sábado, 25 de mayo de 2013

Cistanche phelypaea, reina de la Ria Formosa

Acababa de llegar a la ciudad portuguesa de Faro, capital del Algarve. Eran las 16´30h de la tarde. Tras registrarme en la recepción del hotel y dejar la maleta en la habitación me apeteció conocer aquella población costera que iba a ser mi ciudad durante una semana y salí a dar una vuelta. Quería ver el Océano Atlántico y pensé que yendo cuesta abajo acabaría en el mar. Como nativo de una isla del Mediterráneo sabía que así ocurre cuando uno está cerca de la costa. A los 15 minutos de caminar por las concurridas calles de Faro siempre cuesta abajo empecé a oler el inconfundible y maravilloso aroma del mar. Seguí el rastro como un sabueso y ante mí tras una verja interminable apareció el inmenso océano.


Hacia la derecha la verja no parecía tener fin, hacia la izquierda se veia a lo lejos un grupo de edificios, así que me encaminé hacia allí. Era la estación del ferrocarril del Algarve que discurre a lo largo de la costa. Entré en el edificio y vi que tenía una salida hacia el otro lado. Atravesé las vías del tren por una especie de pasarela de tablones de madera interpuestos entre los raíles y al otro lado estaba por fin el Atlántico. ¡Qué bien olía!, ¡cómo me gusta el olor a mar!. Aspiré profundamente para empapar mi rinencéfalo de aquel maravilloso aroma  que me hacía sentir bien y de pronto tuve una necesidad imperiosa de tocar el agua.  ¡Uhmm, qué calentita y qué limpia!

 Me encontraba muy cerca de la desembocadura de un pequeño torrente. En la orilla había una gran variedad de plantas halófilas con sus raíces fijadas sobre la arena empapada de agua marina. Me llamaron enseguida la atención estas luminosas flores amarillas que nunca antes habia visto. Deduje que era una planta parásita de la família de las Orobanchaceae, pero hasta que no llegué al hotel y pude buscar información en internet no supe que se trataba de la Cistanche phelypaea. La víctima, el huesped parasitado, era una Salicornia ramosissima.
 
 Varias Cistanche phelypaea parasitando otra Salicornia ramosissima. Cada dia, con la subida de la marea, estas plantas quedan total o parcialmente sumergidas bajo el agua del mar. Se ven restos de algas sobre los tallos de la Salicornia y las inflorescencias de la Cistanche.

 Dos de las Cistanche phelypaea anteriores con los restos de algas.

Tallos carnosos de la Salicornia ramosissima, adaptada a vivir enraizada en la arena salobre.

Detalle de los tallos carnosos de la Salicornia ramosissima.

 
Unos dias después hice una excursión por el espectacular Parque Natural da Ria Formosa en una barquita de la empresa Formosamar, cuyo guía llamado Pedro Malaia me mostró este fantástico lugar, una de las siete maravillas naturales de Portugal. En la imagen se ve muy pequeñita una Cistanche phelypaea señalada con una flecha roja. Al final de este post hay el enlace al artículo de la Ria Formosa.

La Cistanche phelypaea tiene hojas rudimentarias sin clorófila incapaces de realizar la fotosíntesis. En realidad son restos atróficos en regresión evolutiva de cuando esta planta todavía no habia aprendido a parasitar las chenopodiáceas y vivía por sus propios medios como cualquier otra planta. Cuando forzada por cambios climáticos y/o medioambientales bruscos y extremos, ya fuera por sequías persistentes o por la inundación de su medio por agua marina, para no morir por la falta de agua o por la salinidad del suelo una de sus raíces logró penetrar en la raiz de una planta cercana de la família de las Chenopodiaceae mucho mejor adaptadas a las condiciones de salinidad y sequía extremas y pudo así absorber agua dulce y nutrientes ya procesados por la víctima y entonces empezó su aventura parasitaria. Las raíces de sus descendientes heredaron la tendencia a penetrar en las raíces de las chenopodiáceas cercanas y poco a poco fueron perdiendo los cloroplastos y la capacidad de realizar la fotosíntesis, atrofiándose sus hojas hasta convertirse en pequeños muñones sin ninguna función. En la actualidad las raíces de todas las Orobanchaceae se han transformado en unos órganos llamados haustorios especializados en penetrar en el floema de las raíces de sus huéspedes, absorbiendo así la savia de la víctima con sus nutrientes ya procesados y su agua dulce exenta de sales tóxicas.
 
