domingo, 30 de diciembre de 2012

La patata negra de los Andes

Solanum tuberosum "Vitelotte noire"

Aunque por su extraño color uno podría pensar que se trata de una variedad nueva conseguida con sofisticados métodos de ingeniería genética, la verdad es que es una de las patatas cultivadas más antiguas, tanto que los indios prehispánicos ya la cultivaban en las altiplanícies de los Andes hace más de 500 años y sus descendientes actuales la siguen sembrando año tras año junto con otras muchas variedades: rojas, amarillas, blancas, marrones, verdes, moradas, redondas, alargadas, pequeñas como garbanzos, grandes como pomelos, aplanadas, curvadas como ganchos, etc...todas ellas conservando sus genes ancestrales de resistencia a las plagas y enfermedades, al duro clima andino, a la escasa lluvia y a la pobreza de la tierra montañosa.

Patatas negras de los Andes adquiridas hace 7 años en el Mercado del Olivar de Palma de Mallorca. Estaban en una cestita hecha con láminas entrelazadas de madera de castaño, importadas directamente de Francia. Las vendían a 25 € el kilo en un puesto del mercado especializado en rarezas de ultramar. No pude resistir la tentación y compré una docena. Las de la imagen son alargadas, pero en Francia y por supuesto en los Andes también las hay de forma ovalada.

Bajo su piel negra se esconde una bellísima pulpa de un intenso color morado muy oscuro. Esta patatera  lleva siglos cultivándose en Francia, por lo que existe la falsa creencia de que se trata de una variedad obtenida por los agricultores franceses. Es poco productiva, en general sólo da media docena de patatas por planta y ésta, junto al pequeño tamaño de los tubérculos, es tal vez la causa de su escasa difusión.

Su color se debe a la gran concentración de antocianos, unos pigmentos naturales que dan color a las hojas, flores, frutos y tubérculos de todas las plantas. En el caso de la patata negra predominan los antocianos azules y morados. Se observa claramente una mayor concentración de pigmentos justo bajo la piel dibujando una línea negra. A los antocianos se les atribuye un efecto antioxidante y estimulante de las defensas del organismo, de ahí que se recomiende comer estas patatas sin pelar para aprovechar estos salutíferos pigmentos. 

También las hojas, sobretodo las más tiernas, son ricas en antocianos azules y morados. Los franceses la llaman "vitelotte noire", que quiere decir "mano de mortero negra" por la curiosa forma de los tubérculos, alargada y más gruesa en uno de los extremos. Se la llama también patata violeta, patata negra, patata trufa y blue potato.

En pleno verano la patatera pierde buena parte de los pigmentos oscuros, persistiendo la negritud principalmente en el tallo y en el pecíolo y la nerviación central de la lámina de las hojas. Las bellísimas  flores lucen unos pétalos velludos de un blanco inmaculado y unos estambres marrón-negruzcos agrupados alrededor del pistilo femenino, el cual presenta un llamativo estigma negro en la punta.

¡Qué bonito el diseño! ¿Verdad?

Y para acabar aquí os presento dos recetas que elaboré hace 7 años con estas curiosas patatas que adquieren un bonito color azul marino al cocinarlas.  

Patatas negras con espárragos y lágrimas de la Virgen.

Se pelan y trocean tres patatas Vitelotte noire por persona (se pueden comer con la piel, ya que es muy fina), con espárragos trigueños y flores de lágrimas de la Virgen, Allium triquetrum. Para aportar proteinas al plato se le puede añadir un huevo de oca hervido y partido por la mitad, todo ello aliñado con aceite de oliva virgen, ajos troceados y sal.

Frijoles de Tarragona con patatas negras.

