domingo, 19 de febrero de 2017

SIEMBRA DE PATATAS EN UN MACETÓN

Siempre he deseado hacer este experimento: comprobar si se pueden cultivar patatas con éxito en un macetón y cuántos kilos puedo obtener de tres patatas. Así que ayer me puse manos a la obra y rellené tres macetones con diferentes materiales vegetales compostados. Este método es ideal para cultivar nuestras propias patatas en un balcón o una terraza.

Como semilla utilicé tres patatas rojas de la variedad norteamericana Red Pontiac, buenas para hervir, tres patatas negras de la variedad peruana Vitelotte noire y tres patatas blancas de la variedad holandesa Caesar, buenas para freír.

Aquí podéis ver los tres grandes macetones. He necesitado mucha materia orgánica para rellenarlos. En la parte inferior como drenaje he puesto una gruesa capa de unos 25 centímetros de fibras y pecíolos medio compostados de palmera canaria y trozos de un tronco podrido de un viejo ciprés que murió abatido por el viento hace unos 12 años, por encima una capa de fibra de coco de unos 5 centímetros y finalmente en la parte superior una capa de unos 10 centímetros de tierra vegetal Composana que siempre me ha dado muy buenos resultados.

Antes de sembrarlas he tenido las patatas dentro del invernadero durante dos semanas para que sus yemas empezasen a brotar. En la imagen podéis ver los brotes de una patata Caesar, la menos friolera.

Las tres patatas Caesar ya situadas en su respectivo macetón.

Brotes de una patata Red Pontiac, cuya piel y brotes son rojos por contener antocianos antioxidantes de dicho color.

Las tres patatas Red Pontiac en su macetón.

La patata negra de los Andes peruanos es tan rica en antocianos morados y azules que a simple vista se ve negra. Su poder antioxidante y estimulante de las defensas es muy grande. Debería promocionarse su consumo. Como podéis ver sus yemas son tan oscuras como la patata misma.

Bajo la intensa luz del sol se ven de color morado muy oscuro.

Ya están sembradas las nueve patatas.

Ya sólo queda cubrirlas de tierra y regarlas.

En mi huerto abundan los mirlos, que tienen la costumbre de escarbar en las macetas creyendo que encontrarán lombrices. Para evitar que me fastidien el experimento he cubierto los macetones con tela mosquitera. Cuando las patatas hayan brotado y ya no haya peligro de que me las arranquen, las destaparé. De paso también las protejo de alguna helada tardía inesperada.

A medida que los brotes crezcan iré añadiendo más tierra, ya que las patateras producen los tubérculos en las raíces adventicias que brotan del tallo.

Durante los próximos meses iré publicando más fotos y os mantendré informados de su evolución. Espero obtener como mínimo de uno a tres kilos de tubérculos por cada patata sembrada.

Edito dia 25 de mayo de 2017 para mostraros la cosecha de patatas.

1º--- Las patatas rojas Red Pontiac seguramente estaban tratadas con polvos antigrillado o antigerminación y acabaron pudriéndose bajo tierra sin echar brotes.

2º--- Las patatas blancas Caesar fueron las primeras en germinar. Los brotes crecieron rápidamente, pero a los tres meses empezaron a secarse sin florecer. 

 Patateras Caesar a los 92 días de la siembra.

 Al volcar el macetón sobre varios sacos de maiz han aparecido numerosas patatas tiernas de mediano y pequeño tamaño.

 Cosecha de patatas Caesar.

De las tres patatas que sembré, que pesaban 500 gramos, he obtenido 2.250 gramos, exactamente un 450% de producción y un 350% de beneficio.

3º--- Las patatas negras Vitelotte noire germinaron una semana más tarde que las Caesar. A los tres meses sus brotes han empezado a secarse sin florecer.

 Patateras Vitelotte noire a los 92 días de la siembra.


Al volcar el macetón sobre los sacos cada patatera ha producido una docena de patatas como las de la imagen.

 Cosecha de patatas negras Vitelotte noire.

De las tres patatas que sembré, que pesaban 200 gramos, he obtenido una cosecha de 800 gramos, exactamente un 400% de producción y un 300% de beneficio.

