La planta Helicodiceros muscivorus es una campeona de la supervivencia. Durante millones de años sufrió mutaciones adaptativas que iban transformando su aspecto hasta lograr la perfección actual. Pertenece a la família de las Araceae. Recibe también los nombres de Dracunculus muscivorus y Arum muscivorum. Es una reliquia del Mioceno que en la actualidad puebla las costas rocosas de las islas e islotes que hace unos 6 millones de años conformaban la región Tirrénica: las Islas Baleares, Córcega y Cerdeña, siempre cerca de las colonias de gaviotas.
Helicodiceros muscivorus en plena floración a finales de abril, fotografiado en el Cap de Formentor de la Isla de Mallorca. Recomiendo ampliar las fotos con un doble click para apreciar mejor los detalles.
Ejemplar joven de Helicodiceros muscivorus con sus típicas hojas carnosas provistas de un pecíolo alado y una lámina con un largo lóbulo anterior y dos lóbulos posteriores. La planta surge de un tubérculo globoso de hasta 14 centímetros de longitud y 6´5 centímetros de anchura, profundamente enterrado entre las grietas de las rocas calcáreas litorales. Además de producir semillas, también se reproduce generando pequeños tubérculos alrededor del tubérculo principal.
La inflorescencia se asienta sobre un largo pedúnculo parcialmente enterrado de hasta 16 centímetros. La espata por su cara externa tiene un bonito color verde con manchas que recuerdan la piel de una serpiente y por su cara interna un llamativo color púrpura pálido imitando la carne con abundantes pelos purpúreos. La parte inferior de la espata está enrollada en forma de tubo y alberga las flores masculinas y femeninas situadas en la parte inferior del espádice. Éste mide entre 13 y 40 centímetros de longitud. Su extremo distal sobresale fuera del tubo y está cubierto por largos pelos de color púrpura oscuro.
La flor del Helicodiceros muscivorus, que en realidad es una inflorescencia con numerosas flores masculinas y femeninas en el interior del tubo de la espata, engaña a las moscas por la vista y el olfato. La superficie peluda color carne de la espata imita a un animal muerto en descomposición y el extremo de la espádice se parece a la cola peluda de una rata con sus tricomas purpúreos muy oscuros dispuestos en escobillón. La flor emite un intenso hedor a carne putrefacta que atrae a las escasas moscas carroñeras que sobreviven en las costas rocosas alimentándose de los cadáveres de las gaviotas, las ratas y las cabras asilvestradas.
Mosca carroñera sobre el espádice. La inflorescencia dura un solo día y tiene una fase femenina y una masculina perfectamente separadas para evitar la autopolinización.
Misma mosca anterior tanteando el terreno. Las moscas que son atraídas por el olor a carne putrefacta del Helicodiceros muscivorus pertenecen a los géneros Calliphora y Lucilia. La de la foto pertenece a la especie Calliphora sp. Robineau-Desvoidy, 1830.
La polinización por moscas es muy típica de las plantas de la família de las Araceae. El espádice y la espata de todas ellas tienen una estructura muy parecida y todas emiten un fuerte olor a carroña. Cuando una mosca percibe el hedor en el aire, se acerca volando y se posa sobre la espata o el espádice. Intenta sorber los jugos de la falsa carroña, pero no encuentra nada. Entonces nota que del fondo del tubo de la espata sube un hedor todavía más intenso y cree que allí si encontrará algo para comer. La espata está cubierta de pelos dispuestos en sentido descendente que le facilitan el descenso hacia el fondo del tubo donde están las flores femeninas receptivas. Una vez dentro se da cuenta del engaño y quiere salir, pero los pelos descendentes y otros pelos aún mayores dispuestos radialmente llamados pistilodios que forman una barrera entre las flores masculinas y femeninas, se lo impiden. Otras moscas han caído también en la trampa y alguna de ellas ya ha sido engañada previamente por otra flor y lleva polen adherido a su cuerpo. En su desesperación por salir pasa una y otra vez sobre las flores femeninas y las poliniza. Cuando el Helicodiceros muscivorus detecta que sus flores femeninas ya han sido fecundadas, madura rapidamente sus flores masculinas que se cubren de polen. Al mismo tiempo deshidrata los pelos descendentes y los pelos radiales que dejan de hacer de barrera y las moscas ya pueden salir, pero al hacerlo pasan por encima de las flores masculinas y se llevan con ellas el polen que es muy pegajoso. Una vez fuera y desesperadas por el hambre son atraídas con engaño por las inflorescencias de otros Helicodiceros muscivorus y vuelve a empezar el proceso de la polinización.
