domingo, 11 de diciembre de 2016

Reproducción de esquejes de Kauri de Nueva Zelanda en mini-invernadero con fibra de coco

 El Kauri de Nueva Zelanda, Agathis australis, es una conífera gigantesca que apareció sobre la Tierra hace 190 millones de años durante el Cretácico. Desde entonces vive en la isla Norte (Te Ika un Maui en idioma maorí), de donde es endémico. Sus brotes tiernos fueron el alimento de los dinosaurios herbívoros australes cuyos larguísimos cuellos, cual jirafas reptilianas, les permitían alcanzar las elevadas copas de este fantástico árbol que en los ejemplares más longevos llega a superar los 50 metros de altura.

 Esta mañana, viendo que mis 14 ocas se han dedicado a picotear las ramillas más bajas del kauri, pasando sus cabezas por los angostos espacios de la tela metálica que lo debía proteger, se me ha ocurrido aprovecharlas para intentar reproducir este árbol tan querido por mí. Si logro que al menos una de ellas eche raíces, será un regalo para mis amigos Jaume y Matilde. Ellos me trajeron el kauri desde Nueva Zelanda. Así tendrán un hijo clónico suyo que embellecerá todavía más su fantástico jardín.

 Extremos de las ramillas picoteadas por las ocas.

 Tras eliminar las puntas picoteadas, he raspado superficialmente la corteza de la base de cada ramilla con la intención de dejar al descubierto el cambium y facilitar así la emisión de raíces. No les he puesto hormonas de enraizamiento, pero sí he mojado la base de la mitad de los esquejes en un vaso de agua con vitamina B1 (Tiamina), para comprobar si realmente sirve para que echen raíces con más facilidad. Hace años era utilizada por algunos maestros del arte del Bonsai.

Sólo he utilizado una ampolla.

 Las botellas de plástico transparente son ideales para fabricar con ellas un mini-invernadero. Tras partirlas por la mitad con unas tijeras sin llegar a cortarlas del todo (dejo sin cortar unos tres centímetros a modo de bisagra), las he rellenado con fibra de coco humedecida.

 Con la ayuda de un destornillador he hecho un agujero en la fibra de coco y he sembrado en él una ramilla.

 La siembra ha finalizado. Sólo resta volver a pegar las dos partes de la botella con cinta plástica transparente de embalar.

 Esta cinta ancha es ideal.

 Tras la siembra he humedecido los esquejes con agua, pulverizándola a través de la boca de la botella.

 Para finalizar he cerrado cada botella con su respectivo tapón. El esqueje de la imagen es el más sano, el único que no está picoteado por las ocas.

 He sembrado también dos estacas de pistacho hembra y una de higuera "Panaché".

 Al igual que en los seis esquejes de kauri, he raspado la corteza de la base de las tres estacas para dejar al descubierto el cambium.

Aquí podéis ver los nueve mini-invernaderos con su respectivo esqueje. A continuación, tras hacerles esta foto, los he situado a la semisombra de una imponente encina dulce de 33 años de edad. Reciben mucha luz durante todo el día sin sol directo. Sólo les llegan algunos rayos tamizados que logran filtrarse a través de la tupida copa de la encina.

 Así era mi Kauri el día 23 de enero de 2012. Medía unos 30 cms.

Y aquí lo tenéis a día de hoy. Dentro de un mes se cumplirán cinco años de su llegada a Mallorca. Ya ha alcanzado los 2 metros de altura. Crece una media de 34 centímetros por año. Si os apetece conocer su historia, aquí tenéis el enlace a la entrada que escribí sobre él.---> Kauri de Nueva Zelanda: mi tesoro austral y un sueño hecho realidad

Me hace mucha ilusión que agarre alguno de los esquejes.

¡Deseadme suerte, amigos!

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El experimento no funcionó y para colmo mi kauri murió ahogado por una larga raíz de un drago de Canarias que creció hacia sus raíces y las envolvió en un abrazo mortal como si fuera una cabellera, impidiéndole absorber el agua y los alimentos y matándolo literalmente de hambre y sed. No lo supe hasta que lo arranqué ya muerto y me encontré con el asesino invisible. De haber sabido que el drago elimina de esta manera tan cruel todas las plantas de sus alrededores que puedan hacerle la competencia, el asesinado habría sido él.

