martes, 30 de octubre de 2012

Nuez de Macadamia, reina australiana de las nueces.

El nogal de Macadamia es un árbol originario de Australia de la família de las Proteaceae. En general crece como un arbusto grande, pero en Australia puede alcanzar el tamaño de un árbol imponente. Hay dos especies con nueces comestibles:  Macadamia integrifolia, que es la más cultivada y Macadamia tetraphylla, muy espinosa y más rústica. Se cultiva también su híbrido. El género Macadamia, que lleva el nombre del naturalista y político australiano de origen escocés John Macadam, incluye muchas más especies repartidas por Australia e Indonesia, pero sus nueces son venenosas por la presencia de glucósidos tóxicos. Los aborígenes australianos, sin embargo, saben cómo cocinarlas para neutralizar su veneno y se las comen sin sufrir ningún trastorno de salud.

Nueces de Macadamia integrifolia. Como todas la nueces tienen una piel externa verde que se vuelve marrón cuando maduran y una cáscara durísima totalmente esférica parecida a una canica de barro que protege una almendra redonda muy rica en grasas que le dan un aroma delicioso cuando se aplasta entre los dientes, tanto si se come cruda como tostada. Esta excelente cualidad gastronómica es la responsable de su éxito entre los consumidores que la degustan sobretodo en forma de deliciosos helados.

 Almendras de nueces de Macadamia sin la cáscara adquiridas en un comercio a 25 € el kilo.

Durante las últimas tres décadas su cultivo se ha ido introduciendo en todas las regiones del mundo con un clima mediterráneo costero sin heladas semejante al de Nueva Gales del Sur y Queensland de donde es originaria y también en regiones subtropicales con una estación seca.

Las hojas de los ejemplares adultos son muy poco espinosas, sobre todo las de la especie Macadamia integrifolia. En cambio los ejemplares jóvenes, como pasa con las encinas, tienen las hojas muy espinosas para protegerse de la depredación de los canguros y otros marsupiales australianos.

Pequeña Macadamia recien nacida con las hojas espinosas.

El nogal de Macadamia tiene una limitación en su cultivo y es que no soporta las tierras calcáreas. Le gustan más los suelos ligeramente ácidos sin cal, puesto que este mineral bloquea la absorción de hierro en sus raíces y el árbol sufre clorosis severa. Esta carencia de hierro hace que las hojas broten casi blancas sin clorofila y no puedan sintetizar hidratos de carbono con los rayos solares. Sin la protección de la clorofila los nuevos brotes blancos se queman y el árbol se va debilitando, no puede crecer ni fructificar y acaba muriendo.

Las inflorescencias de la Macadamia son las típicas de las Proteáceas. Tienen la estructura de un cepillo en escobillón.

El ovario de las flores fecundadas empieza a crecer rápidamente y a las pocas semanas ya tienen la forma de pequeñas nueces con el pistilo residual en la punta.

A finales de agosto las nueces maduran y pocas semanas después caen del árbol.

En las regiones más cálidas y lluviosas el nogal de Macadamia florece varias veces y produce frutos durante todo el año. El elevado precio de este fruto seco australiano hace prever la expansión de su cultivo, puesto que el árbol injertado entra en producción a los pocos años de la siembra y muy cuidado puede dar grandes cosechas.
 



viernes, 26 de octubre de 2012

Y al final de mi camino estará ella....siempre

El anciano y su amada encina


Sí, ya llego, puedo llegar, debo hacerlo,
hasta el regazo de su cuerpo inmenso.
Arrastro mis pies en un último esfuerzo,
mi corazón desfallece,
jadeo y un sudor frío humedece
la arrugada piel de mi frente.

La veo, pero no la veo,
mis ojos están nublados por el tiempo.
¡Han pasado tantos años!
Sé que está allí, la siento,
aquella mole negra es ella, su silueta,
la reconozco, estoy seguro,
huelo su aliento fresco de hojarasca buena.

Mi mano temblorosa de descarnados dedos
manosea el aire desesperada, la busca,
y en mi mente sólo un pensamiento:
debo llegar, ya llego a tocar por fin la rugosa piel
de mi amada encina, mi mejor amiga,
el dulce refugio de mi tristeza.

La toco, la acaricio, es ella, no hay duda,
mi corazón late enloquecido en mi pecho
en su última taquicardia de emoción, la última.
Ella también se emociona y su alma se estremece,
cuando le susurro a su oído de madera
pensamientos bonitos sin palabras.