 El total de la cosecha: 3.050 gramos.
 
Y aquí tenéis la cena de patatitas nuevas que me preparé, acompañándolas con habas tiernas, una alcachofa, un tomate Raf y un botifarrón mallorquín para dar sabor al guiso, todo regado con un chorreón de aceite de oliva virgen extra.

sábado, 18 de febrero de 2017

Tortilla de patatas con espárragos trigueros y lágrimas de la Virgen

 Hoy me he fijado en que ya han florecido los ajos silvestres llamados Lágrimas de la Virgen, Allium triquetrum. También están brotando los turiones de los espárragos trigueros, Asparagus acutifolius y como cada año por estas fechas me ha apetecido hacerme una tortilla con estas dos plantas silvestres.

INGREDIENTES

-Medio kilo de patatas de la variedad Ágata.
-Un manojo de espárragos trigueros.
-Una docena de inflorescencias de lágrimas de la Virgen.
-Aceite de oliva.
-Pimienta negra.
-Sal.

 Las florecillas de este ajo silvestre son muy bonitas vistas de cerca.

 Una docena de inflorescencias son suficientes para una tortilla para dos personas.También se pueden comer crudas tal cual en ensalada. Tienen un sabor muy suave a ajo y le dan un toque delicioso a la tortilla.

 Éstos son los espárragos trigueros que he cogido dando una vuelta por mi huerto. Dan un sabor intenso y exquisito a la tortilla.

 Y aquí la tenéis. Os aseguro que me he puesto las botas.

Jugosa, melosa, sabrosa, una explosión de aromas y sabores en la boca. 

¡Buen provecho, amigos!


sábado, 28 de enero de 2017

¿Por qué sólo llevamos entre un 2% y un 6% de genes neandertales en nuestro genoma híbrido?

Homo sapiens X Homo neanderthalensis : la genética es irrefutable y nunca miente.

De no haberse diferenciado tanto su genoma por haber permanecido las dos especies separadas durante 590.000 años, seguramente tendríamos cerca del 50% de genes neandertales en nuestro ADN híbrido y la mitad de nosotros seríamos pelirrojos o rubios y tendríamos los ojos azules y la piel mucho más blanca.

Cuando ambas especies de homínidos se encontraron en Oriente próximo y en Europa, tras la salida de África del Homo sapiens, sus genomas se habían diferenciado tanto que sólo eran compatibles parcialmente. Habían dejado de ser razas 100% compatibles del género Homo (como por ejemplo lo son los esquimales del Ártico y los bantúes africanos o los tibetanos y los bereberes) y se habían convertido en especies bien diferenciadas y casi incompatibles. Este casi significa que todavía podían tener descendencia (como los caballos y las burras o los caballos y las cebras), pero sólo algunas de sus hijas nacían sanas y fértiles, mientras que las demás hembras y los varones o bien eran estériles o bien nacían portando numerosas enfermedades genéticas e inmunológicas que acortaban sus vidas, por lo que casi no les daba tiempo a dejar descendencia. De haber estado separadas ambas especies más de un millón de años sus genomas se habrían diferenciado tanto entre sí a través de mutaciones que habría resultado imposible una hibridación interespecífica.

Para entender esta incompatibilidad debemos tener en cuenta los siguientes puntos:

A- El cromosoma Y neandertal no ha dejado rastro en el genoma del sapiens moderno.

De ello se deduce que los híbridos varones hijos de padre neandertal y madre sapiens eran estériles. En el cromosoma Y neandertal, muy similar al de los chimpancés y los bonobos, sólo había los genes que codifican la diferenciación sexual del embrión masculino y la producción de testosterona, pero estaban ausentes los genes que codifican la formación de células germinales en los testículos, es decir, las espermatogonias. Ello daba lugar a híbridos varones neandertal-sapiens perfectamente conformados y aparentemente sanos, pero cuyo semen carecía de espermatozoides. En los neandertales los genes que codifican la espermatogénesis estaban localizados en el cromosoma X, mientras que en los sapiens estaban en el propio cromosoma Y. De ahí que la combinación de un X sapiens y un Y neandertal careciera de los genes de la espermatogénesis y por tanto todos los híbridos varones eran estériles.