En fin. Así funciona la naturaleza.

sábado, 3 de diciembre de 2016

El Ricino: un veneno, una medicina, una tortura

El ricino es una planta muy "inteligente", tanto que desde su lugar de origen, el África tropical, con la ayuda del hombre ha conseguido expandirse y adaptarse a climas mucho más fríos y se ha asilvestrado con gran éxito en prácticamente todas las regiones de la Tierra con un clima templado-mediterráneo hasta convertirse en una plaga. Hoy mismo he dado una vuelta por las carreteras circundantes de mi pueblo y he podido ver numerosos ricinos en cunetas y escombreras. Sólo le teme a las heladas intensas y acepta cualquier tipo de suelo, desde ácido a alcalino, desde nitrificado a muy pobre en nutrientes, desde arenoso a calcáreo-arcilloso.

 Aunque venenoso, el ricino de la variedad roja, Ricinus communis var. sanguineus, siempre se me ha antojado muy bonito. Alcanza un porte subarbóreo de hasta 7 metros de altura. Los tallos jóvenes y los pecíolos de las hojas lucen un vistoso e intenso color rosado-rojizo. Este ejemplar vive feliz en mi jardín. Procede de una semilla de un viejo ricino silvestre que crece esplendoroso en la grieta de una roca de arenisca en el sur de Mallorca prácticamente sin nutrientes y con poquísima agua.

La otra variedad, Ricinus communis var. minor, es verde-cenicienta en todas sus partes y su porte es más bajo y menos vigoroso.

Esta planta es muy parecida al hombre. Ambas especies, la vegetal y la humana, son originarias de África tropical y ambas han expandido sus poblaciones al resto del planeta, adaptándose a los variados climas con los que se han ido encontrando en su expansión. Como el mismo hombre el ricino es, pues, un campeón de la supervivencia. Es una especie vencedora. 

 Inflorescencia de ricino rojo con las flores femeninas en su extremo distal y las masculinas en la parte inferior. Para evitar la autopolinización las flores femeninas se abren unos días antes que las masculinas, lo que recibe el nombre de protoginia, de manera que una vez fecundadas por el polen de otra planta, su estigma se cierra y seca, momento en que se abren las flores masculinas con sus numerosos estambres cargados de polen, que el viento lleva lejos en busca de los estigmas receptivos de otra planta.

 Flores femeninas, algunas de ellas con el estigma ya seco tras la fecundación. Las seis ramas del estigma en forma de estrella de mar o de pulpo tienen una superficie verrugosa y pegajosa para facilitar la adherencia de los granos de polen arrastrados por el viento.

Flor masculina con numerosos estambres ramificados en forma de coliflor. 

 Las inflorescencias se desarrollan en el extremo de los tallos. Tras la fecundación de las flores femeninas y el engorde de los ovarios maduran los frutos que están cubiertos de espinas poco punzantes.

 Detalle de los frutos y sus espinas. Si os fijáis, las puntas de las espinas están recurvadas en forma de gancho diminuto, cuya misión consiste en engancharse al pelo de los grandes mamíferos africanos, como si de velcro se tratase, para utilizarlos inteligentemente como mulas de carga, consiguiendo así ser llevados lejos de la planta madre para conquistar nuevos territorios. Además de este medio de dispersión, la ligereza de los frutos permite que el viento los arrastre con facilidad. Y por último, la estructura suberosa de las paredes de los frutos permite que floten sobre el agua de los torrentes y ríos. Así pues, su inteligencia le permite aprovechar tres medios de dispersión de sus semillas: la animal (zoocoria), la aérea (anemocoria) y la acuática (hidrocoria). 

Cada flor femenina cuenta con un ovario trilocular. Tras la fecundación a través del viento por el polen de las flores masculinas de otra planta de ricino, el ovario se transforma en un fruto con tres cavidades o lóculos, en cada uno de los cuales se desarrolla una semilla.

En este fruto maduro se pueden ver los restos del estigma rojizo en forma de pulpo de la flor femenina. 

Sus genes ancestrales de adaptación al frío, a pesar de su origen tropical, le han facilitado el éxito en su supervivencia. Sin duda en algún momento de su evolución africana consiguió superar un cambio climático con un enfriamiento más o menos rápido de su hábitat mediante mutaciones e hibridaciones adaptativas, que posteriormente dejaron de serle útiles al volver a calentarse la Tierra con un nuevo cambio climático cálido. Los genes de resistencia al frío no desaparecieron de su genoma, simplemente quedaron bloqueados, inactivados. Cuando con la ayuda del hombre fue llevado a regiones más frías, los genes durmientes fueron nuevamente activados para que pudiera adaptarse y soportar las heladas suaves del clima mediterráneo.

