sábado, 8 de marzo de 2014

¡BENDITA SEA LA MADRE QUE ME PARIÓ!

Beata mater quae me genuit
Beneïda sigui la mare que em va parir
Bendita é a nai que me deu
Bedeinkatu amak nor aspertzeko me da 
Bendita é a mãe que me deu 
Bénie soit la mère qui m'a enfanté
Blessed is the mother who bore me
Selig ist die Mutter, die mich gebar
Benedetta è la madre che mi ha partorito
Gezegend is de moeder die me te vervelen
Välsignad är mamman som födde mig 
Ευλογημένος είναι η μητέρα που με γέννησε
Heri ni mama ambaye alichukua mimi
Ferice de mama care ma plictisesc

MI HACEDORA, MI CREADORA, MI MADRE con 78 años en octubre de 2007, dándole un manojo de parietaria a una burra del vecino. Ella me enseñó a amar las plantas y la vida.

Si amigos, mater, madre, mare, nai, amak, mâe, mère, mother, mutter, moeder, mamman, mháthair, matka, majka, майката, мать, мати, μητέρα, mama, mor, ... el vocablo, ya sea monosílabo, disílabo o como mucho trisílabo, se repite con escasas variaciones en practicamente la inmensa mayoría de idiomas descendientes del sánscrito indoeuropeo ancestral, la lengua original de la que proceden algunos de los idiomas más hablados de la Tierra. En el actual idioma hindi, heredero directo del sánscrito, la antigua palabra indoeuropea MÁTA (madre) ha dado lugar a "MÁDER". En el idioma armenio la palabra suena como MAIE. Incluso en árabe, cuando un niño quiere llamar a su madre, dice OM (mamá) que es un diminutivo de AMBA (madre). En lengua maltesa con una fuerte influencia del árabe la palabra es OMM. En algunos de los idiomas más hablados de África, como el swahili y el zulú, se repite la m, MAMA y UMAMA. En chino suena como MO, en vietnamita como ME y en coreano OMEÑ. Se repite pues invariable la M con escasas excepciones, como en el gallego actual en el que se ha impuesto el diminutivo coloquial NAI (mamá) procedente del latín vulgar matre con sustitución fonética de la m por una n, mientras que en su idioma hermano portugués se conserva la m MÂE. En otros idiomas también predomina la N, como en el tágalo de Filipinas, NANAY, en turco ANNE, en húngaro ANYA, etc, etc...

Pero no sólo compartimos vocablos parecidos para referirnos a la mujer que nos dio la vida. Nuestra madre nos enseñó la primera palabra de nuestro vocabulario para que supiéramos como llamarla, pero de ella obtuvimos mucho más que palabras. Heredamos 23 cromosomas, la mitad de su genoma y también otras cosas tan importantes como sus genes para sobrevivir: su metabolismo a través del cromosoma mitocondrial que sólo se encuentra en el óvulo femenino y sus microbios, si amigos, SUS MICROBIOS, su flora vaginal y calostral, el llamado MICROBIOMA. Se calcula que entre un kilo y medio y dos kilos de nuestro peso corporal en la vida adulta corresponden al microbioma.

Cuando en un esfuerzo titánico consigue hacer pasar nuestra evolucionada y enorme cabeza humana y nuestros anchos hombros humanos por su estrecho canal del parto simiesco de mona en evolución, nuestro cuerpecito estéril queda impregnado con una muestra completa de los microbios simbiontes de su vagina, principalmente lactobacilus semejantes a los del yogur, es decir, obtenemos de ella nuestra primera flora cutánea, que vivirá sobre nosotros durante toda nuestra vida, nos dará nuestro olor personal característico igual al de nuestros hermanos y nos defenderá del ataque y/o invasión de microorganismos patógenos. 

Los estudiosos del microbioma humano, un campo fascinante y novedoso del que todavía se ignora casi todo, han observado que los niños nacidos por cesárea y que no han pasado por el canal del parto presentan más tendencia a padecer alergias y asma y diversas patologías dermatológicas, pues justo después de nacer su piel estéril no es colonizada por los beneficiosos y protectores microbios maternos sino por los de los médicos y enfermeras y los del aire del paritorio. En algunos hospitales avanzados han empezado a impregnar la piel, boca, genitales y ano del bebé nacido por cesárea con los microbios de la vagina de su madre, a la que se le ha introducido previamente una gasa en el canal del parto para recoger una muestra de su flora vaginal. Se ha constatado que durante las últimas semanas de embarazo los lactobacilus vaginales proliferan de manera frenética formando una gruesa capa microbiana en el canal del parto a la espera del niño que va a nacer. La naturaleza lo tiene todo previsto.

Algunos ginecólogos recomiendan a sus pacientes afectas de frecuentes infecciones vaginales o incluso de vaginitis crónica, causada por ejemplo por cepas del hongo Candida albicans resistentes a los antimicóticos, que se introduzcan yogur natural rico en lactobacilus en su vagina, consiguiendo así la curación rápida y casi milagrosa de su dolorosa dolencia.

