Araucaria excelsa, pino de la isla de Norfolk, árbol de pisos
Antes del año 1774 esta bellíssima conífera austral de la familia de las Araucariaceae era una perfecta desconocida. Fue en ese año que el marino inglés James Cook, más conocido como Capitán Cook, la descubrió en la diminuta isla australiana de Norfolk de sólo 36 km2 de superficie, único lugar de la Tierra donde crece formando frondosos bosques como un endemismo antediluviano, el pequeño refugio, cual maternal regazo, donde consiguió sobrevivir a los numerosos y destructivos cataclismos climáticos durante millones de años.
En la actualidad, 246 años después de su descubrimiento, es una de las coníferas más cosmopolitas de la Tierra, cultivada por su gran belleza y su adaptabilidad en todas las regiones de clima templado y mediterráneo del planeta.
Es tan grande su adaptabilidad, que a pesar de ser un árbol gigantesco en su estado adulto, alcanzando los 80 metros de altura, es profusamente cultivado como una decorativa y hermosa planta de interior durante sus primeros años.
El pasado día 13 de diciembre, en cuestión de horas, como si estuvieran
sincronizadas, la docena de gigantescas araucarias excelsas que
embellecen los jardines de las casas de indianos de mi
pueblo se pusieron todas de acuerdo, tal vez a través de la emisión de
misteriosas feromonas, como si hablasen con palabras de perfume entre ellas, y dispersaron
masivamente sus millones de semillas aladas, cubriendo las calles con
sus hijitos como si de una alfombra de vida se tratase.
Durante 34 años, otoño tras otoño, había intentado germinar estas semillas australianas sembrándolas en macetas al aire libre, pero hasta ahora no me había germinado ninguna. Testarudo como soy no me acabada de creer que todas fueran hueras, es decir, que ninguna estuviera polinizada por el polen emitido por los estróbilos de los dos o tres ejemplares masculinos, quien sabe por qué más escasos que los femeninos, que crecen aquí y allá en todo el Valle de los Naranjos.
Así pues, decidido a conseguir su germinación, este otoño sembré 20 semillas en una fiambrerita sobre unas servilletas de cocina humedecidas con agua del grifo que, tras cerrarla con su tapa hermética, situé a medio palmo del termo de casa, a una temperatura más o menos constante de 20ºC.
Y pasados 41 días aquí tenéis el resultado. Cuatro de las veinte semillas han germinado emitiendo una vigorosa raíz pivotante, que en su afán por profundizar en el terreno, se han visto obligadas a crecer retorcidas.
Su tormento hoy ha finalizado.
He llenado cuatro macetas con tierra vegetal comercial y he procedido a sembrar una semilla en cada una de ellas.
Al ir a sembrar la más desarrollada, el capuchón leñoso de la semilla se ha desprendido y han aparecido las cuatro primeras hojitas, que con toda probabilidad mañana o pasado mañana estarán completamente abiertas mirando hacia la luz de su dios Sol, el que les da la vida.
Las cuatro araucarias recién nacidas ya trasplantadas en una maceta.
Debido a que es un árbol subtropical y por tanto bastante friolero en su infancia, las mantendré a una temperatura estable hasta la primavera, en un contenedor de plástico que acabo de comprar por 13 euros en una tienda regentada por una señora china.
Éste es el único ejemplar, todavía adolescente a sus 44 años, que embellece mi jardín. Lo compré en un vivero de plantas a finales del tórrido y seco verano de 1985. Medía 90 centímetros y tenía nueve pisos, es decir, nueve años. Actualmente mide unos 8 metros. Cada año brota cinco ramillas que se distribuyen en un mismo plano horizontal de simetría pentagonal, de ahí su nombre de árbol de pisos. Según sea un año más o menos lluvioso o seco, el brote crece en consonancia con la disponibilidad de agua, aumentando o disminuyendo las distancia entre los sucesivos pisos.
En esta imagen se aprecian bien los pisos con cinco ramas en cada uno de ellos. El nido que coloqué sobre una de sus ramas hace algo más de tres años todavía no ha interesado a ningún pajarillo.
Mismo nido anterior recién colocado el día 9 de noviembre de 2016.
En este hermoso ejemplar de unos 16 años, fotografiado el año 2013 en los jardines de Sa Granja del pueblo mallorquín de Esporles, se aprecian muy bien los pisos.
Y en esta espectacular imagen de postal podéis ver la gigantesca araucaria excelsa que embellece sobremanera el Parque del Loro de Tenerife, como si fuera la gran sacerdotisa del dios de los guanches que habita en la cumbre del cráter del Teide.
Tronco de mi Pino de Norfolk. A sus 44 años tiene un grosor de unos 20 cms. Tras él se ven los tubos metálicos que distribuyen el agua de riego por todo el jardín. El suelo está cubierto de hojarasca rojiza.
Estas dos araucarias centenarias que crecen en pleno casco urbano del pueblo mallorquín de Sóller son los progenitores de las semillas que he sembrado. Resulta muy llamativo el dimorfismo sexual de esta conífera del Pacífico. Ambos ejemplares tienen la misma edad y la misma altura, pero la hembra, mucho más vigorosa, tiene un grosor de tronco y una anchura de ramas prácticamente el doble que el macho que tiene a su derecha. Las sembró un indiano que hizo fortuna en Puerto Rico y volvió rico.
Bellísimo tronco de la araucaria hembra anterior, que este invierno dispersó miles de semillas por las calles de todo el pueblo.
Hojas de tacto suave de la Araucaria heterophylla. Estos brotes terminales son utilizados por los viveristas para reproducir la planta vegetativamente, pero al ser laterales, una vez enraizados tienen tendencia a crecer horizontalmente, a diferencia de las plantas nacidas de semilla.
La corteza es lisa y luce un bonito color salmón. Su capa más externa cubierta de musgo se va desprendiendo en forma de fragmentos papiráceos que se enrollan sobre si mismos a medida que se despegan de la nueva corteza.
Edito diez días después, día 4 de febrero de 2020, para mostraros las cuatro pequeñas araucarias ya nacidas y con sus cuatro hojitas desplegadas.
¡Qué bonitas! ¿Verdad?
Estos son los restos de las cáscaras vacías de las semillas.
Edito noventa y siete días después, día 11 de mayo de 2020, para mostraros las cuatro
pequeñas araucarias ya crecidas con sus primeras ramas.
A la de arriba le cuesta prosperar, pero poco a poco va brotando.
Una de las dos más hermosas.
Y esta la otra.
Edito día 26 de septiembre de 2020 para mostraros la evolución de las
pequeñas araucarias
Así de hermosas se ven a los ocho meses de edad. La que falta se la regalé a un amigo.
Esta es la más vigorosa.
Y aquí la tenéis siete meses después, el día 23 de abril de 2021. Ahora tiene quince meses.