La noche anterior se ponen los frijoles en remojo y al día siguiente se hierven con varios trozos de chorizo. Al final de la cocción, cuando los frijoles ya están casi hechos, se añaden las patatas negras Vitelotte noire, que se cuecen en pocos minutos, y un sofrito de cebolletas, ajos y tomate en aceite de oliva y sal.



martes, 18 de diciembre de 2012

Gesnouinia arborea, la canaria más coqueta

Estrelladera, Follao hembra, Ortigón de monte, así llaman los canarios a la bellísima Gesnouinia arborea, una planta de porte arbustivo de la familia de las Urticaceae, única en su género y endémica de las islas centrales y occidentales del Archipiélago canario, es decir, las más húmedas y frescas: Tenerife, Gran Canaria, La Palma, La Gomera y El Hierro. Está ausente en el resto de islas de la Macaronesia. Su nombre le fue dado por el botánico francés Gaudichaud-Beaupré en 1830 en honor a su colega M. Gesnouin.

A simple vista se parece mucho a una parietaria gigante, de hecho ésta fue mi primera impresión cuando, después de recorrer unos 10 kms. dentro del palmeño Bosque de los Tiles, un lugar paradisíaco indescriptiblemente bello y conservado en toda su pureza, la vi por primera vez en mi vida bajo una penumbra intensa e iluminada por un rayo de sol que se colaba entre el espeso follaje de los tiles, laureles, viñátigos, barbusanos, palos blancos, marmulanos, follaos, peralillos de monte, mocanes... ¡Uauuu, una Gesnouinia, por fin!, exclamé al reconocerla enseguida a pesar de haberla visto sólo en fotografías. Se me antojó la cosa más bonita de todo el bosque. Estuve a punto de dar saltos de alegría, pero me contuve pues se acercaban dos parejas de visitantes alemanes y no quise que me tildaran de loco, aunque la verdad debo reconocer que a veces sospecho que mi afición es de psiquiátrico. Vaya subidón de adrenalina, sí, de adrenalina, pero de la buena, de la que nos hace segregar endorfinas a chorro en nuestro encéfalo y nos alarga la vida, nos rejuvenece, nos hace sentir vivos, felices, privilegiados, suertudos de poder disfrutar de las maravillas de esta Tierra nuestra, la única que tenemos. Creía que iba a volver de mi viaje a La Palma sin encontrarla y ahí estaba, esperándome, toda coqueta ella, iluminada por aquel inmenso foco de pasarela, creciendo como rupícola sobre aquel decorado de negrísima lava volcánica, mirándome divertida por haber provocado en mí aquella reacción hilarante.

 Hojas y flores de la Estrelladera anterior.

Gesnouinia arborea en el Parque Rural de Anaga situado en el extremo norte de la isla de Tenerife. Este magnífico ejemplar medía más de dos metros de altura con un tronco leñoso y grueso como mi antebrazo. Me la encontré caminando por la carretera a un metro escaso de la cuneta. Fue la segunda Gesnouinia que veía en mi vida. Su floración era realmente bonita, yo diría que luminosa, contrastando su color rosado-rojizo con el verde intenso de las hojas. Recomiendo ampliar las fotos con un doble click.

Otra magnífica Gesnouinia arborea de unos tres metros de altura en plena laurisilva, fotografiada a principios de mayo en el mismo Parque Rural de Anaga. Este arbusto canario de sotobosque  necesita luz, por lo que aprovecha cualquier claro de la Laurisilva para prosperar. Suele ramificarse desde la base. Las ramillas son tomentosas. En condiciones óptimas puede alcanzar los 5 metros de altura. Se cultiva facilmente en los jardines botánicos del archipiélago.

 Hojas de Gesnouinia arborea que guardan un gran parecido con las de la parietaria, aunque son más grandes pudiendo medir de 5 a 15 cms de longitud y de 3 a 5 cms. de anchura. Están cubiertas de tricomas muy suaves que les dan un tacto aterciopelado.

Envés de las hojas de Gesnouinia arborea con unas llamativas nerviaciones.

 Espléndida floración de esta Gesnouinia arborea fotografiada junto a la Casa Forestal del Parque Rural de Anaga en Tenerife a mediados de mayo.

Racimos de flores rosadas de la planta anterior.

Otra inflorescencia en racimo de Gesnouinia arborea.

Visión cercana de las pequeñísimas y apelotonadas flores de Gesnouinia arborea, que se disponen en panículas colgantes. Son monoicas, aunque funcionalmente se comportan como dioicas temporales, ya que primero se abren como femeninas, lo que se llama protoginia y tras la fecundación de su ovario por el polen de otra planta se abren como masculinas, evitando así la autopolinización. Las semillas son aquenios pequeños rodeados por el cáliz.