Por otro lado, la otra combinación posible en varones, la de un padre sapiens y una madre neandertal, producía también esterilidad, ya que la existencia de dos grupos de genes no homólogos e incompatibles que intentaban codificar la espermatogénesis de forma independiente unos de otros, los genes neandertales en el cromosoma X y los genes sapiens en el cromosoma Y, al intentar realizar su función por distintas vías y a través de distintos mediadores químicos, daba lugar a una alteración tan severa en la formación de las células germinales en los testículos que derivaba también en la esterilidad de los varones sapiens-neandertal.

Así pues, los genes neandertales que llevamos en nuestro genoma moderno han llegado hasta nosotros casi exclusivamente por vía femenina.

B- El cromosoma X neandertal sólo ha dejado unos pocos genes neandertales integrados en nuestro cromosoma X moderno.

Esto significa que el cromosoma X neandertal no sólo provocaba esterilidad en los híbridos varones de primera generación, sino también en los nietos y biznietos de segunda y tercera generación ad infinitum a través de las hembras híbridas, que transmitían a sus hijos varones su cromosoma X neandertal. Con el paso del tiempo la prevalencia de dicho cromosoma, al transmitirse sólo por vía materna, fue disminuyendo de generación en generación hasta la actualidad en que sólo quedan de él unos pocos genes en el cromosoma X de algunos humanos modernos.

C- El cromosoma mitocondrial neandertal no ha dejado ningún rastro en nuestro cromosoma mitocondrial moderno.

El llamado cromosoma o ADN mitocondrial és un fragmento de ADN situado en los orgánulos intracelulares llamados mitocondrias. Su misión es regular el metabolismo celular y sólo lo transmiten las madres a través del óvulo a todos sus hijos, tanto varones como hembras. El hecho de no haberse encontrado ningún gen mitocondrial de origen neandertal en nuestras mitocondrias es una prueba contundente de que sólo ha llegado hasta nosotros el ADN mitocondrial sapiens. Algo impidió que las hembras neandertales al cruzarse con un varón sapiens transmitieran su cromosoma mitocondrial a sus descendientes híbridos. ¿Era tal vez incompatible este fragmento de ADN no nuclear con la supervivencia de los híbridos gestados por una hembra neandertal? ¿Nacían enfermos y no llegaban a reproducirse al morir muy jóvenes?

D- El cromosoma 7, que en los sapiens modernos contiene los genes que codifican el lenguaje, también carece de genes de origen neandertal.

De ello se infiere que el cromosoma 7 neandertal carecía de los genes del lenguaje, bien porque todavía no habían adquirido dicha capacidad o bien porque los genes del lenguaje neandertales estaban situados en otro cromosoma distinto al 7, siendo esta segunda hipótesis la más probable, dado lo evolucionados que estaban los neandertales en el momento del encuentro entre las dos especies, tanto o más que los primeros sapiens africanos recién llegados a Eurasia.

Muchos de los genes heredados de los neandertales favorecieron la supervivencia de los híbridos al hacerlos más resistentes al frío extremo y a la escasa luminosidad del norte de Eurasia. Los sapiens procedían del África tropical, eran pues de piel muy oscura y su metabolismo no estaba adaptado a soportar el frío. Los neandertales, en cambio, habían evolucionado durante 590.000 años desde su ancestro africano con numerosas mutaciones adaptativas a las bajas temperaturas y a la baja radiación ultravioleta del siempre nublado norte, modificando su metabolismo y transformando la eumelanina de su piel, su iris y su pelo (piel, ojos y cabello muy oscuros), que en África les protegía del sol tropical, en feomelanina (piel blanca con pecas en las zonas expuestas al sol, ojos azules, grises o verdosos y cabello pelirrojo), que permite la absorción de los rayos ultravioleta a través de la piel y facilita así la síntesis de vitamina D.


Al hibridarse medio millón de años después con su lejano pariente africano, el Homo neanderthalensis transfirió a los híbridos sus adaptaciones metabólicas al frío, la blancura de su piel, sus ojos claros y su pelo rojizo. Esto les permitió mantener sus huesos fuertes, de manera que los híbridos de piel clara sobrevivían más que los sapiens puros de piel oscura, al sufrir menos fracturas y consolidarse antes los huesos fracturados.