 Los tres lóculos de un fruto abierto.

 Semillas de ricino con un diseño cromático bellísimo.

 Cada semilla cuenta con una carúncula reniforme, es decir, en forma de pequeño riñón blanquecino, de consistencia esponjosa y muy rica en nutrientes, para aprovechar un cuarto medio de dispersión: las grandes hormigas africanas con fuerza suficiente para transportar las semillas con sus mandíbulas. Tras alimentarse de la carúncula comestible, desechan el resto de la semilla por su toxicidad. De esta manera, regalando una golosina a las hormigas, el ricino consigue que lleven sus hijos, sus semillas, lo más lejos posible, lo que en botánica recibe el nombre de mirmecocoria (dispersión por las hormigas).

 Las semillas del ricino son tan bonitas que metidas en un frasco lucen como pequeñas joyas.

Al aplastar entre los dedos una semilla de ricino nos damos cuenta de la untuosidad de sus cotiledones por su riqueza en aceite, hasta el 50% de su composición. 

El aceite de ricino es purgante en pequeñas dosis y llega a ser letal en altas dosis. Fue usado hace décadas en farmacopea como laxante en estreñimiento y como crecepelo para la calvicie. En nuestra fratricida guerra civil fue utilizado como método de tortura de los prisioneros y de los opositores políticos, obligándoles a ingerir fuertes dosis de aceite de ricino, que les provocaba vómitos y diarreas incoercibles, con la intención de hacerles hablar o simplemente de humillarles y denigrarles.

En la actualidad, además de sus aplicaciones en la industria química y farmacéutica (ya no se usa como laxante, aunque sí como escipiente de algunos medicamentos),  se está utilizando como lubricante en aeronáutica y dada la carencia energética se está sopesando su uso como biocombustible. El ricino tiene pues su futuro asegurado de la mano del hombre.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Cajas-nido en los árboles de mi jardín

Un refugio para los pajarillos en invierno
 y un chalecito para anidar en primavera

El carbonero común es un pajarito insectívoro de nombre científico Parus major que en Mallorca llamamos ferrerico. Se trata de una de las pocas aves capaces de alimentarse de las urticantes orugas de la procesionaria del pino y también una de las que más agradecen la ayuda de las cajas-nido que podamos instalar en el bosque o en nuestro propio jardín.

 Hace varias semanas compré estos tres nidos para periquitos y diamantes australianos con la intención de instalarlos en mi jardín para que sirvan de refugio en invierno y luego nido de cría en primavera a los pajarillos silvestres que visitan los frutales de mi jardín. No me parecieron caros a sólo 3 euros la unidad.

 Para protegerlos de la lluvia y mantenerlos secos  les he añadido un techo de hule imitación madera. Cada caja cuenta con medio techo levadizo donde he clavado un clavo que facilitará la abertura para inspeccionar el contenido y/o limpiar el nido tras la temporada de cría.

 Entrada de una de las cajas-nido con un palito que sirve de posadero. La entrada al nido mide 4 centímetros de diámetro.

 Parte posterior donde he clavado varios ganchos metálicos que facilitarán su fijación en el tronco o rama del árbol..

 Primera caja-nido fijada al tronco de un piño canario, Pinus canariensis, de 14 años de edad, que conseguí a partir de un piñón cogido en lo alto del Pico del Teide.

Segunda caja-nido fijada al tronco y apoyada sobre una rama de un Pino de Norfolk, Araucaria heterophylla, conífera endémica de la isla australiana del mismo nombre, que compré a finales de septiembre del año 1985. En Mallorca lo llamamos "arbre de pisos" por su curioso crecimiento a razón de un piso de ramas cada año. Cuando lo compré medía 70 cms. y tenía 9 pisos. Así pues después de 31 años cuenta en la actualidad con 40 años de edad y mide unos 5 metros de altura. En la imagen se ven tres pisos de ramas, que se corresponden con otros tantos años.

 Tercera caja-nido fijada sobre un aguacate, Persea americana, de unos 15 años de edad. Nació de una semilla extraida de un fruto que compré en un comercio. Hace 8 años lo injerté por el método de Corona bajo bolsa de plástico con dos estaquitas de un aguacate Hass y desde entonces cada año me da una gran cosecha de frutos deliciosos. En la imagen se aprecia bien el punto del doble injerto sobre el tallo principal.

