Me había levantado pronto para ir a recorrer el Sendero largo del Pijaral que lleva hasta el impresionante Roque de Anambro, situado en pleno Parque Rural de Anaga, en el extremo norte de Tenerife. Mi máxima motivación para recorrerlo era encontrar y ver por primera vez en mi vida uno de los helechos más primitivos del Planeta, el Hymenophyllum tunbrigense. Este helechito diminuto y transparente, a medio camino entre un musgo y un helecho, era para mí una asignatura pendiente desde hacía muchos años.
El sendero estaba húmedo, resbaladizo y en penumbra, totalmente cubierto por las tupidas copas de los brezos endémicos, Erica platycodon, llamados localmente tejos, que sólo dejaban pasar algún tímido rayo de luz. Tenía la sensación de caminar por un tunel vegetal. Hacía frío y el aire estaba saturado de humedad, pues todo el Parque estaba cubierto por una espesa niebla en contínuo movimiento que subía a gran velocidad desde el mar, chocaba con las copas de los árboles y arbustos del bosque de Laurisilva que cubre todo el Macizo de Anaga, se adentraba por entre las hojas y las ramas y a su paso iba impregnando de rocío todo lo que tocaba. Ya condensado en forma de agua dulce de una gran pureza, caía gota a gota sobre el suelo volcánico hasta formar pequeñas charcas y algún riachuelo. Me encontraba inmerso en pleno fenómeno de Lluvia horizontal macaronésica.
Para no resbalar y sortear los charcos iba mirando donde ponía los pies, lo cual me impedía fijarme en los troncos de los brezos, hábitat preferido del Hymenophyllum. Al poco rato me sentí ligeramente mareado pues mis ojos iban de mis pies a los troncos de cada lado y otra vez a mis pies, cientos de veces, todo ello aderezado por la humedad altísima, la poca luz y el viento frío que me daba en el lado izquierdo de la cara. En uno de mis pasos tuve que dar un pequeño salto para no pisar unos animalillos negros. Para verlos mejor me agaché y mi sorpresa fue mayúscula. Parecían híbridos de babosa y caracol, es decir, babosas con una concha de caracol bajo la piel de su abdomen. Uauuuu, vaya animalejos, me dije. Y por supuesto saqué mi cámara para llevármelos como recuerdo.
En el Centro de Visitantes del Parque Rural de Anaga le comenté a uno de los técnicos sobre esta babosa-caracol y enseguida supo que le estaba hablando de la endémica Plutonia lamarckii. Tienen incluso un gran poster de invertebrados endémicos donde sale una foto de este animalillo. Si hacéis doble click sobre la foto apreciareis mejor los detalles.
La Plutonia lamarckii es un eslabón en la evolución, un paso intermedio entre una babosa y un caracol, que se ha quedado a medio camino y continúa inmutable desde hace millones de años. Tal vez necesite unos cuantos millones de años más para dar el paso siguiente y convertirse en un caracol con concha externa. Con toda seguridad sigue inmutable sencillamente porque se siente muy a gusto tal como es. Está perfectamente adaptado a los bosques de laurisilva y no necesita para nada cambiar su cuerpo. Ninguna circunstancia ambiental le fuerza en absoluto. Los seres vivos sólo evolucionan forzados por los cambios en su hábitat. Es el famoso principio darwiniano: o te adaptas o te mueres y desapareces de la faz de la Tierra. El hábitat de la babosa-caracol canaria no ha cambiado en millones de años. No necesita evolucionar. Ya está perfectamente adaptada a su medio.
A medida que crece la concha que protege su aparato digestivo y otros órganos vitales, la piel de su abdomen se resquebraja, dejando ver parte de la concha de carbonato de calcio.
En esta otra Plutonia lamarckii se aprecia mejor la espiral de su concha. Sus tentáculos y ojos son típicamente de caracol. Ver y fotografiar este eslabón evolutivo me alegró mucho la mañana, casi tanto como el diminuto helecho que me esperaba a los pocos metros sobre el musgo que cubría un viejo brezo.
Varias frondes de unos 3 ó 4 centímetros de Hymenophyllum tunbrigense. Llama mucho la atención su transparencia. Parece que el helecho y el musgo han evolucionado juntos, pues todos los ejemplares de Hymenophyllum crecían sobre el mismo musgo, que no es el que se ve a la izquierda sino otro más ralo, que vive más pegado a la corteza de los Erica platycodon. Este helecho también vive sobre rocas rezumantes y sombrías con la condición de que estén tapizadas por el mismo musgo simbionte.
Su nombre está formado por dos palabras griegas unidas: Hymen = himen, membrana y phyllon= hoja, o sea, planta con las hojas finas como la membrana del himen y una palabra inglesa latinizada, tunbrigense, es decir, de Tunbridge Wells, ciudad de Kent, en el sureste de Inglaterra, por ser el lugar donde fué descrito por primera vez.