Nuestros microbios maternos han evolucionado con nosotros y dentro y sobre nosotros durante millones de años, forman parte de nuestro ser, sin ellos no podríamos sobrevivir. Formamos una simbiosis perfecta. A cambio de su protección nosotros les alimentamos con nuestro sudor, nuestra grasa cutánea, nuestras células descamadas, nuestras feromonas. De ahí que una higiene exagerada y obsesiva de nuestra piel sea más un inconveniente que una ventaja. Debemos lavarnos con regularidad pero dejando siempre una muestra de microbios suficiente para mantener una flora cutánea equilibrada y SANA. La higiene excesiva destruye nuestra flora y favorece la invasión de microorganismos inadecuados, algunos claramente agresivos para nuestra piel. Tras una ducha normal en la que se elimina entre un 40 y un 80% de nuestra flora cutánea simbionte, en pocas horas nuestra piel vuelve a ser colonizada por los microorganismos que han sobrevivido escondidos en nuestras glandulas sudoríparas, sebáceas y apocrinas y recuperamos de nuevo el equilibrio y la protección. 

 Un servidor en el regazo de mi madre en 1959. Ella tenía entonces 31 años.

Como os decía nuestra piel tiene un olor personal y característico que depende mucho de la proporción entre los diferentes microorganismos simbiontes que la forman, heredados de la vagina de nuestra madre. Pero lo que huele no son nuestros microbios, son sus deyecciones, las sustancias de desecho que ellos eliminan tras alimentarse de nuestras secreciones sudoríparas y sebáceas y de nuestras células cutáneas muertas, que por si mismas son prácticamente inodoras a nuestro atrofiado olfato humano, pues ni siquiera somos capaces de oler de una manera consciente nuestras feromonas humanas. Los animales menos evolucionados, que conservan un rinencéfalo poderoso, sí huelen sus feromonas y lógicamente también las nuestras, como ocurre con nuestros perros y gatos domésticos, que nos reconocen perfectamente sin necesidad de vernos ni oírnos por nuestro olor personal y sobretodo por nuestras feromonas personales.

Y hablando de animales, las hembras reconocen como propios a sus hijos por su olor característico, el mismo que desprende su propia vagina. El ejemplo más típico es el de las manadas de ñúes, cebras, búfalos y gacelas. Cada hembra reconoce sin ninguna duda a su propio retoño, aún estando rodeados por miles de otros retoños. Nada más nacer, tanto la madre como el hijo casi lo primero que hacen es olerse mutuamente para grabar en su memoria la impronta de su olor. Cuando durante las migraciones un potrillo de cebra se separa de su madre y la busca desesperado entre las miles de hembras de la manada, todas al olerlo lo rechazan a veces con violencia, incluso si ellas mismas han perdido a su propio hijo. La madre lo busca con la misma angustia oliendo a todas las crías que se encuentra, pero no acepta ninguna que no huela como su potrillo. 

Lógicamente con el paso de los años la flora cutánea de una persona va cambiando sutilmente por la interacción con otros humanos. Así por ejemplo los dos miembros de un matrimonio llegan a compartir exactamente la misma flora cutánea y también su olor personal, que comparten también con sus hijos. Seguro que muchos de nosotros hemos notado como todos los miembros de una misma família parecen oler igual y no es debido al gel de baño que comparten, sino a sus microbios simbiontes. 

 Mi madre con 86 años. Se evidencia el cruel e inexorable deterioro físico por el paso del tiempo.

 Y aquí la tenéis con 66 años menos en la foto que se hizo para abrir el Libro de Familia justo después de casarse con mi padre en enero de 1949 con veinte años recién cumplidos. ¡Qué hermosa y efímera es la juventud!

 Y aquí con unos años más, guapísima. Parece una actriz de cine de los años 50, ¿verdad?

Y este guaperas es mi padre con 25 años en la foto del libro de familia. Su microbioma con los años y la convivencia se mezcló con el de mi madre y formó un microbioma híbrido, el que llevamos sus cuatro hijos.

Es muy típico el tópico de que las mujeres tienen un sexto sentido, una intuición especial, un olfato peligroso y la verdad es que es muy cierto. A pesar de tener el rinencéfalo practicamente tan atrofiado como los hombres, conservan, como hembras-madre que son, la capacidad olfativa suficiente para reconocer a sus hijos por su olor, aún no siendo conscientes de ello, como tampoco son conscientes del motivo por el que sospechan que su marido les ha sido infiel al detectar una sutil diferencia en su olor personal por haberse "contaminado" con la flora cutánea de alguna amante.

Mis padres el día de su boda acompañados por los cuatro consuegros. En medio está el "vicari don Miquel Joia" que les casó.