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Edito esta entrada cinco días después para añadir las cuatro cajas-nido adicionales que he colocado en el jardín. Éstas tienen el agujero de entrada de sólo 3 centímetros. Con las anteriores suman en total siete cajas-nido. A ver si hay suerte y alguna pareja de pajarillos se anima a criar en ellas.

 He situado la cuarta caja-nido sobre un aladierno, Rhamnus alaternus, que nació de una semilla defecada por un ave hace 26 años. Lo dejé crecer sin eliminarlo porque estaba en un sitio que no molestaba. A lo largo de estos años se ha convertido en un árbol bellísimo. Es macho y no produce semillas.

 Por su situación en un rincón muy tranquilo esta caja-nido tiene muchas probabilidades de llegar a estar habitada.

 Este oscuro tronco de un Quercus cerrioides de 34 años de edad, que sembré de una bellota en el año 1982, se me ha antojado un buen lugar para situar la quinta caja-nido.

 La tupida maraña de ramillas de este ciprés, Cupressus sempervirens, de 15 años de edad, va a albergar la sexta caja-nido. Es la que ha quedado mejor camuflada.

 Y por último aquí tenéis a la séptima y última caja-nido que he situado sobre esta rama de un zapote blanco de México, Casimiroa edulis, de 23 años de edad, que adquirí en un vivero de Sóller. Se trata de un cultivar de frutos sin semillas seleccionado en Israel para que soporte el clima traicionero del Mediterráneo.

La rama casi horizontal del zapote blanco será una estupenda plataforma de aterrizaje para las avecillas que lo escojan como su hogar.

 Y tras el "arduo trabajo" me he zampado una ración de Chop Suey de cerdo con chayote mexicano, pimiento rojo, zanahorias, cebolletas, un trozo de rizoma de jengibre, tres ajos, aceite de girasol, un chorrito de aceite de sésamo, vinagre de manzana, salsa de soja y pimienta blanca en polvo. ¡¡¡Delicioso!!!

  

domingo, 13 de noviembre de 2016

Juglans nigra, el nogal negro norteamericano

En el otoño del año 1988, hace ahora 28 años, fui de viaje con unos amigos al País Vasco y el sur de Francia. En los jardines de la Plaza de España de la ciudad alavesa de Vitoria pudimos admirar los fantásticos árboles monumentales que embellecían el lugar, entre los cuales recuerdo especialmente una Sequoya gigantesca y un Nogal negro norteamericano, ambos con numerosas semillas en el suelo bajo sus copas. Entonces todavía no tenía mi huerto-jardín y me dedicaba a los bonsais. Nunca antes había visto estos dos árboles y la verdad es que quedé fascinado. Por supuesto no pude resistir la tentación de recoger unas cuantas semillas de la sequoia y tres o cuatro nueces del nogal. Ya en Mallorca las sembré en macetas individuales, pero al final sólo germinó una nuez.

Nueces de mi Nogal negro recogidas del suelo bajo la copa del árbol a mediados de noviembre.

El nombre del género Juglans procede de la unión de dos palabras latinas:  
 iuppiter, jovis = el dios Júpiter y glans, glandis = bellota, o sea, Jovis+glans ---> Juglans.

 El nombre de la especie, nigra, viene del adjetivo también latino nigra, nigrae = negra.

Así pues Juglans nigra se podría traducir como Bellota negra del dios Júpiter.

Mi nogal negro norteamericano en otoño del año 2004 con 16 años de edad. Al igual que el ginkgo, cuando en octubre los días se acortan y bajan las temperaturas, el nogal reabsorbe los nutrientes de las hojas (clorófila, azúcares, proteinas y minerales) y los almacena en las raíces, con la intención de que le sirvan para iniciar con fuerza y éxito la siguiente brotación primaveral. Al dejarlas prácticamente reducidas a una carcasa vacía de celulosa, pierden el color verde y adquieren un bellísimo color amarillo-oro, hasta su caída unas semanas más tarde.

Cuando en 1989 compré el huerto de naranjos, limoneros y mandarinos, que con los años acabaría transformando en el jardín que desde niño siempre había soñado tener, sembré en tierra todos los bonsais de mi colección para que pudieran crecer libres y felices, repartidos por las diferentes terrazas de la falda de la montaña. Todos ellos ahora son árboles monumentales: un abeto de Ronda, un cedro del Atlas, un cedro del Líbano, un fresno de hojas estrechas, un árbol de Júpiter, dos pistachos, un brachychiton australiano, un boj balear, un boj del valle del Roncal, dos encinas de bellota dulce, seis robles cerrioides, un pino de Norfolk, una casuarina australiana, un árbol del amor, un árbol del Coral sudafricano, una robinia de flores rosadas y un haya, un abeto blanco, un tilo y un avellano del Pirineo francés.