Por otra parte, los mismos genes neandertales que permitieron sobrevivir a los híbridos, en combinación con otros genes, digamos, inadecuados para los sapiens, les ocasionaron enfermedades metabólicas y autoinmunes que han persistido hasta nuestros días: diabetes tipo II, hiperlipemia, tendencia a la obesidad, hipertensión arterial, cardiopatía hipertensiva, lupus, psoriasis, vitíligo, queratosis actínica, depresión, artritis reumatoide, tiroiditis de Hashimoto, cirrosis biliar, enfermedad de Crohn y otras patologías.

Según las últimas estimaciones de los genetistas que están estudiando esta apasionante hibridación se calcula que sumando los diferentes genes neandertales encontrados en  los numerosos genomas euroasiáticos actuales estudiados se puede deducir que sobrevive en nosotros hasta un 30% del genoma neandertal, aunque a nivel individual cada uno de nosotros sólo llevemos entre un 2% y un 6% de sus genes.

CRUZAMIENTOS POSIBLES SAPIENS X NEANDERTAL

-Hijos varones de padre Sapiens y madre Neandertal --> Estériles  a causa del cromosoma X neandertal  de su madre que bloquea o altera la espermatogénesis.

-Hijos hembras de padre Sapiens y madre Neandertal --> Esta combinación provocaba el aborto del feto hembra o baja esperanza de vida en las hijas híbridas a causa del cromosoma mitocondrial neandertal de su madre.

-Hijos primogénitos varones de padre Neandertal y madre Sapiens --> Viables pero estériles. El cromosoma Y neandertal en híbridos varones provocaba esterilidad por ausencia de espermatogénesis en sus testículos.

-Hijos segundos varones de la misma madre, posteriores al primogénito, de padre Neandertal y madre Sapiens --> No viables (los embriones abortaban porque los antígenos de histocompatiblidad del cromosoma Y neandertal generaban anticuerpos de rechazo en la madre sapiens que ya había gestado antes a un híbrido varón con Y neandertal).

-Hijos hembras de padre Neandertal y madre Sapiens --> Viables y fértiles en primera generación--> Hembras A

-Hijos varones de padre Sapiens y madre híbrida viable y fértil (hembra A) --> (Retrohibridación) --> 50% de hijos varones híbridos de 2ª generación sanos y fértiles (sólo los que heredaban el cromosoma X sapiens de su abuela sapiens) y el restante 50% con el cromosoma X neandertal de su abuelo, estériles.

-Hijos varones de padre Neandertal y madre híbrida viable y fértil (hembra A) --> (Retrohibridación) --> 50% de hijos varones híbridos de segunda generación viables y fértiles (X neandertal + Y neandertal, compatibles entre sí) y el otro 50% viables y estériles (X sapiens + Y neandertal).

-Hijos hembras de padre Sapiens y madre híbrida viable y fértil (hembra A) --> (Retrohibridación) --> 100% de hembras híbridas de segunda generación viables y fértiles. (50% X sapiens + X neandertal igual a su madre y el otro 50% X sapiens + X sapiens).

-Hijos hembras de padre Neandertal y madre híbrida viable y fértil (hembra A) --> (Retrohibridación) --> 100% de hembras híbridas de segunda generación viables y fértiles. (50% X neandertal + X neandertal y el otro 50% X neandertal + X sapiens igual a su madre).

Así pues, en conclusión, si los humanos actuales de origen euroasiático llevamos genes neandertales en nuestro genoma es gracias a nuestras abuelas sapiens, quienes, bien voluntariamente (algunos paleoantropólogos suponen que las hembras sapiens se sentían fuertemente atraídas por los varones neandertales, mucho más robustos y viriles que los sapiens) o por violación, fueron fecundadas con el semen de un neandertal y permitieron a sus descendientes híbridos adaptarse y sobrevivir al gélido norte. Muchos de sus descendientes pagaron el experimento interespecífico con sus vidas y otros muchos jamás tuvieron descendencia, pero el resultado final fue un homínido con una inteligencia y una capacidad de adaptación extraordinarias.

