Hace algo más de cinco años, en mayo del 2012, viajé a Alicante, Albacete y Murcia para hacer realidad una de mis asignaturas pendientes: conocer la naturaleza de esta zona de la Península Ibérica que nunca había visitado. En mi ignorancia imaginaba encontrarme con una vegetación mediterránea muy parecida a la de Mallorca, pero al recorrer el tramo desde el aeropuerto de Elche hasta el hotel en mi coche de alquiler me llevé una desagradable sorpresa. El paisaje era extremadamente árido, casi predesértico. Me entristecí y pensé que me había equivocado en mi elección del destino de mis vacaciones, que allí sólo vería hierbajos resecos, torturados por los implacables rayos de un sol tórrido y una cruel y pertinaz ausencia de lluvias.
Como todas las rosas silvestres, la Rosa canina tiene cinco pétalos.
Durante los primeros días visité el Castillo de Sax con una exuberante vegetación rupícola que me fascinó, el bellísimo Castillo de Almansa en Albacete que dejó un recuerdo imborrable en mi memoria y el inalterado y prácticamente virgen Parque regional El Valle y Carrascoy en Murcia, en el que sentí bullir la vida a pesar de su extrema aridez.
Había programado el viaje con la ilusión de ver los helechos alicantinos, murcianos y albaceteños,
pero en ninguno de estos lugares había humedad suficiente para estas plantas tan primitivas,
a medio camino entre las algas y las palmeras, que tanto necesitan al
agua para su crecimiento.
A pesar de haber visto tanta vida y tanta esperanza sentía una decepción inconmensurable en mi alma. Entonces mandé un email a mi amiga Matilde, valenciana ella, gran amante de la vida y la naturaleza como yo, para contarle mis penas. Tras un rato de espera recibí su contestación: "La única zona verdaderamente húmeda de Alicante que yo conozco son Les Fonts de l'Algar situadas en el municipio de Callosa d'en Sarrà."
Aquella noche casi no dormí ansiando que saliera el sol para meterme en mi coche de alquiler y visitar aquellas fuentes alicantinas. Antes de acostarme estudié bien las carreteras en un mapa que me facilitaron en la recepción. Quería ir directamente sin perder ni un minuto del valioso tiempo de mis vacaciones.
La Rosa canina es muy variable en su morfología. A veces cuesta mucho asegurar su exacta taxonomía. Necesité las claves botánicas de Flora Ibérica para definir la especie. Ruego a los expertos en rosales silvestres que si consideran que me he equivocado en la determinación no duden en decírmelo.
Por el camino me encontré con un mar de invernaderos bajo los cuales crecían millones de nísperos del Japón cargados de frutos. Mi afición por la agricultura me obligó a parar en la cuneta para ver mejor aquella interminable explotación hortofrutícola en monocultivo. Quedé impresionado. Bajo el plástico de los invernaderos estos frutales japoneses maduran sus frutos con dos o tres semanas de antelación, tiempo valiosísimo para llenar el mercado de deliciosos nísperos amarillos justo después de la maduración de las primeras cerezas del Jerte extremeño. Gracias a estas semanas de adelanto los avispados agricultores alicantinos obtienen pingües benefícios.
Flor de Rosa canina abriéndose bajo el sol de la mañana.
Continuando por la estrecha y tortuosa carretera de pronto el paisaje cambió y ante mí apareció una vegetación exultante. Había llegado a Les Fonts de l'Algar. No me fue fácil encontrar aparcamiento. Había cientos de visitantes, sobre todo familias con niños. En la entrada había una especie de taquilla donde pagué gustoso la tarifa para acceder a aquel increible oasis lleno de agua y vida. Cascadas, torrenteras, ruido de agua, frescor y ¡helechos! Por fin los veía tras cuatro días buscándolos.
Misma Rosa canina anterior vista desde arriba.
Tras disfrutar de aquella maravilla de la naturaleza y fotografiar los helechos, recorrí los bancales que flanquean la fuente y por primera vez en mi vida vi plantas bellísimas que sólo conocía por los libros o internet. Mi cámara Canon PowerShot SX200 echaba humo. Menos mal que llevaba una tarjeta de memoria suplementaria y una batería de repuesto.
Y allí estaban una docena de rosales altísimos, alguno de los cuales superaba los tres metros, con largas ramas curvadas hacia abajo cubiertas de flores enormes que exhalaban un perfume embriagador. A principios de mayo todavía conservaban unos pocos escaramujos del año anterior y al verlos enseguida me vino la idea de llevarme unos cuantos a Mallorca, para sembrar sus semillas en mi huerto. Siempre que voy de viaje me llevo un recuerdo vivo y en esta ocasión elegí los rosales alicantinos.
