Hace algo más de nueve años, en mayo de 2005, visité varias ciudades de Andalucía, entre ellas Sevilla, una ciudad para mí entrañable por haber hecho allí la mili en el año 1981, concretamente en el cercano Cuartel de Caballería de Alcalá de Guadaíra, hace ya 33 años.
Hice tantas fotos de plantas en jardines, paseos y patios andaluces que para enseñároslas tendré que dividir los fotorreportajes en varias entregas. En esta primera os mostraré las bellezas botánicas cultivadas en Los Reales Alcázares de Sevilla, que empezaron a diseñar nuestros antepasados andalusíes en el año 712 tras la conquista de la Hispalis visigoda a la que ellos llamaron Isbiliya (Sevilla).
Antes de proseguir quiero hacer un inciso sobre esta "conquista" que, según algunos historiadores nada tendenciosos y por tanto imparciales, más que una ocupación cruenta fue más bien todo lo contrario, por lo menos en lo que atañe al pueblo llano. La mayoría de celtíberos romanizados, junto con una numerosa población judía esclavizada y maltratada por los visigodos, recibieron con los brazos abiertos la ocupación musulmana, cansados de la dominación de los bárbaros visigodos venidos del norte de Europa, en aquellos años debilitados por las continuas rencillas entre sus dirigentes que se disputaban el poder, y en pocas generaciones la mayoría adoptaron el islam, salvo los judíos que se mantuvieron fieles a su religión milenaria, que por cierto fue respetada por los nuevos dominadores musulmanes, agradecidos por la ayuda prestada por los judíos a la ocupación, y arabizaron su habla celtíberorromana, dando lugar al idioma andalusí, una lengua híbrida de base árabe con numerosas palabras latinas, visigodas, íberas y celtas. Recordemos que en aquel entonces la cultura musulmana era de las más refinadas, adelantadas y admiradas del mundo conocido. Así pues los que llamamos andalusíes, no eran árabes norteafricanos, sino la antigua población celtíbera de la Península Ibérica e Islas Baleares que, tras varios siglos cristianizada por romanos y visigodos, se había convertido al islam de forma voluntaria. Para más información--->La lengua andalusí tan denostada, cuando no ignorada, sigue bien viva entre nosotros.
Y volviendo al fotorreportaje, voy a empezar mostrándoos las macetas de cerámica vidriada que embellecen las estancias, los patios y los jardines de estos palacios. Son muy elegantes y decorativas, de una belleza exquisita.
Antes de proseguir quiero hacer un inciso sobre esta "conquista" que, según algunos historiadores nada tendenciosos y por tanto imparciales, más que una ocupación cruenta fue más bien todo lo contrario, por lo menos en lo que atañe al pueblo llano. La mayoría de celtíberos romanizados, junto con una numerosa población judía esclavizada y maltratada por los visigodos, recibieron con los brazos abiertos la ocupación musulmana, cansados de la dominación de los bárbaros visigodos venidos del norte de Europa, en aquellos años debilitados por las continuas rencillas entre sus dirigentes que se disputaban el poder, y en pocas generaciones la mayoría adoptaron el islam, salvo los judíos que se mantuvieron fieles a su religión milenaria, que por cierto fue respetada por los nuevos dominadores musulmanes, agradecidos por la ayuda prestada por los judíos a la ocupación, y arabizaron su habla celtíberorromana, dando lugar al idioma andalusí, una lengua híbrida de base árabe con numerosas palabras latinas, visigodas, íberas y celtas. Recordemos que en aquel entonces la cultura musulmana era de las más refinadas, adelantadas y admiradas del mundo conocido. Así pues los que llamamos andalusíes, no eran árabes norteafricanos, sino la antigua población celtíbera de la Península Ibérica e Islas Baleares que, tras varios siglos cristianizada por romanos y visigodos, se había convertido al islam de forma voluntaria. Para más información--->La lengua andalusí tan denostada, cuando no ignorada, sigue bien viva entre nosotros.
Y volviendo al fotorreportaje, voy a empezar mostrándoos las macetas de cerámica vidriada que embellecen las estancias, los patios y los jardines de estos palacios. Son muy elegantes y decorativas, de una belleza exquisita.