Colonia de Hymenophyllum tunbrigense, a veces formada por cientos de frondes, todos ellos unidos por un largo y ramificado rizoma muy fino que crece inmerso en la capa de musgo, pegado a su vez sobre la cuarteada corteza de los brezos arbóreos. El agua condensada sobre la copa de los árboles baja por la corteza, humedece la capa de musgo que actúa como una esponja y así el rizoma del Hymenophyllum obtiene la humedad permanente que necesita.
Algunas frondes producen soros repletos de esporas. En esta foto se ve la humedad que empapa la fronde. Este helechito, al igual que la babosa-caracol, es otro eslabón intermedio en la evolución. Su aspecto, tamaño y transparencia en poco le diferencian de un musgo, como por ejemplo el Fissidens asplenioides, con el que guarda un gran parecido. Ambos viven en ambientes muy húmedos y sombríos.
Varias frondes del musgo Fissidens asplenioides fotografiado en una roca rezumante muy sombría en la Isla de Faial del Archipiélago de las Azores. Es sorprendente el gran parecido con el Hymenophyllum tunbrigense.
Cuando las esporas del Hymenophyllum están maduras, las valvas de los soros se abren y las dispersan ayudadas por el viento. Si tienen suerte y caen sobre el musgo simbionte, tanto si cubre la corteza de un brezo como una roca rezumante, germinan y vuelve a empezar su ciclo de la vida.
Impactante y majestuoso Roque de Anambro de 815 m. de altura en lo alto del sendero largo del Pijaral. Uno tiene la sensación de estar mirando a un gigante. Su visión no es apta para vertiginosos, pues en este punto el sendero es muy estrecho, a la izquierda hay un profundo acantilado vertical que acaba en el mar, todo él cubierto por plantas de laurisilva y a la derecha un espeso bosque con una gran pendiente. Es como mantener el equilibrio sobre el filo de un cuchillo de roca, cuya punta es el Roque. Su imagen deja un recuerdo indeleble en la memoria.
Fantastico como siempre, cada vez estoy mas convencida de lo sabia que es la naturaleza y cuanto tenemos que aprender de ella. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Conchita. Efectivamente, la naturaleza tiene la virtud de maravillarnos siempre que nos paramos a observarla con ojos de niño, sólo con ojos de niño, nunca con ojos adultos de codicia. Un abrazo.
ResponderEliminarImpresionante amigo Juan. Este pequeño helecho más bien parece algo intermedio entre una alga, un talófito y un helecho. Sencillamente ilustrativo. Y lo del caracol-babosa ... emocionante. Gracias por compartir conocimientos. Un Saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Enric. Si no conoces el Parque Rural de Anaga, te lo recomiendo. Es un pequeño paraíso terrenal. Un saludo.
ResponderEliminarM'encannnnntan tus relatos Juan! Son fascinantes; los protagonistas son gente maravillosa y la pasión que el autor siente por ellos rezuma de cada párrafo. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmela. Eres muy amable. Un fuerte abrazo desde Mallorca.
EliminarFantastic Joan!
ResponderEliminarI love your writings and pictures you share.
Have a nice "wet" day! ;-)
Thank you very much, Koromoto. For me it is a pleasure to share the wonders I encounter in my travels. Best regards.
EliminarCarai, moltes coses són les que, dia a dia, desconeixem i anam aprenent de gent com tu... Gràcies i moltes !!!
ResponderEliminarMoltes gràcies a tu, Pere.
ResponderEliminarQue forma mas bonita de descubrir, grandes cosas de la Naturaleza.
ResponderEliminarMuchas gracias, Cesar. La naturaleza es maravillosa.
ResponderEliminary que hay entre las dos plutonias? parecen huevesillos.
ResponderEliminarEs una piedrecilla con babosidad y algo alargado y negro que podría ser una lombriz muerta o una caca de un pájaro que las Plutonia se estarían comiendo.
ResponderEliminarGracias :)
ResponderEliminargracias y frlicidades por las descubre !!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Albert.
Eliminarpreciosas fotos, puntualizar que es erróneo hablar de eslabón o paso intermedio entre babosa y caracol, la evolución no es lineal, esta especie es el resultado de una selección durante años similar a las especies con concha y babosas actuales, es una más de la especies de gasterópodos que siguen su camino evolutivo en su entorno. la presión selectiva que se ejerza sobre ella en el futuro determinará sus cambios evolutivos que no tiene porque ser ni parecidos al caracol de concha rígida ni a la babosa. Un saludo
ResponderEliminarGracias por tu aportación-opinión, Lino.
EliminarUn saludo.
Buen documento... Comentarle que el brezo y el tejo son plantas diferentes (los lugareños no nombran a una por la otra)... Gracias
ResponderEliminarEn Madeira me he encontrado varios ejemplares de babosa-caracol. Intentando identificarlo he visto tu blog. Magnífico. Un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco Javier. Un saludo.
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