Dioscórides en su obra sobre las plantas medicinales lo llamó Keration. Desde Grecia fue introducido en la península italiana, donde los antiguos romanos apreciaron sus virtudes, le dieron el nombre de Siliqua graeca y lo consideraron un árbol sagrado, plantándolo cerca de los templos de sus dioses. Cuando Linneo describió esta planta, para darle un nombre científico cogió el antiguo nombre griego Keration y el antíguo nombre latino Siliqua y lo llamó Ceratonia siliqua. Posteriormente los árabes extendieron su cultivo por toda la cuenca mediterránea. Precisamente del árabe hispano de Al Andalus, la lengua de los mudéjares y moriscos llamada despectivamente algarabía por los cristianos viejos, viene el nombre algarroba que en árabe andalusí se llamaba al-jarruba. En Portugal, donde habitaban los mismos andalusíes que en el resto de Al Andalus, se le llama alfarroba, el mismo nombre que se le da en gallego. De jarruba sin el artículo al se derivó caroube en francés, carob en inglés, carroba en italiano, garrova o garrofa en catalán, jarrúpia en griego, haruv en hebreo, etc.. La mayoría de los países europeos donde no se puede cultivar este árbol por su clima demasiado frío han adoptado el nombre inglés carob, excepto en Alemania y Austria donde se le llama Johannisbrotbaum, es decir, árbol del pan de San Juan.
Algarrobo cultivado en la pedanía de Corvera del municipio de Murcia en unas condiciones de extrema sequía y un sol abrasador. Hice la foto a principios de mayo y la hierba ya estaba completamente seca. Casi no había tenido tiempo de florecer. Sin embargo los algarrobos cultivados en estos campos se veían bien lozanos.
Como vemos en la imagen anterior el algarrobo es un árbol muy resistente, muy rústico, que soporta bien la sequía y el sol tórrido del verano mediterráneo. Prefiere los suelos calizos bien drenados ya que sus raíces no soportan los terrenos encharcados. Las micorrizas simbiontes que rodean sus raíces necesitan respirar para vivir. El agua estancada impide la oxigenación de la tierra y ahoga a los hongos simbiontes. Sin las filamentosas y blancas hifas del hongo, el algarrobo no puede absorber el agua y los minerales del suelo, y los nódulos de las raíces no pueden fijar el nitrógeno del aire. Se entiende pues que esta enorme leguminosa soporte mejor una larga sequía que el agua estancada en sus raíces, la cual ahogaría las micorrizas, y ello supondría la muerte del árbol por inanición.
Esta dependencia se comprueba fácilmente al sembrar semillas de Ceratonia siliqua en macetas individuales. Si la tierra de la maceta carece de esporas del hongo simbionte, el pequeño árbol recien nacido, tras consumir los nutrientes que contenían los cotiledones de la semilla, deja de crecer, amarillea, languidece lentamente y acaba muriendo. Para evitar que el joven algarrobo muera literalmente de hambre, es suficiente con añadir a la maceta un poco de tierra recogida de debajo de un viejo algarrobo que contiene miles de esporas del hongo simbionte, las cuales germinan rápidamente, sus hifas rodean las raíces del arbolito moribundo y en pocos días se produce el milagro. La yema apical brota vigorosamente y su crecimiento es espectacular. Si al cabo de unos meses se trasplanta el arbolito a una maceta mayor, se comprueba como sus raíces están rodeadas por una especie de telarañas blancas que huelen a tierra buena. Son las hifas de las micorrizas simbiontes. También se ven pequeñas bolitas grises pegadas a las raíces. Son los nódulos fijadores del nitrógeno atmosférico que aportan abono natural al algarrobo.
Algarrobo centenario en un camino rural del municipio portugués de Moncarapacho cerca del Cerro da Cabeça en la región del Algarve.
Bellísimo tronco de un viejo algarrobo en el mismo camino rural anterior.
Hojas bipinnadas de algarrobo, brillantes y coriáceas como de plástico, que se van oscureciendo a medida que envejecen y persisten sobre el árbol durante varios años antes de caer. Los nutrientes que contienen se incorporan al suelo al descomponerse y lo enriquecen y esponjan. Cada hoja está formada por 5 pares de folíolos. El raquis y el pecíolo de las hojas tiernas y el tallo de los brotes nuevos tienen un vivo color rosado oscuro por su riqueza en antocianos.