Esta luminosa cabellera verde es un Asparagus sprengeri de la familia de las Liliaceae. Recomiendo ampliar las fotos con un doble click para apreciar mejor los detalles.
La planta de la imagen es una Aspidistra elatior de la familia de las Liliaceae.
Sansevieria trifasciata, una planta de la familia de las Agavaceae.
Bellísima maceta sobre un pedestal policromado con motivos mudéjares. La planta es un Ruscus hypophyllum de la familia de las Liliaceae.
Esta planta tan decorativa con sus hojas cenicientas y sus luminosas flores de oro es una Centaurea ragusina de la familia de las Compositae.
Detalle de los capullos, flores y hojas de la Centaurea ragusina anterior.
Otra Centaurea ragusina en una acertada maceta verde sobre un pedestal del mismo color.
Detalle de la planta anterior.
Aspidistra elatior embelleciendo el patio del Palacio Mudéjar que hizo construir el Rey Pedro I de Castilla en 1364.
Otra Aspidistra elatior en el Palacio Mudéjar.
Detalle de la Aspidistra elatior anterior.
Este laberinto de setos de boj, Buxus sempervirens, de la familia de las Buxaceae, se me antojó muy bonito.
Otro patio-jardín rodeado por un seto de boj.
Altísimas palmeras californianas Washingtonia filifera, de la familia de las Arecaceae, rodeadas por un seto de boj.
Estos setos son de naranjo amargo, Citrus aurantium, de la familia de las Rutaceae, profusamente utilizado como planta ornamental en el Al-Andalus musulmán, que los cristianos viejos venidos del norte peninsular tras la reconquista, los moriscos que quedaron como esclavos en la tierra que les vio nacer y los numerosos mestizos que con el paso de los años fueron naciendo, continuaron cultivando con la misma querencia hasta la actualidad.
Curioso seto de naranjos amargos junto a una alberca.
En esta imagen vemos la alberca anterior con cuya agua riegan los naranjos amargos, tanto los recortados del muro del fondo como los de la izquierda sin recortar.
Ésta es una de las imágenes más conocidas de los jardines de los Reales Alcázares de Sevilla. Vemos setos perfectamente recortados de boj, naranjos amargos a los lados, a la izquierda y al fondo altísimos cipreses con su llamativo color verde oscuro, Cupressus sempervirens, de la família de las Cupresaceae y al fondo a la derecha un nutrido grupo de altísimas palmeras Wasingtonias.
Las luminosas flores del Hibiscus rosa-sinensis llenan de color los jardines de los Reales Alcázares. Llaman la atención las baldosas mudéjares que embellecen el suelo.
Esta imponente y varias veces centenaria Magnolia grandiflora norteamericana, de la familia de las Magnoliaceae, da sombra a este patio.
Sus lustrosas hojas parecen de plástico.
Su tronco es espectacular.
Esta Bougainvillea spectabilis del Brasil, de la familia de las Nyctacinaceae, embellece este arco.
Esta espectacular Bougainvillea spectabilis cubre totalmente un ciprés bloqueándole la luz solar. Al impedirle realizar la fotosíntesis acabará matándolo.
Los largos sarmientos de la Bougainvillea rodean el tronco y las ramas del ciprés en un cruel abrazo mortal, exactamente igual que las higueras estranguladoras de las selvas tropicales.
Cerca de la bougainvillea anterior se encuentra este tronco con gruesas raíces que sobresalen del suelo. Se trata de un Ombú o Árbol de la bella sombra, Phytolacca dioica, de la Pampa argentina y uruguaya. Pertecene a la familia de las Phytolaccaceae.
Flores y hojas del ombú anterior.
Detalle de un racimo de flores de Phytolacca dioica.
El granado, Punica granatum, de la familia de las Punicaceae, también fue profusamente cultivado por los andalusíes. Le tenían en tanta estima que dieron su nombre a Granada. En esta imagen vemos un curioso seto de granados.
Otro seto de granados junto a un muro que mira al sur.
Flor de Punica granatum.