Y no acaba aquí la generosidad de nuestra madre. Tras soportar con paciencia y resignación los nueve meses de embarazo con todas sus innumerables molestias: náuseas, vómitos, reflujo gastroesofágico, polaquiuria, mareos, lumbalgias, ciatalgias, varices, hemorroides, estrías y las dolorosas patadas del feto contra el hígado, la vesícula biliar, el estómago y los riñones, una vez se ha dado la vuelta y se ha colocado cabeza abajo a la espera de ser expulsado, viene el doloroso parto, mucho más penoso y difícil que el de cualquier otra hembra de mamífero, pues por desgracia la evolución de nuestro gran cerebro y nuestros amplios hombros va unos pasos más adelantada que la evolución de los huesos de la pelvis femenina y ello ocasiona que sea muy complicado hacer pasar el feto por el estrecho canal del parto. Deberían transcurrir algunos cientos de miles de años más para que la pelvis de las hembras humanas se ensanchase lo suficiente y dejase de ser muchas veces mortal para ellas algo tan natural como parir hijos. (Edito y añado día 7 de diciembre de 2016 que según un estudio austríaco las cesáreas van en aumento debido a que las madres con la pelvis estrecha consiguen reproducirse por cesárea y transmiten a sus hijas los genes de la estrechez de los huesos del canal del parto por lo que con la ayuda de la medicina todo hace prever que la pelvis femenina no se va a ensanchar, sino todo lo contrario. Hasta hace poco más de un siglo las mujeres que no podían dar a luz de forma natural morían en el parto junto con el feto). 
 
Sentirás el desgarro de tus entrañas,
hembra humana.
Lo sentirás en el alma.
Y de ti surgirá como embrujo de hadas buenas,
muchas veces,
o de brujas malas,
otras veces,
un fruto de carne y sangre,
que llorará muchas veces
y reirá pocas veces.
Parirás a tus hijos con dolor,
hembra humana.
 
También en unos cuantos milenios seguramente perderemos la capacidad simiesca de separar los dedos de los pies, los cuales se harán cada vez más cortos, y las muelas del juicio dejarán de atormentar a nuestros descendientes, desapareciendo para siempre de las mandíbulas humanas. Es también más que probable que los machos humanos sean cada vez menos velludos y que la barba acabe desapareciendo de sus caras, al no ser necesaria su función de carácter sexual secundario identificativo de su madurez reproductiva. 

Como os decía, la generosidad de nuestra madre va más allá de engendrarnos, parirnos y regalarnos nuestra primera flora cutánea. Durante el embarazo las glándulas mamarias se van preparando para alimentar al hijo que va a nacer, pero no se limitan a producir leche sin más, sino que la enriquecen con anticuerpos para que el recién nacido pueda defenderse del ataque de los microbios patógenos más frecuentes que se va a encontrar fuera de su madre y también, incluida en la primera leche o calostro, le regala su primera flora digestiva muy rica en lactobacilus simbiontes, que poblarán su boca y todo su tubo digestivo hasta el ano, le ayudarán a digerir la leche haciéndola más asimilable y le protegerán del ataque de microorganismos patógenos que pretendan invadir su boca y sus intestinos.

Maravillosas nuestras madres, ¿verdad?

ADÉU, MUMARETA, DESCANSAU EN PAU!!!
(¡Adiós, madrecita, descansa en paz!)

Algaida, Isla de Mallorca, día 5 de diciembre de 1928---Palma de Mallorca, día 1 de febrero de 2018.

14 comentarios:

  1. Esperança Alomar i Berga8 de marzo de 2014, 14:00

    ¡¡ Gracias, muchísimas gracias. Ah, con tu permiso Juan y citando las fuentes O sea JUAN BIBILONI, seguro que lo cito más de una vez.
    Interesantisimo. Profundamente conmovedor. Imposible decirte queano sentimiento. Impacta.
    Un beso.
    Gracias

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  2. Sencillamente impresionante.
    Saludos

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  3. Hasta que la pelvis de la hembras humanas se ensanche, este es el mejor homenaje que he leído. Para entonces, tal vez sobrará ese párrafo, pero seguirá siendo un artículo emotivo y conmovedor, digno de ser leído por mujeres y hombres, generación tras generación. Te felicito y, por supuesto, te doy las gracias por publicarlo. Un abrazo. María José.

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    1. También es muy emotivo para mí tu hermoso comentario, María José.

      Un abrazo.

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  4. Me ha encantado Juan!
    Gracias, es un gran homenaje a las mujeres.
    Un abrazo.
    Matilde

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  5. Juan, ¡ que preciosidad ! Gracias yo soy una de esas mujeres y también gracias, por hacerme recordar y querer más a mí Madre. Besos y un abrazo fuerte.

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  6. Fantástico Juan. Tu sensibilidad no tiene límites. Gracias.
    Carmela

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  7. He vuelto a releerte querido Doctor y docto amigo. Es lo primero que hemos hecho nada más llegar de Cáceres. Admiro tu capacidad de aprehenderlo, de pasar admirando por la vida y de reparar en éllo, admiro este lado necesariamente didáctico que emana de tu sensitividad, ese algo que te infiere la ternura por todo aquello/aquellos que según a tu bien parecer le plazca/n. Decirte, como madre que soy, que para ella a buen seguro que fuiste todo un honor, y que con un hijo asi tendria todas las enhorabuenas merecidas. Una abraçada ben forta estimat amic.

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