Algarrobas inmaduras a mediados de verano. En este estado contienen muchos taninos amargos y astringentes que evitan que los herbívoros se las coman antes de su completa maduración.
Ramas de Ceratonia siliqua cargadas de algarrobas maduras a finales del verano. Suelen caer por si mismas a principios del otoño, pero es preferible tumbarlas con golpes de vara a finales de verano sobre amplias telas dispuestas bajo el árbol, para que las primeras lluvias del otoño no las pudran.
Carnosas vainas de algarrobo de un bonito color marrón oscuro a principios del otoño. Suelen medir entre 15 y 25 centímetros de longitud. La pulpa marrón que rodea las semillas es muy rica en azúcares (hasta un 30%), proteínas, grasas, vitaminas, pectina, mucílago y taninos. Se entiende el motivo por el que la mayor parte de la producción de algarrobas de Mallorca sea exportada a Finlandia para alimentar a los renos de Laponia, ya que constituyen un excelente pienso muy completo y nutritivo.
La pulpa también es utilizada en repostería como sucedáneo del chocolate. Mezclada con harina de trigo se hacen con ella unos ricos bollos muy esponjosos. Los heladeros modernos incluyen la harina de algarroba en sus helados de chocolate y los más atrevidos hacen helados exclusivamente de algarroba. También se puede preparar un excelente licor dulce casi negro dejando fermentar la harina disuelta en agua a la que se le añaden unos granos de uva para aportar las levaduras necesarias para la fermentación.
Miel de flor de algarrobo recogida en primavera en la zona norte de Mallorca. La he comprado al propio apicultor en un mercadillo artesanal de un pueblo del centro de la isla por 6'5 € el bote de medio kilo.
La pulpa también es utilizada en repostería como sucedáneo del chocolate. Mezclada con harina de trigo se hacen con ella unos ricos bollos muy esponjosos. Los heladeros modernos incluyen la harina de algarroba en sus helados de chocolate y los más atrevidos hacen helados exclusivamente de algarroba. También se puede preparar un excelente licor dulce casi negro dejando fermentar la harina disuelta en agua a la que se le añaden unos granos de uva para aportar las levaduras necesarias para la fermentación.
Nada más llegar a casa no he podido resistir la tentación de probarla. Os aseguro que estaba riquísima, una de las mejores que he probado en mi vida
Las semillas, llamadas garrofines, son muy duras y están rodeadas de una cutícula brillante impermeable a la humedad. Esto las hace muy refractarias a la germinación y al mismo tiempo les permite conservar su viabilidad durante 4 ó 5 años. En la naturaleza existe un atajo para acelerar la germinación de las semillas: el paso por el tubo digestivo de los herbívoros que se las tragan enteras al no poderlas masticar y luego las dispersan con sus heces. El ácido de sus jugos gástricos disuelve parcialmente la dura cutícula y facilita la posterior hidratación del embrión que germina rápidamente.
En la zona del Levante español, para la producción de planteles de algarrobos en los viveros, se suelen utilizar las semillas recogidas de los excrementos del ganado, ya que se sabe que su germinación es casi del 100%. En arboricultura industrial a gran escala se somete a las semillas a la acción de una solución concentrada de ácido sulfúrico durante una o dos horas. Otro método para romper la cutícula y hacerla permeable al agua consiste en sumergir los garrofines en agua hirviendo y dejarlos en remojo mientras se enfría durante 24 - 48 horas. Otro método casero muy sencillo y efectivo consiste en cortar un trocito de cutícula con un cortauñas a cada garrofín en la parte redondeada opuesta a la yema germinal. La pequeña muesca permite la entrada del agua dentro de la semilla, hidratando así al embrión y acelerando la germinación en menos de 10 días.
Los garrofines tienen un tamaño y un peso muy uniformes. Esta característica llamó la atención a los antiguos joyeros árabes y judíos, que los utilizaron como unidad de peso para sus compraventas de oro y piedras preciosas. El antíguo nombre griego del algarrobo KERATION, pasó al idioma árabe como AL-KARAT y así llamaron los joyeros árabes a sus semillas. Al extenderse el uso de los garrofines como unidad de peso en joyería y gemología, el nombre árabe pasó de al-karat a quirat y posteriormente al español QUILATE. Esta unidad de peso equivale a 200 milígramos, que es el peso aproximado de un garrofín.