Llamativo espádice peludo que imita a la perfección la cola de una rata. La superficie color carne de la espata también está cubierta de pelos. Estos detalles nos hablan claramente de cuales han sido los protagonistas de este inteligente proceso evolutivo: las ratas que viven en las rocas litorales de las islas, las moscas que se alimentan de sus cadáveres y el Helicodiceros muscivorus que se adaptó a los únicos polinizadores que habitan las costas rocosas, pues como pude comprobar mientras hacía estas fotos, los únicos insectos que vi fueron las moscas atraidas por las flores de esta arácea. Es evidente que estos dípteros litorales no pueden sobrevivir sólo con los escasos cadáveres de rata que pueda haber en este hábitat tan pobre. Seguramente su principal fuente de alimento sean los cadáveres de las gaviotas y otras aves marinas, así como sus polluelos, sus huevos abandonados y sus excrementos, ya que coincide la floración del Helicodiceros muscivorus con la época de cría de estas aves. Por lógica también cabe pensar que las mismas ratas se alimentan de los cadáveres de las gaviotas, sus polluelos y sus huevos. Todo parece un engranaje perfecto, inteligentemente coordinado por la naturaleza para facilitar la supervivencia no sólo de la planta, sino también de sus moscas polinizadoras y las ratas, omnívoras por excelencia, que limpian las rocas costeras de cadáveres y huevos hueros de las gaviotas, con lo que éstas últimas también sacan provecho al tener su hábitat limpio. Tal vez las múltiples mutaciones experimentales que sufrió esta planta durante millones de años buscando la forma más eficiente de su inflorescencia descartaron la transformación en algo semejante a una gaviota y le resultó más fácil y práctico parecerse al cadáver de una rata. Cabe también la posibilidad de que en el Mioceno tardío, hace unos 6 millones de años, cuando esta planta estaba en plena evolución y poblaba toda la región Tirrénica, existiera en su hábitat un roedor actualmente extinto, tal vez una musaraña, al que la planta intentó parecerse con gran éxito.
Detalle de los pelos de la espádice y la superficie de la espata.
La floración dura aproximadamente 24 horas. Al día siguiente la espata repliega sus bordes sobre el espádice y su extremo se incurva hacia abajo. Dentro del tubo empieza la maduración de los ovarios de las flores femeninas recien fecundadas que darán lugar a frutos carnosos de color anaranjado.
Frutos todavía inmaduros de Helicodiceros muscivorus. Fotografía cedida por mis amigos Rafael Cladera y Mª Angeles, grandes amantes de la vida y la naturaleza.
En las Islas Baleares estos frutos son un alimento muy apreciado por la lagartija balear Podarcis lilfordi, llamada sargantana, que tras la digestión de la pulpa defeca las semillas ya escarificadas por sus jugos gástricos, las cuales germinan con mucha facilidad abonadas por el nitrógeno de las heces.
Este detalle ha quedado demostrado por los técnicos de los jardines botánicos al intentar germinar semillas en macetas, pues se ha visto que las que han pasado previamente por el tubo digestivo de las sargantanas tienen un índice de germinación cercano al 100%, mientras que si se siembran los frutos directamente sin retirarles la pulpa no germinan o lo hacen en un bajísimo porcentaje. Retirando la pulpa y sometiendo las semillas a la escarificación química con una solución ácida muy diluída, el porcentaje de éxitos se eleva muchísimo, pero nunca alcanza el 100% de germinación de las semillas comidas por las lagartijas baleares. De ahí que resulte preferible buscar con paciencia sobre las rocas las heces frescas de estos pequeños reptiles durante las semanas que se alimentan de los frutos. Las semillas así recogidas se deben sembrar sin limpiarlas de los restos de excrementos.