Hace unos 4 años y medio mis amigos Jaume y Matilde se fueron a realizar uno de sus sueños, viajar a Nueva Zelanda, un remoto y mítico país de la Oceanía situado exactamente en la otra cara del Mundo. "¿Qué quieres que te traigamos de allí?" - me preguntaron antes de partir. "Una semilla de Kauri." - les contesté yo casi sin pensármelo. Conseguir un árbol tan fantástico y exótico, una verdadera reliquia viviente de los tiempos de los dinosaurios, era uno de mis sueños desde hacía muchos años.
Un més después volvieron de su maravilloso viaje con un pequeño tesoro en la maleta para mí: un Kauri de no más de 30 cms. de altura sembrado en una diminuta maceta. ¡¡¡Uauuu, qué bonito!!!, exclamé emocionado al verlo. ¡¡¡Que alegría, muchísimas gracias!!!
Me lo llevé al huerto y lo trasplanté en una maceta más grande con tierra vegetal tipo Composana. Lo situé a la semisombra de un níspero del Japón y procuré que no se le secase la tierra.
¡¡¡Tenía que sobrevivir, si o si!!!
Me lo llevé al huerto y lo trasplanté en una maceta más grande con tierra vegetal tipo Composana. Lo situé a la semisombra de un níspero del Japón y procuré que no se le secase la tierra.
¡¡¡Tenía que sobrevivir, si o si!!!
El Kauri, de nombre científico Agathis australis, es una conífera gigantesca de la familia de las Araucariaceae que apareció sobre la Tierra hace 190 millones de años durante el período Jurásico, cuando el supercontinente Pangea se dividió en dos subcontinentes: Laurasia y Gondwana. Unos millones de años más tarde, durante el Cretácico, de Gondwana se escindieron dos inmensas islas: Australia y Zealandia, que se fueron desplazando hacia el este, mientras hacia el oeste se escindían Sudamérica, África y Madagascar, hacia el norte el subcontinente del Indostán y hacia el sur la gélida Antártida.
La gran isla de Zealandia, en su desplazamiento hacia el este, se fue hundiendo poco a poco bajo el primitivo Océano de Tetis hasta desaparecer bajo las aguas. Unos posteriores movimientos de las placas tectónicas elevaron miles de metros sobre el nivel del mar parte de Zealandia en forma de dos inmensas montañas, las cimas de la cuales serían la isla Norte (Te Ika un Maui en idioma maorí) y la isla Sur (Te wai pounamu) de la actual Nueva Zelanda. El primitivo Kauri sobrevivió a los cataclismos tectónicos en la paradisíaca isla Norte, de donde es endémico.
La gran isla de Zealandia, en su desplazamiento hacia el este, se fue hundiendo poco a poco bajo el primitivo Océano de Tetis hasta desaparecer bajo las aguas. Unos posteriores movimientos de las placas tectónicas elevaron miles de metros sobre el nivel del mar parte de Zealandia en forma de dos inmensas montañas, las cimas de la cuales serían la isla Norte (Te Ika un Maui en idioma maorí) y la isla Sur (Te wai pounamu) de la actual Nueva Zelanda. El primitivo Kauri sobrevivió a los cataclismos tectónicos en la paradisíaca isla Norte, de donde es endémico.
Cuatro meses después del trasplante mi bebé de Kauri había brotado vigorosamente. Tres meses atrás, antes de la brotación primaveral, creí perderlo al ver brotar alrededor de su base un extraño hongo en forma de numerosas bolitas anaranjadas. Pensé que sus raíces se estaban pudriendo atacadas por alguna enfermedad fúngica neozelandesa, pero el hongo no lo mató, sino todo lo contrario. Unos días después de aparecer los cuerpos fructíferos de aquella seta austral mi pequeño Kauri brotó con una fuerza inusitada. Supe entonces que lo que yo creía un hongo patógeno era en realidad su hongo simbionte, su micorriza austral, que había viajado con él íntimamente unido a sus raíces para ayudarle a sobrevivir en el otro extremo de la Tierra.
Aquí podéis ver la vigorosa brotación primaveral gracias a los minerales absorbidos y cedidos por su micorriza. Hojas tiernas como éstas fueron el alimento de dinosaurios herbívoros australes, cuyos largos cuellos, cual descomunales jirafas reptilianas, les permitían alcanzar los brotes nuevos de las copas más altas. La extinta y gigantesca ave neozelandesa Moa se paseó y anidó bajo estos árboles durante millones de años. También la extinta Águila de Haast hizo su nido sobre sus ramas y sobrevoló el inmenso mar verde de sus brumosos bosques. En la actualidad otra ave todavía viviente, el Kiwi, escarba en la resinosa hojarasca de los kauris en busca de insectos y gusanillos.
Hace 16 meses, día 1 de enero de 2015, vinieron Jaume y Matilde, acompañados de unos familiares y amigos, a sembrar el bellísimo y antediluviano Kauri que habían traído en su maleta en el largo viaje desde la localidad de Kerikeri situada en la Isla Te Ika un Maui hasta Mallorca. Medía entonces unos 145 cms. de altura.
(De derecha a izquierda: Llorenç, Matilde, su madre Paqui, Blai, Jaume y un servidor)
(De derecha a izquierda: Llorenç, Matilde, su madre Paqui, Blai, Jaume y un servidor)
Han pasado más de cuatro años desde su llegada a Mallorca y aquí lo tenéis, sano y vigoroso, con una altura de 180 cms. Ha crecido, pues, 150 cms. en cuatro años, una media de 37'5 cms. por año. Me hace mucho ilusión vivir 20 años más para verlo ya grandecito con 9 metros de altura. ¡¡¡Será espectacular!!!.
Vigorosa brotación de este año, tras soportar el siempre traicionero invierno mallorquín. Confío y espero que su genoma contenga los genes necesarios para adaptarse al clima de Mallorca, mucho más seco y caluroso que su Nueva Zelanda natal. No en balde ha sobrevivido a 190 millones de años de cataclismos geológicos y climáticos, habiendo superado sin duda algunos períodos tan tórridos y resecos como los del Mediterráneo actual.
¡¡¡Lo conseguirá!!!
Os mantendré informados de su evolución.
Edito día 22 de mayo de 2017 para mostraros un diminuto kauri recién nacido de una semilla regalada por mis amigos Jaume y Matilde, que compraron por internet a una empresa online de Nueva Zelanda.
Semillas de Agathis australis.
Algún día, dentro de 80 años, se convertirá en un árbol gigantesco de más de 40 metros de altura. Ojalá las próximas generaciones lo cuiden, respeten y quieran como lo haré yo hasta el fin de mis días.
Semillas de Agathis australis.
Algún día, dentro de 80 años, se convertirá en un árbol gigantesco de más de 40 metros de altura. Ojalá las próximas generaciones lo cuiden, respeten y quieran como lo haré yo hasta el fin de mis días.