El Homo neanderthalensis no se extinguió, no desapareció, no fue aniquilado por el Homo sapiens. Los últimos estudios concluyen que ambos homínidos llegaron a convivir amistosamente juntos, incluso en clanes mixtos, durante varios milenios y acabaron fundiendo sus genomas en una nueva especie, el Homo hybridus, ¡Nosotros!

Recreación novelada ---> TZAH, EL DRIMISH



sábado, 14 de enero de 2017

Hermano bosque, hermana humana

(Segunda parte de Hermana encina, hermana humana)

La quinceañera Eufrasia no quiso comerse la primera bellota de Heliodora, su hermana encina. Esta la había madurado para ella en su primera fructificación. Era un regalo de amor hacia su hermana humana. Bueno, en realidad había madurado tres, pero las otras dos eran para los padres de Eufrasia. Ellos sí se las comieron. 


A Robustiano, su padre, se le humedecieron los ojos por la emoción cuando sintió en su boca el dulzor de la pulpa blanca de la bellota. Él lo había intuido quince años atrás cuando sembró la semilla de la que nacería Heliodora. Los frutos del amor deben ser dulces, en justicia no pueden ser amargos, y Robustiano la había sembrado con mucho amor. 

Eufrasia, pues, no se comió su bellota. Tras darles a sus padres las otras dos, se guardó la suya en un bolsillo y estuvo pensando qué hacer con ella durante toda la tarde. No habiendo encontrado todavía una respuesta, por la noche, nada más acostarse y dormirse, empezó a soñar y en su mente vio en sueños un inmenso bosque de imponentes encinas, tan tupido que bajo las copas de los árboles, en el sotobosque, reinaba una oscuridad casi absoluta. Solo algún travieso rayo del sol osaba atravesar aquel inmenso mar de ramas y hojas creando un paisaje de ensueño, de cuento de hadas. 


Se veía a sí misma paseando por el interior del encinar, acariciando con ternura los gruesos, oscuros y rugosos troncos de las encinas, hablándoles palabras bonitas, como había aprendido a hacer imitando a su padre, aspirando el aire húmedo, limpio y fresco con aroma a hojarasca buena, sintiendo como una caricia en sus oídos el suave murmullo de las hojas mecidas por la brisa y el piar feliz de los pajarillos que allí vivían y notando el agradable crepitar del grueso mantillo bajo sus pies. De pronto, en lo más profundo de aquel bosque interminable, se encontró con un árbol descomunal, un coloso, un gigante vegetal, la encina más alta y gruesa de todo el encinar, cuya enorme copa de oscuras hojas sobrepasaba en muchos metros a todas las demás. Era Heliodora, su hermana de madera. 


Habían transcurrido más de sesenta años y ambas hermanas, la humana y la arbórea, eran ya dos ancianas septuagenarias. Eufrasia la reconoció enseguida, se abrazó a su tronco, besó su áspera corteza, y le saltaron las lágrimas de pura emoción. La quería con toda el alma.

Cuando Eufrasia despertó de su sueño, miró la bellota con ternura, la acarició entre sus dedos, le dio un beso, y entonces se le iluminaron los ojos y de pronto supo lo que tenía que hacer. Se vistió a toda prisa, desayunó el vaso de leche de cabra con miel de romero que le había preparado su madre Matilde y salió corriendo hacia el campo presa de una gran excitación. En su mano llevaba la primera bellota de Heliodora. 

Atravesó rauda el tortuoso sendero del castañar y llegó a donde estaba su amada hermana de madera. La miró con ternura sintiendo un gran amor por ella y en su mente le habló palabras bonitas.

—Heliodora, hermanita mía, no quiero tu primera bellota. Te agradezco tu regalo de amor, pero es tu hija y sería una crueldad comérmela y matarla. Yo te la devuelvo para que de ella nazca otra encina tan hermosa como tú. La sembraré cerca de ti y así la verás crecer y os haréis compañía —le dijo emocionada su hermana humana.

