Los restos arqueológicos de los últimos mallorquines musulmanes están expuestos en el Casal de cultura de Can Xoroi en el bellísimo municipio de Fornalutx, situado en plena Serra de Tramuntana de Mallorca.
Calavera casi completa de una mallorquina musulmana hallada en Almallutx.
Han pasado 800 años pero su legado no desapareció con su genocidio, sigue en su amada Mayurqa en numerosos nombres de localidades que ellos bautizaron, como el mismo Almallutx, su último refugio y también el hermoso pueblo de Fornalutx que ahora expone sus últimos restos como si de un tesoro se tratase. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click).
Embalse del Gorg Blau, situado en la parte central de la Serra de Tramuntana, construido junto con el embalse de Cúber para abastecer de agua la Base militar norteamericana del Puig Major y la ciudad de Palma. Bajo sus aguas en el lugar llamado Almallutx quedaron sepultados los restos arqueológicos del último poblado de mallorquines musulmanes que lograron resistir allí durante tres años (1.229 - 1.232) tras la invasión de las huestes catalano-aragonesas.
Su legado cultural no se limita a cientos de topónimos árabes repartidos por todas las islas del archipiélago, sino que se conserva también en las numerosas fuentes, acequias y canales, en los fantásticos bancales de piedra seca de las montañas, en el aprecio de los isleños por los olivos, los algarrobos y las higueras y también en varias decenas de palabras árabes (p.e. arrop, atzabó, taleca, almud, aljub, arruix, talaia, talaiot, talaiar, fatifat,...) que sobreviven integradas en el primitivo idioma catalán hablado por los colonizadores procedentes de la costa ampurdanesa, que sus descendientes hemos conservado con obstinación y orgullo casi sin variaciones durante ocho siglos como algo entrañable que nos da identidad.
El Almallutx de hace ocho siglos seguramente tenía una vegetación similar a la actual.
Su herencia no obstante sobrepasa lo cultural y va mucho más allá. Sus genes siguen vivos en los baleares actuales, descendientes de una esquizofrénica hibridación forzada entre genocidas y masacrados. Las gotas de sangre musulmana que corren por mis venas y por las de miles de isleños, mezcladas, disueltas, hibridadas con sangre catalana, aragonesa, judía, castellana, italiana, francesa, vascongada, eslava, africana, turca... me suplican, casi exigen que les haga justicia histórica. Dicen que es de bien nacidos recordar, venerar y dignificar a los antepasados, a todos, incluidos los proscritos, los olvidados por la historia oficial escrita por los vencedores. Este artículo es mi pequeño homenaje a los cerca de 3.000 mallorquines musulmanes, en su mayoría niños y mujeres jóvenes, que sobrevivieron a la masacre y fueron degradados al estatus de esclavos en su propia tierra y obligados a cambiar de identidad, lengua y religión para poder conservar la vida.
Después de 800 años y 35 generaciones, el novedoso y cada vez más fácil estudio del ADN recuperado de uno de sus dientes tal vez dará una sorpresa a sus incrédulos descendientes. Entonces podrán sentirse orgullosos de llevar en sus venas la sangre de esta mallorquina, su tatarabuela mora, que amó tanto su isla que la defendió hasta la muerte.
--->Web oficial del Proyecto de excavación del Yacimiento de Almallutx
Fornalutx, un pequeño pueblo de montaña enclavado en un lugar de ensueño, cuyo nombre nos recuerda que lo bautizaron los moros mallorquines que entonces lo habitaban. Los nuevos moradores cristianos que los sustituyeron conservaron su nombre árabe original tal vez por la influencia de los musulmanes que sobrevivieron y siguieron viviendo como esclavos en el pueblo que les vió nacer.
Fornalutx está rodeado por montañas que lo protegen de los fríos vientos del norte. Sus suaves pendientes están cubiertas de una vegetación exuberante y, salvo en las cumbres, mantienen la tierra retenida por paredes de piedra seca en forma de bancales o terrazas. Las generosas lluvias y un agradable clima subtropical le permiten cultivar naranjos, limoneros, mandarinos, pomelos, caquis, olivos, chayotes de México, nísperos del Japón, aguacates, chirimoyos, almendros, acerolos, ciruelos, cerezos, manzanos, perales, higueras y algarrobos.
Muchas de las calles de Fornalutx son peatonales y están empedradas, como la de esta fotografía que al tener una gran pendiente está escalonada para hacer más fácil el tránsito por ella. Estas estrechas calles medievales frescas y silenciosas son un remanso de paz. Los propietarios de las casas del pueblo están obligados a conservar sus fachadas de piedra para que no se rompa la armonía y la estética del pueblo.
En una de las calles empedradas de Fornalutx se encuentra el Casal de cultura de Can Xoroi, con una exposición permanente de bellísimas tejas pintadas y otra con todos los ingenios de una antigua almazara de aceite que en Mallorca llamamos "tafona", palabra que también es de origen árabe. Desde hace unos días se exponen también los restos óseos y los objetos de cerámica, metal y vidrio hallados en el yacimiento arqueológico de Almallutx.