 
Mismo nogal negro norteamericano fotografiado a mediados de noviembre de 2016 con 30 años de edad. Acababa de tirar todas las nueces y un tercio de las hojas.

 Hojas otoñales de Juglans nigra.

 Su color amarillo-oro es espectacular.

Al igual que todos los árboles de la familia Juglandaceae, tanto las hojas, como los frutos, las raíces y la madera del nogal negro son ricos en una sustancia llamada JUGLONA, muy tóxica para las demás plantas, frenando o incluso impidiendo el crecimiento de cualquier otra planta cerca de un nogal. Sólo los arces, abedules y hayas son resistentes a este veneno. Desde hace más de mil años los agricultores conocen este efecto "alelopático" de los nogales y evitan sembrar cereales y otras hortalizas cerca de uno de estos árboles. Por propia experiencia puedo confirmar este efecto tóxico sobre tres árboles que sembré a unos metros de mi nogal negro. Dos de ellos acabaron muriendo: una acacia Leucaena leucocephala y una Thuja orientalis, y el tercero, un pistacho hembra, no consigue prosperar y seguramente acabará muriendo. 

Tronco de mi nogal negro con su corteza grisácea, rugosa y profundamente agrietada.

Los nogales son árboles monoicos, con flores masculinas y femeninas sobre el mismo árbol aunque separadas entre si. En la imagen podemos ver las flores masculinas en forma de largos amentos verde-amarillentos cargados de polen, que el viento transporta hasta las flores femeninas, lo que en botánica recibe el nombre de polinización anemófila, o sea, a través del viento.

 Flores masculinas algo más desarrolladas fotografiadas día 15 de mayo.
Las flores femeninas de los nogales son muy simples, pues carecen de pétalos y están formadas por un ovario globoso de superficie aterciopelada acabado en un pistilo rodeado por dos bracteolas muy pequeñas y soldadas al receptáculo y cuatro sépalos también muy pequeños y soldados entre sí salvo en su extremo distal cercano a los dos estigmas. En la imagen estas bracteolas y sépalos no se aprecian dado su pequeñísimo tamaño. Los dos grandes estigmas receptores del polen se abren a modo de plumeros en el extremo de la flor femenina. Para asegurarse la captación de al menos dos granos de polen, suficientes para fecundar los dos carpelos del ovario, los estigmas tienen una superficie muy rugosa y pelosa, lo cual aumenta sobremanera el área receptiva del polen. De ahí que muy raramente las flores femeninas de los nogales se quedan hueras sin fecundar.

Las nueces del nogal negro suelen crecer emparejadas de a dos, aunque también pueden hacerlo solitarias.

Suelen madurar a mediados de octubre y si no son recolectadas caen al suelo bajo la copa del árbol a principios de noviembre.

Nueces maduras en noviembre.

Los frutos del nogal negro norteamericano están rodeados por una cáscara o exocarpio verde-amarillento que se seca rápidamente, se vuelve negra y adquiere la consistencia del cartón. Contiene una gran concentración de taninos y pigmentos marrón-amarillentos, que tiñen intensamente los dedos al pelar las nueces. Estos pigmentos y el tanino que actua como fijador del color fueron utilizados por los indios americanos para teñirse el pelo y para curtir y colorear las pieles de sus vestidos.

La semilla o nuez comestible, es decir, el endocarpio, está rodeada por una gruesa cáscara leñosa de consistencia pétrea, que precisa golpear las nueces con mucha fuerza para cascarlas. Son un alimento fantástico muy ricas en grasas insaturadas y proteinas.

Mismo nogal negro norteamericano brotando y floreciendo a principios de mayo del año 2017.

El nogal negro crece de forma natural en el este de Norteamérica, donde también es ampliamente cultivado para el aprovechamiento de su madera y sus frutos. En el año 1629 fue introducido en Europa como árbol ornamental, siendo posteriormente cultivado en plantaciones forestales por su madera densa, dura y resistente, considerada de excelente calidad y utilizada sobretodo en ebanistería. También se cultiva en Sudamérica y en Asia Oriental.