Inflorescencia de Cistanche phelypaea iniciando la floración a mediados de mayo.

Esta bellísima planta florece desde finales de febrero hasta finales de mayo, dependiendo del lugar más o menos cálido donde crecen las plantas de la família de las Chenopodiaceae que són sus huéspedes: Salicornia, Suaeda, Salsola, Arthrocnemum, Hammada, Anabasis, etc... Puele vivir en la costa sobre suelos salobres en márgenes de marismas y albuferas y en el interior sobre suelos margoso-yesosos. Dependiendo del tipo de suelo y de la especie parasitada el color de sus flores puede variar desde casi blanco hasta amarillo más o menos intenso, como las de estas fotos y a veces pueden adquirir un ligero tinte violáceo.

Flores de la Cistanche phelypaea anterior.

Mismas flores vistas desde arriba.

Visión cercana de las flores que impresionan por su belleza, su diseño y su textura.

Tanta belleza para lograr ésto: unas feas cápsulas negruzcas repletas de semillas, sus futuros hijos.

Cápsula y semillas de Cistanche phelypaea

Diminutas semillas con muy pocas reservas de nutrientes en su interior cuya pequeñísima raiz al germinar debe penetrar rápidamente en la raiz de su huesped o de lo contrario muere de inanición en pocos días. Tras realizar estas fotos lancé las semillas sobre una Salicornia ramosissima no parasitada para que tuvieran la oportunidad de sobrevivir y sus luminosas flores de oro siguieran embelleciendo la fantástica Ria Formosa del Algarve.



lunes, 13 de mayo de 2013

O Parque Natural da Ria Formosa, um Paraíso

Una inmensa alfombra verde flotando en el Atlántico

 Los poderosos rayos del sol del atardecer algarvense conseguían atravesar la gruesa capa de nubes grises que ensombrecían la maravillosa alfombra verde de plantas halófilas de esta inmensa ría que se interpone entre la ciudad portuguesa de Faro y el Océano Atlántico.

Llevaba tres días en el Algarve en visita botánica con la ilusión de ver en directo la población más occidental del helecho del Mioceno Asplenium azomanes, descubierta por el fotógrafo de la naturaleza portugués Valter Jacinto.  Este helecho de origen híbrido pobló lo que hace 6 millones de años era el Macizo Bético-Rifeño, que iba desde las Islas Baleares en el Mediterráneo hasta el Algarve portugués. Ya conocía las poblaciones de Mallorca y Cádiz. Me faltaba ver la población portuguesa y aquel sábado día 11 de mayo la conseguí encontrar en lo alto del Cerro da Cabeça, gracias a las indicaciones y las fotos de google maps que con tanta paciencia me mandó Valter Jacinto por email. Muchas gracias, Valter.

Ya había visto lo que me había traido hasta el Algarve. Después de almorzar de un delicioso bacalao al estilo de Faro, acompañado de una excelente cerveza portuguesa y de postre una ración de melón rematado con un aromático y contundente café corto, como a mí me gusta, me fui a descansar un rato al Hotel Dom Bernardo, un establecimiento encantador con unas habitaciones de lujo, un trato exquisito a los clientes y una limpieza que lo hacen merecedor de dos estrellas más de las que tiene. Por supuesto cuenta con internet wifi gratis en todas las habitaciones, gracias al cual pude contactar con Valter y empezar a escribir este artículo. Tras  una corta siesta me dije: ¿y ahora qué hago, a donde voy?.


Me asomé a la ventana de la habitación para ver cómo seguía la parejita de cigueñas enamoradas que anidaba sobre el campanario de una pequeña iglesia rusa ortodoxa situada justo enfrente del hotel. Disfrutaba observándolas pues aquella estampa tan entrañable en plena ciudad era algo nuevo para mí. Estas aves no viven en Mallorca. El macho acababa de llegar con lo que parecían algas verdes en el pico y, tras el preceptivo y sonoro saludo mutuo, la hembra cogió las algas y las fue colocando sobre el nido.


Fue entonces cuando me vino a la mente la Ria Formosa. Bajé a la recepción y le pregunté a la joven que hacía el turno de fin de semana, simpatiquísima por cierto, cómo podía visitar este parque natural. Me lo explicó en un perfecto español dibujándome con un rotulador sobre un plano de Faro el trayecto a pie hasta el embarcadero donde se encuentra la empresa Formosamar que organiza visitas en barca al parque.