La estrelladera es muy escasa en la naturaleza, por lo que está protegida por la legislación tanto nacional como internacional. Está catalogada como vulnerable en la Lista Roja de la Flora vascular amenazada de España.




sábado, 15 de diciembre de 2012

Passiflora alata, fragancia del Amazonas

La Passiflora alata es una liana tropical originaria del Amazonas brasileño que crece trepando a los árboles cercanos con sus larguísimos sarmientos en los claros más iluminados de la selva. Los indios la llaman ouvaca que significa estrella roja por sus 10 pétalos de un intenso color rojo vinoso por el haz y blanco rosado por el envés. En Brasil es una planta muy apreciada tanto por sus flores como por sus frutos comestibles. En inglés la llaman Red passion flower. Pertenece a la família de las Passifloraceae.

Las flores de la Passiflora alata son espectaculares. Su diseño y sus colores son el summum de la belleza. El perfume intenso que desprenden se percibe desde lejos. Yo lo definiría como embriagador, delicado, delicioso, tanto que cuando acercas la nariz a una de estas flores no puedes evitar exclamar: ¡Uhmmm, qué maravilla! Es una fragancia tan placentera que alegra y serena el alma como el mejor de los tratamientos antidepresivos de la aromaterapia. Hice la fotografía de estas dos flores en el año 2003 a finales de octubre. Recomiendo ampliar las fotos con un doble click.

Flor de ouvaca en junio. Esta planta la conseguí en un vivero de Mallorca en el año 2002. Recuerdo que la vendían bastante cara. Fue un capricho y no me arrepiento de haberla comprado, a pesar de que sólo pude disfrutarla durante tres años. Tanto ella como su hija clónica, que conseguí por acodo simple, murieron fulminadas por el ataque despiadado del hongo Armillaria mellea.

Fruto inmaduro de Passiflora alata en agosto de 2005. Éste fue el único fruto que me dió mi Passiflora alata antes de morir con sus raíces podridas por el hongo

Fruto anterior ya maduro en septiembre. Desprendía un suave olor a melón.

Detalle de la pulpa del fruto anterior. Me la comí a cucharaditas. Estaba dulce y me recordó el sabor de la fruta del maracuyá. Guardé algunas semillas que sembré en la siguiente primavera, pero ninguna de ellas germinó. Ahora estoy tentado de comprar semillas por internet para volver a disfrutar de esta maravilla amazónica, aún a sabiendas de que en un par de años va a morir fulminada por el hongo.

Acodo simple de un sarmiento de Passiflora alata. Mi primera ouvaca no me dió ningún fruto, así que se me ocurrió hacerle un acodo a uno de sus sarmientos enterrándolo en una maceta. Utilicé tierra vegetal comercial mezclada con tierra calcárea mallorquina al 50% y para que se mantuviera sin moverse en la maceta le puse una piedra encima. Un par de meses después ya había echado raíces y conseguí así una hija clónica que fue la que me dió el fruto. Han pasado 7 años y el recuerdo del fragante aroma de sus flores permanece grabado de forma indeleble en mi rinencéfalo.


sábado, 8 de diciembre de 2012

Feijoa sellowiana, le encanta el Mediterráneo

Feijoa sellowiana, Acca sellowiana, Orthostemon sellowianus, éstos son algunos de los nombres científicos de esta planta sudamericana cuya adaptabilidad, rusticidad, belleza y deliciosos frutos la han llevado a conquistar el Mediterráneo de la mano del hombre. Se cultiva principalmente como planta ornamental por su floración espectacular y también por sus frutos verdes del tamaño de un huevo de gallina cuyo exótico sabor recuerda a la piña tropical. Su nombre popular más extendido es guayabo del Brasil.

Feijoa sellowiana cubierta de flores a finales de mayo. Cuando sale el sol estas llamativas flores son un reclamo irresistible para las abejas que son sus principales polinizadoras en el Mediterráneo, aunque en su Sudamérica natal también son visitadas y polinizadas por los colibríes, atraídos por las gotitas del dulce néctar situado en la base de los estambres.

