Esta mañana ha brillado un sol radiante tras las abundantes lluvias de estos últimos días (135 litros/m2 en lo que llevamos de febrero, y otros 103 en enero). Al mirar por la ventana y ver el luminoso día que amanecía, me ha apetecido ir a mi huerto a pasar unas horas.
Mientras me paseaba por los diferentes bancales cogiendo un gran manojo de espárragos trigueros y robándoles dos huevos a las ocas para prepararme unos espaguettis, me he fijado en estos curiosos dibujos que "embellecen" los fragmentos del tronco de un olmo que tuve que eliminar por haber enfermado de grafiosis hace cuatro años. Los tenía que quemar para acabar con los gorgojos y el hongo, pero el árbol era tan grande que sólo tuve tiempo de quemar una parte y dejé estos fragmentos para quemarlos el sábado siguiente. Al final se me olvidó.
Después de cuatro años la corteza se ha desprendido y bajo ella han aparecido estos bellísimos dibujos.
Detalle de los dibujos anteriores. ¿Verdad que recuerdan a las pinturas rupestres de los aborígenes australianos?
Los gorgojos del olmo en Mallorca pertenecen básicamente a tres especies: Scolytus multistriatus, Scolytus scolytus y Scolytus kirschii. Todos ellos se alimentan en fase larvaria del tierno, jugoso y nutritivo cambium subcortical del Ulmus minor, que antes de iniciarse la plaga de la grafiosis abundaba como árbol ornamental y asilvestrado en los torrentes de la isla y del Ulmus pumilla, cultivado en calles, parques y jardines urbanos y también privados.
Antes de la llegada del hongo Ophiostoma ulmi, causante de la grafiosis, los gorgojos Scolytus ssp, que en las Islas Baleares cuentan con numerosos depredadores naturales, se limitaban a causar algunas "molestias o quebrantos de salud" a los olmos sin llegar a matarlos, ya que salvo excepciones el árbol atacado lograba curar las heridas del cambium y sobrevivía.
La grafiosis fue una sentencia de muerte para los olmos de las islas. Los gorgojos hembra, sin saberlo ni quererlo, llevan las esporas del hongo pegadas a su cuerpo y, al penetrar bajo la corteza de un olmo sano, no sólo se alimentan del cambium y ponen los huevos de la siguiente generación, sino que también siembran las esporas del Ophiostoma, que rápidamente germinan y con su micelio invaden los vasos del Xylema del árbol, impidiendo el paso de la savia, con lo que el olmo muere literalmente de hambre y sed.
La gorgoja, una vez ha sido fecundada por un macho, vuela hacia un olmo sano y penetra bajo la corteza. Con sus diminutas mandíbulas se va comiendo el suculento cambium abriendo un tunel recto de entre 3 y 9 centímetros de longitud y entre 2 y 4 milímetros de anchura entre la corteza y la madera, donde va poniendo los huevos uno a cada lado del tunel a distancias matemáticamente exactas, cubriéndolos luego con su propia caca.
Cuando nacen las larvas, guiadas por unos sensores químicos y táctiles, empiezan a comer el cambium del lado que les tocó en la puesta, abriendo una galería al principio perpendicular al surco abierto por su madre y escrupulosamente equidistante de las dos galerías vecinas de sus hermanas. Al ir creciendo en tamaño las larvas deben continuar escavando y comiendo de una manera divergente a las galerías de sus hermanas para que sus túneles no coincidan nunca, dibujando entre todas un dibujo bellísimo y matemáticamente perfecto, siguiendo la Secuencia de Fibonacci grabada en sus genes.
Una vez alcanzado el tamaño adecuado, la larva se metamorfosea en pupa y posteriormente en imago o gorgojo adulto, abriendo un agujero en la corteza para salir al exterior y volar en busca de pareja, y vuelta a empezar el ciclo de su vida. En la imagen podéis ver los agujeritos abiertos al final de cada galería.
Las dos caras del mismo dibujo. A la izquierda la cara del xylema del cambium que crece hacia dentro en forma de madera y a la derecha la cara del floema del cambium que crece hacia fuera en forma de corteza. Las larvas se comen tanto la capa xylematosa como la floematosa, con lo que el mismo dibujo queda grabado en ambas caras.
Detalle de las galerías, al principio muy estrechas y perpendiculares al surco abierto por la mamá-gorgoja y paralelas entre sí con respecto a las de sus hermanas vecinas y al final mucho más anchas y divergentes.
Esta foto y la siguiente pertenecen a otro olmo de mi jardín que murió por la grafiosis el año 2009. Lo eliminé completamente no sin antes fotografiar las larvas.
Al quemar todas sus partes creí haber acabado con el problema, pero cinco años después el otro Ulmus minor que embellecía mi jardín también sucumbió por la grafiosis. Lo más curioso es que parece que los olmos se han ido adaptando durante millones de años al ataque del hongo Ophiostoma y han conseguido que su micelio no penetre en el xylema de las raíces, de manera que éstas, tras la muerte fulminante de la parte aérea del árbol, siguen perfectamente sanas y rebrotan con fuerza numerosos hijuelos bien sanos y vigorosos a varios metros del árbol muerto, los cuales con el tiempo se convierten en nuevos olmos clónicos, que vuelven a ser contagiados por la grafiosis transportada por los gorgojos, y vuelta a empezar el nefasto ciclo de la enfermedad.