—Eufrasia, hermanita mía, tu gesto al devolverme a mi hijita es mucho más hermoso que el mío al regalártela. Verla crecer a mi lado me llenará de felicidad. ¡Gracias, muchísimas gracias! —le contestó su hermana encina con su ronca y profunda voz de madera.

La muchacha buscó entonces un palo, cavó con él un pequeño hoyo en la tierra y sembró allí la bellota y, como hiciera con Heliodora, cada día de primavera y verano le llevó una botella de agüita dulce para que bebieran sus raíces sedientas y en otoño e invierno un puñado de nutritivo estiércol de oveja, como si de una golosina se tratase, para que estuviera bien alimentada y creciera sana y vigorosa como su madre.


Y así, a partir de entonces, cada otoño Eufrasia recogía la abundante cosecha de bellotas dulces de Heliodora, sembraba la mitad de ellas alrededor de su hermana encina y les llevaba a sus padres la otra mitad. Sesenta años después las decenas de miles de bellotas que había sembrado año tras año alrededor de su hermana Heliodora se habían convertido en un bosque inmenso, bellísimo, tan tupido que resultaba casi impenetrable y sobre todo rebosante de vida, tanto que miríadas de aves y otros animalillos lo habían convertido en su hogar y llenaban su silencio con sus incesantes cánticos de alegría de vivir. 

Eufrasia lo dejó escrito en su testamento: "Cuando muera, quiero que esparzan mis cenizas a los pies de mi hermana encina. Así sus raíces se alimentarán de los minerales que forman mi cuerpo, y pasaré a formar parte de ella, de su tronco, de sus ramas, de sus hojas, de sus bellotas y de su alma de madera".


domingo, 11 de diciembre de 2016

Reproducción de esquejes de Kauri de Nueva Zelanda en mini-invernadero con fibra de coco

 El Kauri de Nueva Zelanda, Agathis australis, es una conífera gigantesca que apareció sobre la Tierra hace 190 millones de años durante el Cretácico. Desde entonces vive en la isla Norte (Te Ika un Maui en idioma maorí), de donde es endémico. Sus brotes tiernos fueron el alimento de los dinosaurios herbívoros australes cuyos larguísimos cuellos, cual jirafas reptilianas, les permitían alcanzar las elevadas copas de este fantástico árbol que en los ejemplares más longevos llega a superar los 50 metros de altura.

 Esta mañana, viendo que mis 14 ocas se han dedicado a picotear las ramillas más bajas del kauri, pasando sus cabezas por los angostos espacios de la tela metálica que lo debía proteger, se me ha ocurrido aprovecharlas para intentar reproducir este árbol tan querido por mí. Si logro que al menos una de ellas eche raíces, será un regalo para mis amigos Jaume y Matilde. Ellos me trajeron el kauri desde Nueva Zelanda. Así tendrán un hijo clónico suyo que embellecerá todavía más su fantástico jardín.

 Extremos de las ramillas picoteadas por las ocas.

 Tras eliminar las puntas picoteadas, he raspado superficialmente la corteza de la base de cada ramilla con la intención de dejar al descubierto el cambium y facilitar así la emisión de raíces. No les he puesto hormonas de enraizamiento, pero sí he mojado la base de la mitad de los esquejes en un vaso de agua con vitamina B1 (Tiamina), para comprobar si realmente sirve para que echen raíces con más facilidad. Hace años era utilizada por algunos maestros del arte del Bonsai.

Sólo he utilizado una ampolla.

 Las botellas de plástico transparente son ideales para fabricar con ellas un mini-invernadero. Tras partirlas por la mitad con unas tijeras sin llegar a cortarlas del todo (dejo sin cortar unos tres centímetros a modo de bisagra), las he rellenado con fibra de coco humedecida.

 Con la ayuda de un destornillador he hecho un agujero en la fibra de coco y he sembrado en él una ramilla.

 La siembra ha finalizado. Sólo resta volver a pegar las dos partes de la botella con cinta plástica transparente de embalar.

 Esta cinta ancha es ideal.

 Tras la siembra he humedecido los esquejes con agua, pulverizándola a través de la boca de la botella.

 Para finalizar he cerrado cada botella con su respectivo tapón. El esqueje de la imagen es el más sano, el único que no está picoteado por las ocas.