La recepcionista me había asegurado que no quedaba lejos y tenía razón. En veinte minutos estuve allí. No me costó mucho encontrar el embarcadero con la ayuda de un joven farense que en un español bastante bueno me indicó el lugar exacto de la empresa.

Entré y me atendió una chica. Me dijo que la siguiente salida sería a las 18'30h, pero que si no había más clientes, como el mínimo eran dos, me tendría que cobrar dos billetes, o sea 20 €. Le dije que como faltaban 45 minutos me lo pensaría y ya volvería. La verdad es que no me preocupaba el precio de la excursión, lo que me daba corte era ser el único cliente, que tuvieran que salir para mí solo. Me fui a dar una vuelta por el puerto de Faro, siempre con mi querida cámara digital Canon PowerShot SX200, que me ha acompañado en tantos viajes. Confiaba que durante aquellos minutos alguien más se animaría a hacer la excursión.

Me llamó la atención este pequeño monumento a pocos metros del agua. Parece que los habitantes de la ciudad de Faro están muy orgullosos de su pasado musulmán, tal vez por la sangre mora que corre por sus venas de los miles de farenses islámicos que quedaron como esclavos en su propia tierra tras la reconquista por los cristianos hace unos 800 años y que con el tiempo se fueron mezclando con los nuevos dominadores. Dicen que es de bien nacidos venerar a los antepasados, a todos, sin olvidarse de los vencidos.

 Durante mi paseo me llamaron la atención las abundantes plantas de Limoniastrum monopetalum con sus diminutas florecillas rosadas y sus raíces enraizadas en el lodo salobre de la parte del Parque Natural da Ria Formosa que toca el puerto de Faro.

Flores de Limoniastrum monopetalum

Sobre el hormigón del muelle del puerto, a pocos metros del agua, me encontré con esta arañita de nombre científico Nomisia sp. (Identificada por el experto en arácnidos José Carrillo, de la magnífica plataforma Biodiversidad Virtual).

Haciendo fotos a la arañita y a las plantas, casi todas desconocidas para mí, me fue pasando el tiempo y cuando me di cuenta faltaban 10 minutos para las 18'30h.  Me dirigí ya decidido a hacer la excursión hacia el embarcadero de la empresa. Seguía sin haber ningún cliente. Entré en la pequeña oficina y le dije a la chica que quería hacer la excursión. Ella me volvió a explicar que me tendría que cobrar dos billetes, pero que si en el último minuto aparecía alguien más me devolvería 10 €.

Pagué los 20 €, me dió este billete y me dijo que esperase un poco fuera, que llamaría al capitán. ¿Capitan?, ufff. ¿Iban a movilizar a un capitán sólo para mi? No dije nada pero la verdad es que me daba mucho corte y mucha verguenza. No estoy acostumbrado a tanto lujo ni a tantas atenciones por tan sólo 20 €, teniendo en cuenta los elevados precios de Mallorca. Siempre me ha gustado pasar desapercibido, ser uno más.

Y este muchacho era el capitán, un excelente guía del parque natural y a la vez un magnífico patrón de barca llamado Pedro Malaia. Antes de aparecer Pedro habían pasado por delante de la oficina varios señores vestidos con uniforme, pero ninguno era el capitán. En cuanto me vio supo que yo era el cliente y se dirigió hacia mí con una amplia sonrisa. Me dió un fuerte apretón de manos y me dijo en broma que la excursión iba a ser como un servicio privado de lujo para mí solo. Yo casi me sonrojé. Mientras íbamos hacia el embarcadero quiso saber de dónde era. Yo le dije de Mallorca y él me respondió que nunca había estado allí. Luego quiso saber a qué me dedicaba. Yo le contesté que era médico y él me contó que hacía pocos días que había superado un fuerte lumbago. Viendo la superficie curva sobre la que está sentado en la barca se entiende que su columna vertebral sufra mucho al apoyar casi todo el peso sobre su cadera izquierda. Pedro, si algún dia lees este artículo, te recomiendo que pongas algo que aplane la superficie sobre la que te sientas para manejar el motor y el timón de la barca, pues evidentemente no puedes sentarte en el centro, donde sí estaría más equilibrada tu columna.

 Os aseguro que contemplar la belleza de este fantástico lugar, incluso con el cielo cubierto, es una experiencia impactante e inolvidable. El aire nos soplaba de cara. Era muy cálido y agradable con un fuerte aroma a mar que hacía la experiencia todavía más placentera. Con razón se la considera una de las siete maravillas naturales de Portugal.