Altísimas palmeras datileras varias veces centenarias, Phoenix dactylifera, a la derecha y un par de Washingtonia también centenarias a la izquierda, ambas de la familia de las Arecaceae. Todos los patios y jardines de los Reales Alcázares de Sevilla están embellecidos por monumentales palmeras, como si de un gran oasis se tratase. Al igual que en el Palmeral de Elche, las palmeras datileras sevillanas tienen un origen claramente andalusí.
Grupo de palmitos mediterráneos, Chamaerops humilis, de la familia de las Arecaceae, sin duda también centenarios dada la lentitud de su crecimiento, con una palmera datilera al fondo.
Gigantesco Cedro del Himalaya, Cedrus deodara, de la familia de las Pinaceae, de más de 20 metros de altura.
Acículas y cono todavía verde del Cedro del Himalaya anterior.
Tronco del Cedrus deodara.
Datura arborea de América del Sur, de la familia de las Solanaceae. También recibe el nombre de Brugmansia arborea. Sus flores blancas en forma de campanas llenan de perfume el jardín.
El mirto, Myrtus communis, de las familia de las Myrtaceae, también viene siendo utilizado como seto y planta de jardín desde los tiempos del Al-Andalus.
Junto a un muro del Palacio Mudéjar se encuentra este espectacular emparrado de Wisteria sinensis de la familia de las Leguminosae. Vale la pena ampliar la foto.
Esta Malva real, Alcea rosea, de la familia de las Malvaceae, llenaba de color este rincón del jardín.
Detalle de las flores de la Malva real anterior.
Este Ailanto, Árbol de los dioses o de los cielos, Ailanthus altissima, de la familia de las Simaroubaceae, a principios de mayo estaba cubierto de flores. Es originario de China.
Una imponente Casuarina equisetifolia australiana, de la familia de las Casuarinaceae, crecía hacia el cielo levantando su copa a unos 30 metros de altura.
Su tronco se ensancha en forma de pata de grulla para darle estabilidad.
No podía faltar el mediterráneo Acanthus mollis, de la familia de las Acanthaceae.
Tampoco podía faltar una especie de bambú. El prestigioso experto madrileño Alfredo Barra ha identificado este bambú como del género Phyllostachys y me ha avisado de tres errores de identificación en otras plantas que ya he subsanado. Muchas gracias, Alfredo. Te debo varias ya.
Además de naranjos amargos en los Reales Alcázares de Sevilla también se cultiva el llamado calamondín, Citrus madurensis o Citrus mitis, de la familia de las Rutaceae.
Sus pequeños y numerosos frutos brillaban bajo el sol de mayo.
La celinda, Philadelphyus coronarius, de la familia de las Saxifragaceae, se cultiva mucho en los jardines sevillanos.
Sus flores de un blanco inmaculado con los estambres amarillentos parecen un enjambre de mariposas.
Los geranios, Pelargonium peltatum, de la familia de las Geraniaceae, estaban rebosantes de flores.
Una Monstera deliciosa, de la familia de las Araceae, crecía a la sombra de unos naranjos amargos.
Cuando sus frutos maduran se puede consumir su pulpa que es muy dulce y recuerda a la piña tropical. Debe evitarse comer los frutos a medio madurar, pues contienen cristales de ácido oxálico que se clavan en la mucosa de la garganta, la lengua y el paladar como si fueran agujas microscópicas provocando una grave inflamación. Cuando el fruto está bien maduro desaparecen los cristales.
El culantrillo de pozo o de fuente, Adiantum capillus-veneris, un helecho de la familia de las Adiantaceae, ama las fuentes construidas por los árabes.
La fuente anterior cubierta por Adiantum capillus-veneris como si fuera una cabellera verde.
Detalle del helecho anterior.
Uno de los rincones que más me gustó fue este camino flanqueado por rosales cubiertos de flores rojas.
Según me ha informado Alfredo Barra a esta variedad se la llama precisamente "La Sevillana" y es muy apreciada por los jardineros madrileños. Su escaso número de pétalos me hace suponer que se trata de un rosal primitivo, muy cercano a los rosales silvestres.
Sus pétalos lucen un color rojo-sangre espectacular.