 He sembrado también dos estacas de pistacho hembra y una de higuera "Panaché".

 Al igual que en los seis esquejes de kauri, he raspado la corteza de la base de las tres estacas para dejar al descubierto el cambium.

Aquí podéis ver los nueve mini-invernaderos con su respectivo esqueje. A continuación, tras hacerles esta foto, los he situado a la semisombra de una imponente encina dulce de 33 años de edad. Reciben mucha luz durante todo el día sin sol directo. Sólo les llegan algunos rayos tamizados que logran filtrarse a través de la tupida copa de la encina.

 Así era mi Kauri el día 23 de enero de 2012. Medía unos 30 cms.

Y aquí lo tenéis a día de hoy. Dentro de un mes se cumplirán cinco años de su llegada a Mallorca. Ya ha alcanzado los 2 metros de altura. Crece una media de 34 centímetros por año. Si os apetece conocer su historia, aquí tenéis el enlace a la entrada que escribí sobre él.---> Kauri de Nueva Zelanda: mi tesoro austral y un sueño hecho realidad

Me hace mucha ilusión que agarre alguno de los esquejes.

¡Deseadme suerte, amigos!

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El experimento no funcionó y para colmo mi kauri murió ahogado por una larga raíz de un drago de Canarias que creció hacia sus raíces y las envolvió en un abrazo mortal como si fuera una cabellera, impidiéndole absorber el agua y los alimentos y matándolo literalmente de hambre y sed. No lo supe hasta que lo arranqué ya muerto y me encontré con el asesino invisible. De haber sabido que el drago elimina de esta manera tan cruel todas las plantas de sus alrededores que puedan hacerle la competencia, el asesinado habría sido él.

En fin. Así funciona la naturaleza.

sábado, 3 de diciembre de 2016

El Ricino: un veneno, una medicina, una tortura

El ricino es una planta muy "inteligente", tanto que desde su lugar de origen, el África tropical, con la ayuda del hombre ha conseguido expandirse y adaptarse a climas mucho más fríos y se ha asilvestrado con gran éxito en prácticamente todas las regiones de la Tierra con un clima templado-mediterráneo hasta convertirse en una plaga. Hoy mismo he dado una vuelta por las carreteras circundantes de mi pueblo y he podido ver numerosos ricinos en cunetas y escombreras. Sólo le teme a las heladas intensas y acepta cualquier tipo de suelo, desde ácido a alcalino, desde nitrificado a muy pobre en nutrientes, desde arenoso a calcáreo-arcilloso.

 Aunque venenoso, el ricino de la variedad roja, Ricinus communis var. sanguineus, siempre se me ha antojado muy bonito. Alcanza un porte subarbóreo de hasta 7 metros de altura. Los tallos jóvenes y los pecíolos de las hojas lucen un vistoso e intenso color rosado-rojizo. Este ejemplar vive feliz en mi jardín. Procede de una semilla de un viejo ricino silvestre que crece esplendoroso en la grieta de una roca de arenisca en el sur de Mallorca prácticamente sin nutrientes y con poquísima agua.

La otra variedad, Ricinus communis var. minor, es verde-cenicienta en todas sus partes y su porte es más bajo y menos vigoroso.

Esta planta es muy parecida al hombre. Ambas especies, la vegetal y la humana, son originarias de África tropical y ambas han expandido sus poblaciones al resto del planeta, adaptándose a los variados climas con los que se han ido encontrando en su expansión. Como el mismo hombre el ricino es, pues, un campeón de la supervivencia. Es una especie vencedora. 

 Inflorescencia de ricino rojo con las flores femeninas en su extremo distal y las masculinas en la parte inferior. Para evitar la autopolinización las flores femeninas se abren unos días antes que las masculinas, lo que recibe el nombre de protoginia, de manera que una vez fecundadas por el polen de otra planta, su estigma se cierra y seca, momento en que se abren las flores masculinas con sus numerosos estambres cargados de polen, que el viento lleva lejos en busca de los estigmas receptivos de otra planta.