 Plano informativo del parque natural.

Pedro me fue explicando cosas del parque. Me señaló en el plano dónde empezaba y dónde acababa la excursión. Se le notaba su amor y su pasión por este lugar mágico, este paraíso prácticamente intacto que la ciudad de Faro conserva celosamente como su gran tesoro natural. Yo no paraba de hacer fotos pensando en el artículo que iba a escribir y se lo dije a Pedro. Entonces me pidió que le hiciera una foto a él también y que la pusiera en mi blog. Ahí la tienes. Tus admiradoras la podrán compartir en su facebook.

Ria Formosa es un paraíso para las aves. En esta foto, ampliándola con un doble click, podéis ver una garceta común, Egretta garzetta, de un llamativo color blanco inmaculado sobre la hierba de esta parte emergida de la ría. Pedro conoce por su nombre todas las aves del parque. Sabe cuáles están sólo de paso en su migración hacia el norte de Europa o hacia África y cuáles viven permanentemente en la ría. Sabe incluso cuántos días permanece allí cada especie migratoria.

Misma garceta común anterior que no emprendió el vuelo hasta que no nos tuvo muy cerca.

En la barca había una cartulina informativa con el nombre de cada ave.

Un grupo de zarapitos trinadores, Numenius phaeopus, emprendieron el vuelo al acercarnos.

Imagen ampliada de la foto anterior.

Ficha informativa del zarapito trinador.

Pedro identificó enseguida este grupo de cinco vuelvepiedras,  Arenaria interpres, que pasaron volando sobre nuestras cabezas.

Ficha del vuelvepiedras.

Me explicó que hay islas permanentemente secas como la de la foto donde se han construido pequeñas casitas para que los turistas ornitólogos que acuden de todo el mundo puedan alquilarlas para pasar unos días estudiando las aves del parque.

En esta isla permanente vive una planta extraordinaria con unas flores bellísimas, la Cistanche phelypaea. En la imagen está señalada con una flecha. Es una planta parásita sin clorófila que se alimenta absorbiendo el agua dulce y los nutrientes directamente de las raíces de la planta parasitada o huesped, la Salicornia ramosissima.

Con la subida del agua del mar por las mareas los ejemplares que crecen en las partes más bajas de la ría quedan casi completamente sumergidos. En la imagen se ven restos de algas sobre la Salicornia y sobre las inflorescencias de las Cistanche phelypaea.

Inflorescencia de un intenso color amarillo oro.

Impresionantes las flores, ¿verdad?.

Las islas que no son permanentes se cubren completamente de agua con las mareas, quedando las plantas sumergidas sin que les afecte en absoluto al estar perfectamente adaptadas a esta cirscunstancia. Para que los pescadores y mariscadores autorizados no queden encallados hay banderas repartidas por los bordes de estas islas de vegetación. En el centro de la imagen se ve una muy pequeñita.

Mirando hacia la costa se puede ver a lo lejos el Cerro de Sâo Miguel que está situado por detrás de la ciudad de Faro.

La bellísima ciudad de Faro y el canal en la ría que lleva hasta el embarcadero.

Ya de vuelta hacia el puerto Pedro me señaló la espectacular ciudad vieja de Faro.

Es la bellísima ciudad medieval primigenia que con el paso de los siglos se ha ido agrandando tierra adentro.

Finalizaba la excursión. Acabábamos de pasar por debajo de este puente y nos dirigíamos hacia el embarcadero.

Pedro, al comenzar la excursión me pediste una foto para que la pusiera en este artículo. Yo te regalo otra del final. Tu fuiste generoso conmigo. El trayecto tenía que durar 45 minutos exactos y tu lo alargaste 25 minutos más. Paraste o aminoraste la velocidad de la barca para que yo pudiera ver las cosas que me mostrabas y les pudiera sacar buenas fotos. En ningún momento dejaste de sonreir. Fue una experiencia de las que nunca se olvidan. Muchas gracias por tu profesionalidad, tu generosisdad y tu amor por la naturaleza.

He editado el artículo para añadir esta fantástica imagen de Ria Formosa vista desde la ventanilla del avión de vuelta a Mallorca.




sábado, 4 de mayo de 2013

Parc Natural de Llevant, un trocito de Paraíso

Su riqueza en endemismos botánicos es extraordinaria.