Las flores son espectaculares con sus numerosos estambres dispuestos en forma de brocha típicos de todas las Myrtaceae. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click).

Los filamentos de los estambres tienen un vivo color rojo sangre y las anteras cargadas de polen de sus extremos un suave color blanco amarillento. El pistilo femenino es ligeramente más largo y más oscuro que los estambres y acaba en un estigma puntiagudo. Los pétalos en número de cuatro son rosados por el haz y de un luminoso blanco inmaculado por el envés. Su borde revoluto hacia arriba hace más visible el envés blanco que el haz rosado. Por debajo de los pétalos se encuentran cuatro sépalos mucho más pequeños de color marrón-rojizo por el haz y verdes por el envés.

Brotación primaveral a principios de abril. Se pueden ver algunos capullos incipientes que se abrirán a finales de mayo. Este arbusto es de hoja perenne, aunque a veces en pleno verano si llueve poco pierde bastantes hojas. Lo mismo le ocurre en pleno invierno si hace mucho frío.

Hojas de feijoa de color verde-grisáceo y brillantes por el haz a principios de diciembre. En primavera y verano las hojas son más oscuras.

Flores recien fecundadas iniciando el crecimiento de los ovarios. Se aprecia el envés blanquecino de las hojas y los cuatro sépalos de las flores que persisten en el extremo de los frutos una vez maduros.

Fruto de guayabo del Brasil de la variedad "Mammuth" con los restos de los sépalos en su extremo, detalle típico de todos los frutos de las Myrtaceae.

Frutos de Feijoa sellowiana de la variedad "Triumph", más pequeños y ovalados que los de la variedad anterior.

Fruta de guayabo del Brasil "Triumph" partida en sentido longitudinal.

La jugosidad de la pulpa se aprecia mejor de cerca. Se ven algunas semillas inmersas en la parte central de la pulpa que tiene un aspecto hialino por contener más agua y más azúcares. Esta jugosidad de la pulpa que rodea las semillas es una estrategia de las plantas que dependen casi exclusivamente de las aves para la dispersión de sus semillas. Los pájaros perforan los frutos con sus picos en busca del centro jugoso rico en azúcares donde están las semillas. Una vez digerida la pulpa, el ave excreta las semillas ya bien escarificadas por los ácidos digestivos lejos de la planta madre.

Pulpa de otra feijoa "Triumph" cortada en sentido transversal. Además de ser una excelente fruta de mesa, con su pulpa rica en vitamina C y antioxidantes se pueden preparar zumos, jaleas, mermeladas, helados y pasteles.

Los cuatro compartimentos del ovario de la flor se transforman en esta bonita cruz jugosa. Las semillas se encuentran en los extremos de los cuatro brazos de la cruz.

Feijoa sellowiana de 15 años nacida de semilla. Pertenece a la variedad "Mammuth". A la izquierda se ve un lúcumo del Perú de 26 años y a la derecha un aguacate cargado de frutos que injerté hace unos 10 años.

El guayabo del Brasil suele tener un porte arbustivo de no más de 4 metros de altura con el tronco ramificado desde la base. Este frutal crece de forma natural en las zonas montañosas del sur del Brasil, norte de Argentina, Colombia, Uruguay y este de Bolivia. Es resistente al frío moderado, pero muere fulminado a temperaturas inferiores a -12ºC. No es apropiado para ser cultivado en zonas excesivamente áridas y calurosas. Vive muy a gusto en clima mediterráneo cercano al mar. En Europa se cultiva desde hace muchos años en el sur de Francia.



sábado, 1 de diciembre de 2012

Kiwano del Kalahari, un refrescante manjar para elefantes, rinocerontes, jirafas y ...... humanos.

El kiwano, melón espinoso, pepino africano, kino, milú, gaka o gakachika es una cucurbitácea de nombre científico Cucumis metuliferus, adaptada al caprichoso ciclo de las lluvias del Desierto del Kalahari.