Estandarte que preside el Casal de cultura de Can Xoroi.
Entrada principal del Casal de cultura.
Enlace a la página de Facebook del Casal de Can Xoroi.
Jarra de arcilla de Almallutx. Los objetos hallados en la excavación del yacimiento han sido estudiados, datados y clasificados por dos jóvenes y excelentes arqueólogos mallorquines: Jaume Deyà y Pablo Galera.
Sorprenden las finísimas paredes de esta jarra que no superan los 5 milímetros de grosor, lo que nos habla de la refinada y avanzada cultura de los moros mallorquines de hace 800 años.
Otra jarra de arcilla que nos recuerda un poco a un ánfora romana.
Plato de cerámica que conserva algunos de los pigmentos originales.
Otro plato que sorprende por su refinada belleza y su perfección.
Uno se imagina a los últimos moros mallorquines sentados sobre una estera de hojas entretejidas de palmito, comiendo con su mano derecha todos en el mismo plato los pobres alimentos que lograban recolectar y cultivar en el valle de Cúber. Debieron vivir sus últimos días con la angustia permanente de ser atacados y asesinados.
Durante las excavaciones los dos arqueólogos encontraron una pequeña vasija llena de tierra. Llevaron a analizar su contenido y su sorpresa fue mayúscula al encontrar restos de azafrán ¡tras ochocientos años! Esto quiere decir que lo cultivaban en plena montaña y lo usaban como condimento.
Fragmento de vidrio azul correspondiente al cuello de una pequeña redoma (del árabe ratúma), que podría haber contenido un ungüento medicinal o un perfume aceitoso.
Huesos de extremidades atribuidos a un varón.
Mismos huesos de la primera fotografía que preside este artículo. Como ya he señalado todo hace suponer que pertenecieron a una mujer de unos veinte años. La dentadura completa con los dos premolares y los tres molares bien desarrollados y el aspecto saludable de las piezas dentarias (faltan algunas) orienta hacia esta edad aproximada. Por otra parte el pequeño tamaño y la escasa robustez de la mandíbula junto con el cráneo de líneas suaves en consonancia con la delicada mandíbula orienta hacia el sexo femenino.
Imagen ampliada de la mandíbula. Los dos premolares y los tres molares no parecen tener ninguna caries. La alimentación a base de leche y queso de cabra y oveja podría explicar el aspecto sano y bien conformado de las piezas dentarias. En los incisivos se aprecia el esmalte desgastado en el borde cortante, lo que hace pensar que podría deberse al consumo de vegetales duros y correosos o bien al uso de los dientes para reblandecer el cuero de las pieles de las cabras y ovejas con las que confeccionaban el calzado y otras prendas de vestir, exactamente igual a como lo hacen las mujeres esquimales en la actualidad. Otra causa podría ser el trastorno psicológico llamado bruxismo, es decir, el rechinamiento o fricción involuntaria y repetida de los dientes durante el sueño debido a un estado de ansiedad. No cuesta mucho imaginar la angustia en la que vivieron estas personas con el temor constante a ser atacados. A esta mujer que seguramente fue madre se le añadiría además el tener que estar pendiente de sus hijos para que no se alejasen del poblado en sus juegos. Se entiende pues que durmiera con una gran ansiedad y se pasase toda la noche contrayendo los músculos maseteros desgastando así el borde cortante de sus incisivos. Llama la atención la probable fractura traumática de la parte anterior izquierda de la mandíbula con pérdida de dos incisivos, un canino y un premolar.
En esta imagen se observa también lo que podría ser una fractura traumática de la bóveda craneal por un fuerte golpe con un objeto contundente, tal vez un palo de acebuche o una piedra. ¿Murió esta pobre mujer apaleada salvajemente mientras defendía a sus hijos de los invasores?
¿Se llamó Zahara, Nuba, Halima, Noor, Warda, Sara o quizás Salema? ¿Vino con una de sus hermosas y delicadas jarras de arcilla a buscar agua a esta fuente que en la actualidad llamamos Font de s'Aritja (Fuente de la Zarzaparrilla)? ¿Sobrevivió alguno de sus hijos? Y si así fue, ¿cuántos mallorquines actuales llevamos alguno de sus genes? ¿En cuántos de nosotros pervive el ADN mitocondrial de nuestra protagonista a través de una de sus hijas? ¿Es la tatarabuela de las tatarabuelas de algunos de los actuales habitantes de Fornalutx?
Después de 800 años y 35 generaciones, el novedoso y cada vez más fácil estudio del ADN recuperado de uno de sus dientes tal vez dará una sorpresa a sus incrédulos descendientes. Entonces podrán sentirse orgullosos de llevar en sus venas la sangre de esta mallorquina, su tatarabuela mora, que amó tanto su isla que la defendió hasta la muerte.
--->Web oficial del Proyecto de excavación del Yacimiento de Almallutx
--->Enlace al poema de la mora cautiva Adiós Madina Mayurqa, amada mía, adiós