Oedemera femorata alimentándose del polen y el néctar de esta flor de Rosa canina. Este escarabajito es uno de sus polinizadores. Produce una sustancia tóxica llamada cantaridina, que libera cuando se siente agredido como mecanismo de defensa para protegerse de sus depredadores.
Nada más llegar a Mallorca sembré las semillas y a las pocas semanas germinaron. Ahora tengo un gran rosal que lleva varios años produciendo rosas y escaramujos. Su crecimiento es tan vigoroso que tengo que podarlo con frecuencia para acortar sus larguísimas ramas.
Rosas de la planta madre alicantina. Son más grandes que las que produce su hijo mallorquín, tal vez porque lo tengo sembrado en un gran macetón. Si lo hubiera plantado en el suelo seguramente sería mucho más vigoroso y produciría flores tan grandes como las de su madre.
Otras rosas alicantinas de Les Fonts de l'Algar. Exhalaban un aroma embriagador.
Las flores de Rosa canina cuando se abren lucen unos pétalos de un color rosa intenso. Con el paso de las horas van palideciendo hasta volverse completamente blancas.
Los estambres masculinos son numerosos y de un color amarillo intenso.
Los estambres rodean a los pistilos femeninos que estan reunidos en una especie de coliflor o piña estigmática receptora del polen. Los estigmas de los pistilos maduran antes que las anteras de los estambres para evitar la autopolinización, lo que se llama protoginia. En la flor de la imagen las anteras masculinas todavía no han madurado y no desprenden ningún polen. Esta rosa está pues en fase femenina. Sólo han madurado los estigmas femeninos. Los granos de polen pegados al cuerpo de los escarabajitos proceden de otra flor en fase masculina y, con el trasiego de los bichitos en busca del delicioso néctar situado al fondo de la flor, se pegan a los estigmas femeninos que tienen adrede una superficie muy pegajosa y los fecundan.
Rosa al tercer día de su apertura. Se aprecia la pérdida progresiva del pigmento rosado y la degeneración de los estambres que ya han cumplido con su misión de producir polen y se van cayendo.
Las abejas melíferas, junto con los escarabajitos del género Oedemera y algunas mariposas son sus polinizadores naturales.
En esta imagen combinada podéis ver el proceso de blanqueamiento progresivo de los pétalos, lo cual da una belleza suplementaria al rosal al llevar flores de distinto color.
Numerosos escarabajitos de la especie Oedemera femorata alimentándose del polen y el néctar de esta rosa a finales de abril.
Las hojas de la Rosa canina llevan entre cinco y siete folíolos. El haz luce un intenso y brillante color verde y su superficie es glabra, es decir, sin pilosidad ni glándulas. El borde de los folíolos es denticulado en forma de serrucho con dientes simples o dobles y en general profundos y estrechos.
El envés de los folíolos luce un color verde más pálido y tampoco presenta ninguna pilosidad, salvo a veces alguna glándula en el raquis.
Lo que si presenta son pequeños acúleos ganchosos en el envés del raquis de la hoja, uno en la inserción de cada par de folíolos.
A lo largo del tallo presenta fuertes acúleos o espinas ganchudas y aplanadas de base de inserción elipsoidal con la punta dirigida hacia atrás.
Los frutos o escaramujos, que en botánica reciben el nombre de úrnulas, a medida que van madurando pasan de verdes a anaranjados hasta acabar luciendo un intenso color rojo.
Detalle de dos escaramujos de Rosa canina todavía a medio camino de la maduración completa.
Los escaramujos presentan un capa carnosa muy rica en vitamina C perfectamente comestible. En su interior se encuentran las semillas rodeadas por pelillos duros como diminutas agujas, cuya misión consiste en irritar el tubo digestivo de las aves y pequeños mamíferos que se alimentan de los escaramujos, para provocarles diarrea, consiguiendo así que defequen muchas veces y repartan las semillas lejos de la planta madre.
Los
escaramujos se pueden consumir directamente tras limpiarlos de semillas
y pelillos. Saben aciditos y a la vez dulces. Se pueden añadir a
ensaladas o preparar con ellos mermelada, jalea, tartas y helado.
Aquella noche le escribí un email a Matilde para darle las gracias por haberme recomendado visitar Les Fonts de l'Algar. En su respuesta me habló de un lugar maravilloso, el Parc Natural del Carrascar de la Font Roja. Fue el mejor regalo que podía hacerme. Guardo un recuerdo imborrable de este parque de ensueño.
¡Muchas gracias, amiga Matilde!