El Parc Natural de Llevant está situado en la costa este de la isla de Mallorca. Sus pendientes rocosas batidas por el incesante viento cálido y seco del sudeste que sopla directamente del Desierto del Sáhara, los vertiginosos acantilados verticales que se hunden bruscamente en el embravecido mar Mediterráneo y las maravillosas y paradisíacas playas de Cala Mesquida y Cala Torta con su finísima arena blanca como la nieve convierten este parque natural en un trocito de Paraíso. Su inaccesibilidad lo ha protegido de la insaciable codicia humana y se conserva intacto en toda su pureza como una de las zonas vírgenes más hermosas, salvajes y auténticas de Mallorca.

Ver salir el sol en este maravilloso lugar de ensueño, en este trocito de Paraíso llamado Cala Mesquida es una experiencia absolutamente impactante e inolvidable. Ante tanta belleza las neuronas segregan endorfinas a chorro y llenan nuestra alma de felicidad.

En las soleadas pendientes rocosas crece una planta adaptada a las salpicaduras de las olas, el Limonium minutum. El rocío matutino dejado sobre las rocas y las piedras y sobre la misma planta por la condensación de la brisa marina y las salpicaduras saladas de las olas del mar son casi su único aporte de agua en una costa semidesértica donde la lluvia es más bien escasa.

Limonium minutum con su forma típica en cojinete de monja, redondeado, aplanado y con las ramillas muy compactadas, que le facilitan la supervivencia en un lugar tan inhóspito.

Hojas de Limonium minutum. Se ven sobresaliendo los tallos secos de las inflorescencias del año anterior.

Flor de Limonium minutum a finales de junio.

 Este magnífico ejemplar de Hyoseris radiata crece en el angosto espacio entre dos grandes piedras.

Bellísimo ejemplar de Senecio rodriguezii, un endemismo balear de la família de las compuestas, estratégicamente protegido por las espinas de la también endémica Launaea cervicornis.

Vigoroso Senecio rodriguezii junto a un ejemplar de Limonium minutum.

Luminosas florecillas de Senecio rodriguezii junto a la endémica manzanilla de Mahón, Santolina chamaecyparissus subsp. magonica.

Launaea cervicornis, endémica de Mallorca, Menorca y Dragonera, con su típica forma en cojinete de monja junto a un ejemplar joven de Euphorbia paralias.

Hojas y espinas de Launaea cervicornis. Este endemismo de la familia de las compuestas aprendió a defenderse del ramoneo incesante del extinto antílope enano Myotragus balearicus, transformando sus tallos en temibles espinas parecidas a las cuernas de los ciervos y adoptando una forma redondeada a ras del suelo que al mismo tiempo le protege del azote constante del viento.

Florecillas de Launaea cervicornis en mayo, protegidas al igual que las hojas por las espinas que cubren todo el redondeado cojinete de monja. Un ejemplar en plena floración parece un firmamento repleto de estrellas.

El Cyclamen balearicum, única especie de cyclamen en territorio español, también vive entre las piedras de Cala Mesquida. El ejemplar de la imagen crece astutamente protegido por las espinas de otro endemismo, la zarzaparrilla balear, Smilax aspera subsp. balearica.

Euphorbia paralias y Limonium minutum. La evolución convergente les hace crecer con la misma forma redondeada y aplanada que les protege del viento, la sequía y la insolación.

 Magnífico ejemplar de Euphorbia paralias

Hojas lanceoladas y rígidas de Euphorbia paralias

Flores de Euphorbia paralias en junio.

 Me llevé una gran sorpresa al ver estas hermosas flores de Narcissus tazetta, pues nunca antes lo había visto en un espacio natural, siempre cultivado en jardines.

Sobre las pendientes con un poco de tierra de Cala Mesquida crece esta vegetación esteparia que es el hábitat de la bellísima Paeonia cambessedesii, endémica de Mallorca, Menorca y Cabrera.

Magnífica Paeonia cambessedesii en plena floración a principios de abril.

Espectacular flor de Paeonia cambessedesii.

Ovarios recien fecundados de Paeonia cambessedesii iniciando la maduración de las numerosas semillas de su interior.

Pendiente rocosa que acaba bruscamente en el mar con ejemplares de la endémica manzanilla de Mahón, Santolina chamaecyparissus subsp. magonica, que vive en Mallorca, Menorca, Ibiza y Cabrera. Como la mayoría de plantas de estas pendientes rocosas batidas por el incesante viento la manzanilla de Mahón también adopta una forma en cojinete de monja.