El fruto de Cucumis metuliferus, al madurar, adquiere un bonito color verde anaranjado con unos curiosos dibujos geográficos, que recuerdan las pinturas de los aborígenes australianos. Es ovalado y está cubierto de espinas en forma de cuernos de rinoceronte. Se usa por ello como elemento decorativo en los centros de mesa y mezclado con otras frutas en las cestas de frutas. Se consume pelado y cortado en dados o rodajas especialmente en ensaladas. También se puede exprimir como un limón, obteniendo un delicioso zumo muy rico en vitaminas y antioxidantes, que puede ser consumido al natural o bien congelarlo para transformarlo en un refrescante sorbete veraniego.

La pulpa del kiwano del Kalahari tiene un aspecto apetitoso se corte como se corte. Es muy jugosa, con un punto ácido muy refrescante que hace reir a los demás comensales, pues obliga a hacer muecas al masticarlo. No hace falta retirar las semillas, tarea árduo difícil dado su pequeño tamaño y su escasa consistencia. De hecho es así como esta planta consigue dispersar sus semillas, viajando en los intestinos de los animales del desierto que se comen sus frutos, en especial los elefantes, rinocerontes y jirafas, para los cuales es una pequeña delicia, un jugoso manjar que les refresca y alivia la garganta de tanto hierbajo reseco y correoso que es su alimento en el desierto.

La planta original silvestre es muy rica en cucurbitacinas, unas sustancias extremadamente amargas e irritantes para el tubo digestivo de los mamíferos, provocándoles náuseas, vómitos, dolores cólicos y diarrea. A los elefantes, jirafas y rinocerontes este efecto purgante les viene de maravilla. Consumir unos pocos kiwanos no sólo no les hace daño, sino que les aporta vitamina C y, al irritar su tubo digestivo, les facilita el tránsito intestinal y la evacuación de las numerosas fibras vegetales atoradas en los pliegues de su larguísimo colon.

 En contrapartida el kiwano consigue que sus semillas sean escarificadas con los jugos digestivos de estos grandes herbívoros y posteriormente defecadas lejos de la planta madre, cayendo sobre la arena envueltas en un magnífico compost natural que les sirve de abono. Así pueden permanecer meses e incluso años, hasta que por fin una esporádica lluvia torrencial tan típica de los desiertos les permite germinar, florecer y fructificar en tan solo tres meses, aprovechando al máximo la efímera humedad del suelo arenoso. Sus largos sarmientos típicos de las cucurbitáceas se extienden de forma radial sobre la arena o bien trepan sobre algún arbusto o árbol cercano. Y en cada entrenudo se desarrolla un fruto que al madurar adquiere un llamativo color anaranjado y exhala un irresistible perfume, que atrae de nuevo a los elefantes, rinocerontes y jirafas, y así se repite el ciclo de su vida.

Los frutos cultivados para consumo humano son una variedad mutante seleccionada desde la antigüedad que carece de cucurbitacinas, por lo que no son ni amargos ni purgantes. En África se cultivan para ensalada especialmente en Zimbabue donde reciben el nombre de gaka o gakachika. Fuera de su continente de origen su cultivo se ha extendido a todos los países del mundo con un clima favorable, sobre todo en Israel, Chile, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Brasil, Italia y el sur de España (Almuñecar). El nombre kiwano se lo pusieron los agricultores de Nueva Zelanda en alusión a su otro cultivo más conocido, el kiwi. Ambos frutos, uno africano y el otro chino, son ampliamente cultivados en este país austral, donde se han ido seleccionando cultivares cada vez más jugosos y aromáticos.
 

 Flor masculina de kiwano. Los tallos y el pecíolo de las hojas están cubiertos de tricomas.

Flor femenina de Cucumis metuliferus con el ovario cubierto de protuberancias que al madurar se transformarán en espinas cónicas.
 
Fruto de kiwano en agosto tras la fecundación.

Detalle de las protuberancias espinosas que cubren la superficie del fruto.

Fruto casi maduro a finales de agosto. En pocos días su piel cambiará a un bonito color anaranjado, momento en el que ya será comestible.
 
Las semillas se pueden adquirir fácilmente por internet. La mejor época para sembrarlas es desde mayo a agosto. Con los primeros fríos intensos de noviembre la planta muere después de producir varias decenas de frutos.