 Flores femeninas, algunas de ellas con el estigma ya seco tras la fecundación. Las seis ramas del estigma en forma de estrella de mar o de pulpo tienen una superficie verrugosa y pegajosa para facilitar la adherencia de los granos de polen arrastrados por el viento.

Flor masculina con numerosos estambres ramificados en forma de coliflor. 

 Las inflorescencias se desarrollan en el extremo de los tallos. Tras la fecundación de las flores femeninas y el engorde de los ovarios maduran los frutos que están cubiertos de espinas poco punzantes.

 Detalle de los frutos y sus espinas. Si os fijáis, las puntas de las espinas están recurvadas en forma de gancho diminuto, cuya misión consiste en engancharse al pelo de los grandes mamíferos africanos, como si de velcro se tratase, para utilizarlos inteligentemente como mulas de carga, consiguiendo así ser llevados lejos de la planta madre para conquistar nuevos territorios. Además de este medio de dispersión, la ligereza de los frutos permite que el viento los arrastre con facilidad. Y por último, la estructura suberosa de las paredes de los frutos permite que floten sobre el agua de los torrentes y ríos. Así pues, su inteligencia le permite aprovechar tres medios de dispersión de sus semillas: la animal (zoocoria), la aérea (anemocoria) y la acuática (hidrocoria). 

Cada flor femenina cuenta con un ovario trilocular. Tras la fecundación a través del viento por el polen de las flores masculinas de otra planta de ricino, el ovario se transforma en un fruto con tres cavidades o lóculos, en cada uno de los cuales se desarrolla una semilla.

En este fruto maduro se pueden ver los restos del estigma rojizo en forma de pulpo de la flor femenina. 

Sus genes ancestrales de adaptación al frío, a pesar de su origen tropical, le han facilitado el éxito en su supervivencia. Sin duda en algún momento de su evolución africana consiguió superar un cambio climático con un enfriamiento más o menos rápido de su hábitat mediante mutaciones e hibridaciones adaptativas, que posteriormente dejaron de serle útiles al volver a calentarse la Tierra con un nuevo cambio climático cálido. Los genes de resistencia al frío no desaparecieron de su genoma, simplemente quedaron bloqueados, inactivados. Cuando con la ayuda del hombre fue llevado a regiones más frías, los genes durmientes fueron nuevamente activados para que pudiera adaptarse y soportar las heladas suaves del clima mediterráneo.

 Los tres lóculos de un fruto abierto.

 Semillas de ricino con un diseño cromático bellísimo.

 Cada semilla cuenta con una carúncula reniforme, es decir, en forma de pequeño riñón blanquecino, de consistencia esponjosa y muy rica en nutrientes, para aprovechar un cuarto medio de dispersión: las grandes hormigas africanas con fuerza suficiente para transportar las semillas con sus mandíbulas. Tras alimentarse de la carúncula comestible, desechan el resto de la semilla por su toxicidad. De esta manera, regalando una golosina a las hormigas, el ricino consigue que lleven sus hijos, sus semillas, lo más lejos posible, lo que en botánica recibe el nombre de mirmecocoria (dispersión por las hormigas).

 Las semillas del ricino son tan bonitas que metidas en un frasco lucen como pequeñas joyas.

Al aplastar entre los dedos una semilla de ricino nos damos cuenta de la untuosidad de sus cotiledones por su riqueza en aceite, hasta el 50% de su composición. 

El aceite de ricino es purgante en pequeñas dosis y llega a ser letal en altas dosis. Fue usado hace décadas en farmacopea como laxante en estreñimiento y como crecepelo para la calvicie. En nuestra fratricida guerra civil fue utilizado como método de tortura de los prisioneros y de los opositores políticos, obligándoles a ingerir fuertes dosis de aceite de ricino, que les provocaba vómitos y diarreas incoercibles, con la intención de hacerles hablar o simplemente de humillarles y denigrarles.

En la actualidad, además de sus aplicaciones en la industria química y farmacéutica (ya no se usa como laxante, aunque sí como escipiente de algunos medicamentos),  se está utilizando como lubricante en aeronáutica y dada la carencia energética se está sopesando su uso como biocombustible. El ricino tiene pues su futuro asegurado de la mano del hombre.