Los algarrobos pueden ser masculinos, femeninos y hermafroditas. En general los viveristas desechan los pies masculinos o bien los injertan por los métodos de escudete o chip mallorquín con yemas femeninas o hermafroditas. Conociendo la sexualidad del algarrobo resulta inteligente intercalar algún pie masculino en las plantaciones de pies femeninos.
Inflorescencias en forma de escobillón de un algarrobo de sexo masculino compuestas por largos estambres acabados en anteras amarillas repletas de polen, que salen en grupos de seis de pequeñas bases redondeadas formadas por los nectarios.
Inflorescencia masculina de Ceratonia siliqua. Se ve muy bien el tallo central rojo del que salen los nectarios redondeados, cada uno de los cuales rodeado por 6 estambres y sus respectivas anteras amarillas.
El abundante néctar de los nectarios atrae a los insectos
polinizadores, sobre todo a las abejas que producen una excelente miel
oscura. Recomiendo ampliar la foto con un doble click.
Inflorescencias de un algarrobo femenino, con las flores sin pétalos que salen de un tallo central rojo. Cada flor tiene un nectario en su base, del que surge un pistilo ligeramente curvado y acabado en un grueso estigma pegajoso, sobre cuya superficie se pegan los granos de polen transportados por las abejas.
Otra inflorescencia femenina a finales de verano, con la floración ligeramente más retrasada que las anteriores, pues se ven los nectarios aún sin desplegar y sin néctar.
Inflorescencias de un algarrobo hermafrodita con estambres y pistilos repartidos a lo largo del tallo central rojo. Para evitar la autofecundación, en primer lugar se abren las flores femeninas con sus nectarios repletos de rico néctar para atraer a las abejas con el cuerpo cubierto del polen de las flores masculinas de otro algarrobo.
Otra inflorescencia hermafrodita en fase femenina. Los estambres masculinos permanecen sin desarrollar con las anteras cerradas para evitar la autofecundación. Los estigmas femeninos esperan los granos de polen llevados por las abejas. Una vez han sido fecundadas la mayoría de flores femeninas, los estigmas se cierran herméticamente, sus nectarios dejan de producir néctar y se inicia el crecimiento de los pequeños frutos.
Tras la fecundación de las flores femeninas, se inicia la fase masculina en las inflorescencias hermafroditas. Los estambres se alargan y las anteras de sus extremos se abren y empiezan a dispersar el polen. En su base los nectarios producen de nuevo abundante néctar para que acudan las abejas y se lleven pegados a su cuerpo los granos de polen hacia el estigma de las flores femeninas de otro algarrobo, tanto femenino como hermafrodita.
Detalle de una flor hermafrodita en fase femenina con la base redonda y aplanada del nectario del que surgen los cinco estambres y el pistilo. Los estambres se disponen alrededor del nectario con las anteras anaranjadas en su extremo. El pistilo surge del centro del nectario con un largo estilo curvado y el estigma receptor del polen en su extremo.
La maduración de los frutos coincide con la floración. En la foto se ven las inflorescencias de un algarrobo femenino y sus frutos maduros a finales del verano.
Tras varias décadas de declive en su cultivo, en los últimos años se vuelven a plantar algarrobos jóvenes, solos o mezclados con olivos, almendros e higueras, pues su explotación es un negocio con pocos gastos y escasa mano de obra que puede resultar rentable a partir de la segunda década de la vida de los árboles.
Edito la entrada para añadir los últimos datos conocidos sobre el cultivo de esta leguminosa en territorio español. En el año 2013 la extensión de tierras destinadas al algarrobo en toda España fue de 46.234 hectáreas, de las cuales 13.370 correspondieron a las Islas Baleares, aproximadamente el 29% del total, mientras que la producción de frutos fue de 56.286 toneladas, de las cuales 10.853 se recolectaron en las Islas Baleares, algo más del 19% del total. En la actualidad España es el primer productor y exportador mundial de algarrobas y sus derivados.