Y para acabar, aquí tenéis una deliciosa ensalada cuyo sabor ácido abre el apetito. Se puede consumir como primer plato o bien acompañar unos bistecs de ternera, unas chuletas de cordero o de cerdo, un conejo, unas codornices, unas sardinas, unos calamares o unas sepias a la brasa. También combina perfectamente con unos pinchitos morunos o unos langostinos.

Ensalada de Kiwano del Kalahari.
Refrescante ensalada elaborada con la pulpa de dos kiwanos bien maduros cortados en rodajas, acompañados de tomate, aceitunas rellenas de anchoa y hojas de lechuga roja rizada, todo aliñado con aceite de oliva virgen extra, tomillo en polvo y sal. Os aseguro que está tan deliciosa y es tan aperitiva que sabe a poco.



jueves, 22 de noviembre de 2012

Cryptomeria japonica, el majestuoso árbol Sugi

Su madre era japonesa y pacífica, ellas son azorianas y atlánticas 

Os estoy hablando de una conífera originaria del Japón, el árbol Sugi, cuya extraordinaria belleza conquistó primero el corazón de los chinos y después el de todos los amantes de los árboles del resto del mundo. Actualmente se cultiva en todos los continentes. Es muy apreciado por los jardineros que han seleccionado numerosas variedades. La más curiosa y más cultivada es la "elegans", arbustiva, de crecimiento lento y con las hojas siempre juveniles que adquieren un llamativo color marrón rojizo durante los meses de otoño e invierno. Pertenece a la família de las Taxodiaceae.

Majestuosas Cryptomerias asilvestradas formando un espeso bosque en la ladera de un volcán de la Isla de Faial del Archipiélago de las Azores. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click para apreciar mejor los detalles).

La Cryptomeria japonica puede alcanzar dimensiones gigantescas. En el Japón hay ejemplares que superan los 70 metros de altura con un diámetro de tronco de 4 metros, casi tan colosales como las famosas Sequoias de California, parientes ancestrales suyas.

Imponentes ejemplares "jóvenes" de árbol Sugi en un claro de un bosque azoriano. 

Paseando por el interior de aquellos bosques tuve la sensación de encontrarme en otro mundo, en otra era geológica, unos cuántos millones de años atrás. Me senté sobre el tronco de un viejo Sugi abatido al suelo por el viento y cerré los ojos. El dulce aroma a tierra buena, sana, húmeda, el impresionante silencio sólo roto por el murmullo de las ramas acariciándose entre ellas columpiadas por una brisa suave y el hechizo del olor a resina de conífera exhalado por las hojas de aquellos gigantes de sangre verde hicieron latir con fuerza mi corazón de felicidad. Si, amigos, aquello era lo más parecido a un paraíso. Por unos segundos me vino a la mente la idea de quedarme allí a pasar mis últimos años de vida, feliz, en paz, rodeado de lo que más quiero, la vida y la naturaleza.

El tronco del árbol Sugi es muy recto. Su querencia por el sol y la competencia por alcanzarlo le hace crecer con fuerza hacia arriba, de forma que las ramas inferiores se secan y autopodan a medida que quedan en penumbra, oscurecidas por las ramas más altas que impiden el paso a los rayos solares. Los ejemplares de la foto medían más de 40 metros.

Los portugueses que poblaron las Islas Azores, hace ahora unos 560 años, encontraron unas islas vírgenes cubiertas por una espesa vegetación casi impenetrable, el primigenio bosque de laurisilva macaronésica. Sobrevolaban aquel paraíso terrenal numerosas aves parecidas a halcones que ellos denominaban "açores" y con este nombre bautizaron a aquellas islas perdidas en medio del Océano Atlántico: Islas Azores, o sea, Islas de Halcones. Con la ayuda del fuego deforestaron las tierras más accesibles de la costa y las laderas de los volcanes y sólo respetaron la vegetación de los lugares más inaccesibles. En las mejores tierras conquistadas a la Laurisilva sembraron cereales, hortalizas y árboles frutales y en las tierras más pobres y pedregosas de las laderas volcánicas sembraron cryptomerias japonesas con la idea de obtener en pocos años madera de buena calidad para construir casas y barcos. El clima y la tierra volcánica azoriana gustaron tanto al árbol Sugi que en pocas décadas lo que había sido una exuberante laurisilva macaronésica fue sustituida por inmensos bosques de bellísimas coníferas japonesas, cuyas semillas fueron conquistando nuevas tierras de una manera espontánea y sustituyendo los árboles que se talaban. Ya no hacía falta resembrar continuamente nuevos vástagos pues el bosque se renovaba solo.

