En la costa norte de la Isla de Mallorca se conserva un pequeño reducto de naturaleza casi virgen rodeado de destrucción: la Albufera de Mallorca y las dunas y pinares adyacentes. Pasear en primavera por estos pinares es una orgía de luz y de colores. Se respira la vida en el aroma a tierra buena, en el canto de las aves, en el revoloteo frenético de las abejas y abejorros yendo de flor en flor en busca del preciado néctar.
Orchis italica
Ornithogalum divergens
Serapias lingua
Las plantas en plena floración recuerdan una inmensa alfombra persa: orquídeas, jaras, juncos, ranúnculos, margaritas, malvas, llantenes, romeros, globularias, euphorbias, tomillos, gamones, correhuelas, carrizos, pinos, acebuches, tamariscos, lentiscos, enebros, sabinas, etc... y también algunos helechos diminutos casi invisibles: Ophioglossum lusitanicum y Selaginella denticulata y en los canales de la albufera una pequeña población de la escasísima Phyllitis sagittata.
Ophrys sphegodes
Uno se imagina cómo debía ser Mallorca hace mil años y la tristeza por tanta pérdida duele en el alma. El Paraíso terrenal se perdió para siempre y no volverá. La gallinita de los huevos de oro fué explotada hasta la extenuación y ya dejó de poner huevos, está muy enferma, pero la codicia humana es ciega y no es capaz de ver el estado lamentable de la gallina y sigue exprimiéndola para que ponga más huevos, aunque sean pelotas de golf.
En este pequeño reducto de esperanza, salvado milagrosamente de la codicia, viven dos tortuguitas diminutas de la especie mediterránea Testudo hermanni. Tienen 10 meses, nacieron a finales de la primavera del año pasado y, antes de empezar sus paseos matutinos en busca de brotes tiernos y flores que son su desayuno, se echan sobre una mullida cama de musgo blandito a tomar el sol que les calienta su sangre reptiliana y las llena de energía. Un mirlo macho enardecido por las hormonas primaverales les canta una bella nana para que duerman plácidamente mientras se les cargan las pilas. Ellas nacieron libres bajo la blanca arena de una duna a la sombra de una jara pero sus padres fueros encarcelados sin haber cometido ningún delito. Alguien con el alma limpia los liberó y estas pequeñajas son el primer fruto de su libertad.
Su camuflaje es perfecto. Cuando las terminaciones nerviosas sensitivas de la parte inferior de su caparazón detectan las vibraciones de mis pasos esconden su cabecita y sus patitas y se quedan completamente inmóviles. Parecen dos piedras sobre el musgo.
Las dos tortuguitas son hembras, su pequeña cola sirve para conocer su sexo. Los machos tienen la cola mucho más larga y gruesa. Para hacerse una idea de su pequeño tamaño basta compararlas con la uña de mi dedo pulgar. Su vientre está abombado lo cual significa que están bien hidratadas y que almacenan mucha grasa de reserva, gracias a la exuberante vegetación que es su despensa. Las estriaciones que se ven en su caparazón son dos placas nuevas que le están creciendo entre el tercer y cuarto par de placas.
En la otra también se ve la colita pequeña de hembra y las dos placas nuevas en crecimiento en su caparazón. Ésta está mucho más gordita que la otra. Su "vientre" abulta mucho más, señal inequívoca de las grandes reservas de grasa que acumula. No sufrais, las he vuelto a poner exactamente en la misma cama de musgo donde estaban. Ojalá logren llegar a adultas y llenen de pequeñajas como ellas este pequeño paraíso.
Juniperus oxycedrus subsp. macrocarpa
Como siempre gran reportaje con todo lujo de detalles. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti, Francisco.
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