 
Llaman la atención las distintas coloraciones de las hojas de la manzanilla de Mahón con aproximadamente un 60% de ejemplares de color gris claro casi blanco, un 35% de color verde grisáceo  y un 5% de un color intermedio.

Inflorescencias de Santolina chamaecyparissus subsp. magonica en junio.

Estas pendientes rocosas azotadas por el viento marino son el hábitat de uno de los endemismos más bonitos de Mallorca y Menorca, la Aristolochia bianorii, una plantita diminuta y casi invisible que se esconde entre las grietas de las rocas. Sus florecillas tubulares vistas de cerca impactan por su bellísimo diseño.


En Cala Torta el agua del Mar Mediterráneo adquiere un intenso y espectacular color azul turquesa que impacta por su belleza y deja un recuerdo imborrable en la memoria.

De camino hacia la paradisíaca playa de Cala Torta la vegetación se hace algo más frondosa aunque persiste la forma redondeada y aplanada de las plantas. En esta imagen vemos uno de los más llamativos y típicos cojinetes de monja de Mallorca, Menorca y Cabrera, la leguminosa Astragalus balearicus.

Las temibles espinas sobresalen por encima de las hojas y las flores para protegerlas del ramoneo del antílope Myotragus balearicus, que tras su extinción hace unos 4.000 años fue sustituido por las cabras y las ovejas.

Detalle de las flores, las hojas y las espinas del Astragalus balearicus.

Otra leguminosa que ha adoptado la forma de cojinete de monja por convergencia adaptativa, aunque en este caso sin espinas, es el Dorycnium pentaphyllum de la imagen. Esta planta en un hábitat sin viento crece más alta y con las ramas menos compactas.

Otro ejemplo de convergencia adaptativa son estos ejemplares de olivillo, Phillyrea angustifolia, que han adoptado la forma en cojinete de monja para poder soportar el incesante viento.

En el caso de la Phillyrea angustifolia la convergencia ya no es sólo adaptativa (fenotípica a causa de la influencia del medio) sino que ha dado un paso más y ya es evolutiva (genotípica o grabada en los genes), pues los extremos de las ramas se han transformado en espinas más o menos punzantes. Los ejemplares de esta misma especie que crecen en las garrigas mediterráneas no tienen los extremos de los tallos transformados en espinas.

 Esta plantita es una de las más pequeñas de Mallorca. Su estrategia de supervivencia se basa en crecer a ras del suelo a la misma altura que las piedrecillas que la rodean. Es la diminuta Evax pygmaea, una compuesta pariente de los cardos. Su necesidad de sol directo e intenso la ha obligado a adaptarse a las zonas de paso de animales, hace milenios a las sendas abiertas por el Myotragus balearicus en su deambulación y ramoneo por las garrigas, estepas y rocas litorales y en la actualidad a los senderos creados por las pezuñas de las ovejas y las cabras asilvestradas y por los pies de los paseantes humanos, de manera que ser pisoteada no la perjudica en nada al carecer de tallo y estar rodeada de piedrecillas que amortiguan el peso de la pisada. Siempre la he visto en caminos y senderos a pleno sol, pues no soporta la más mínima sombra.

Otra planta diminuta que crece a ras del suelo en la misma zona rocosa litoral es la Frankenia hirsuta.

 Sus florecillas son muy bonitas vistas de cerca. Los pelos finos no aplanados ni espatulados y las flores agrupadas en el extremo de los tallos la identifican.

Ya cerca de la arena de la playa pero todavía sobre piedras y rocas crece este Rumex bucephalophorus con sus inflorescencias rojizas.

Otra planta rastrera compañera de hábitat de las anteriores es esta Sideritis romana.

Ya en la playa a pocos metros del agua crece esta Calystegia soldanella con sus hojitas asomándose sobre la arena.

Detalle de las hojas de Calystegia soldanella.

Flor de Calystegia soldanella en mayo.

Sobre los restos de Posidonia oceanica arrastrados por las olas sobre la finísima arena blanca de la playa había numerosas algas redondeadas como pelotas verdes de la especie Codium bursa.

Y para terminar aquí tenéis este video casero grabado con mi cámara Canon PowerShot SX200. Debo disculparme de antemano por su mala calidad, pero creo que con él os hareis una idea de la belleza paradisíaca de Cala Torta. ¡Ojalá las nuevas generaciones que nos van a sustituir en la administración de nuestro planeta puedan seguir disfrutando de estos trocitos de Paraíso!.
 (El video se ve mucho mejor sin ampliar)