Troncos de Cryptomeria japonica de un metro de diámetro. Las hojas y ramillas caídas sobre el suelo del sotobosque forman una gruesa capa de materia orgánica que se va descomponiendo con la elevada humedad ambiental y se transforma en un riquísimo humus cargado de nutrientes.

La tierra descompuesta gusta mucho a los helechos azorianos que crecen vigorosos en la penumbra del sotobosque de las cryptomerias. Sus frondes nuevas de un metro de longitud resaltan por encima de la mullida cama de hojarasca con su vivo color verde claro. Los helechos más abundantes son precisamente los endémicos Dryopteris azorica y Dryopteris crispifolia. También vi unos cuántos ejemplares de la rarísima Culcita macrocarpa.

La lluvia horizontal tan típica de la Macaronesia aporta diariamente unos cuantos litros de agua dulcísima y crea un ambiente exageradamente húmedo que facilita el crecimiento de centenares de especies de líquenes, musgos y hepáticas sobre la corteza de las cryptomerias. En la imagen se ve un tronco de casi un metro de diámetro con la corteza cubierta por una extensa capa de hepáticas, como si de un vestido verde se tratase.

Hojas adultas de Cryptomeria japonica.

Frutos maduros a principios de mayo tras la dispersión de las semillas.

Hace veinte años compré una pequeña Cryptomeria japonica "elegans" en un vivero de Mallorca. Sólo medía unos 20 centímetros. La sembré en mi jardín en el lugar dejado por un naranjo muerto por el ataque del hongo Armillaria mellea. Los trozos de micelio que quedaron en la tierra después de arrancar el naranjo invadieron el sistema radicular de la pequeña cryptomeria y durante unos 15 años cada otoño salieron setas de Armillaria mellea rodeando su tronco. Yo creía que el hongo acabaría matándola, pero hace cinco años en otoño ya no salieron más setas y todo hace pensar que o bien las raíces se han inmunizado y han matado a la Armillaria mellea atacándola con fitoanticuerpos o bien el hongo se ha convertido en simbiótico y ha formado una asociación mutualista con las raíces de la cryptomeria realizando las funciones de una micorriza. Esta curiosa transformación de un hongo letal para los árboles en un benéfico simbionte ha sido comprobada por los ingenieros forestales en otras especies arbóreas. Sea como fuere mi árbol Sugi está magnífico y crece unos 10 centímetros anuales.

Mi Cryptomeria japonica "elegans" brotando vigorosamente durante la primavera. A diferencia de la variedad silvestre, ésta crece muy poco, tiene un porte arbustivo y presenta todo el año unas hojas juveniles muy blandas, de tacto muy suave, con aspecto de penacho.

La misma cryptomeria durante el invierno. Para protegerse del frío y evitar la congelación las hojas sintetizan antocianos y adquieren un bellísimo color marrón rojizo. Cuando aumentan las temperaturas en primavera, las hojas se vuelven otra vez verdes.

 Misma Cryptomeria "elegans" a mediados de febrero al lado de un avellano silvestre en plena floración nacido en el Pirineo francés hace 27 años.

Flores femeninas de Cryptomeria japonica "elegans" con el detalle de las hojas juveniles todavía rojizas a principios de la primavera.

Flores masculinas cargadas de polen. Las hojas juveniles de esta variedad de jardín parecen agujas pero tienen un tacto muy suave.

El Sugi es el árbol nacional del Japón. Tanto los japoneses como los chinos lo cultivan desde hace muchos siglos junto a los templos donde se pueden ver ejemplares centenarios con unas dimensiones gigantescas. También es considerado un buen árbol forestal productor de madera, la cual es muy aromática, rojiza, ligera, dura y resistente al agua.