Su savia corre loca de alegría
al saberse tan querida
y sube, sube, hacia arriba,
hacia el sol que le da la vida.

La abrazo con ternura y ella inclina
hacia mí sus dulces ojos verdes
y me mira, cándida, noble, pura,
en mi pequeñez desde su altura.
Sabe que la quiero y me sonríe,
como sólo una anciana madre sabe hacerlo.

Alarga hacia mí
su invisible mano de energía
y acaricia mi calva con dulzura.
Me estremezco, me emociono,
mis viejos ojos de pestañas canas
lloran lágrimas de gratitud y despedida,
y en mi mente escucho
su voz ronca que sin palabras me dice:
"Mi niño, mi ancianito niño,
¡cuántos años queriéndonos!, ¿verdad?"

Cierro los ojos y siento como me arrulla
entre sus retorcidos brazos de madre centenaria.
Quiero quedarme en su regazo para siempre,
pues ella, sólo ella me ha querido
y en su inmensa bondad ha comprendido
 mi triste soledad atormentada.

Adiós, madre encina, adiós, ha llegado mi hora,
debo irme, acaba aquí mi camino, junto a ti,
bajo tu sombra, sobre la mullida cama
de tus hojas muertas.
Ya muero...

Duerme, mi niño, duerme para siempre en mi regazo.
Yo, tu madre encina, velaré tu sueño eterno
y mis hojas mecidas por los vientos
te cantarán una nana cual susurro,
hasta el fin de mi camino.


domingo, 21 de octubre de 2012

Una sorpresa, un honor, un compromiso...



Esta mañana he recibido un email de una excelente bloggera veterana que ha decidido distinguir mi blog con el premio “The Versatile Blogger Award”.  

Se trata de Salomé Guadalupe Ingelmo, una escritora como la copa de un pino con una prosa y una poesía valientes, comprometidas, contundentes, con alma, con sentimiento, que te obligan a pensar, a razonar, a no escabullirte por una puerta lateral, a ser tu mismo sin miedo. 

Su blog Hervás en cuatro saltos es todo un ejemplo de versatilidad, adaptabilidad, flexibilidad, capacidad de aprender, de enseñar, de madurar con cada paso, cada traspiés, cada salto, cada caída, de ahí que ella también haya sido distinguida con el premio.

Como ella misma me ha explicado, la obligación de todo premiado consiste en publicar un post en el que indique de quién ha recibido la distinción, las siete principales características de su propio blog y los 15 blogs a los que distinguiría con el premio. Me quedan pues dos retos muy difíciles, muy comprometidos.

En el primero tengo que hablar de las virtudes de mi propio blog, lo cual no es nada fácil, pues debo evitar caer en la propia adulación, la pedantería, la soberbia, la vanidad huera. Más que hablar de las virtudes, creo mejor comentar las intenciones que me llevaron a crear mi blog: el deseo de compartir la admiración, la emoción, el respeto, la belleza, la complejidad, los secretos íntimos, las estrategias de supervivencia de lo más bonito de este mundo que es la vida, los seres vivos, la naturaleza.

Y por último ahora viene la parte más comprometida, la más difícil, en la que con toda seguridad me veré obligado a ser injusto con miles de blogs dignos de estar en la lista, pero las normas están para ser cumplidas. No voy a poner en la lista el blog de Salomé, pues quedaría feo, parecería un descarado intercambio de favores, aunque siendo totalmente sincero con la mano en el corazón debo reconocer que el suyo sería con toda seguridad uno de los elegidos. Lo que más admiro en un blog es su capacidad para estimular el interés de los visitantes, de retenerlos, de emocionarles, de compartir lo que uno sabe o ha experimentado, de hacerles pasar un rato ameno, de fomentarles el amor por la naturaleza, la curiosidad, la necesidad de leer los posts hasta el final, el deseo de volver a visitar el blog.

Ahí van los 15 blogs por orden alfabético que yo distinguiría con el premio a la versatilidad:


Acabo este post con el sinsabor de no haber podido poner todos los blogs que hubiera deseado. A los elegidos y a los que me he visto obligado a dejar fuera de la lista, a todos, mi más sincero reconocimiento y agradecimiento por vuestra dedicación, vuestra ilusión y vuestro trabajo.



domingo, 14 de octubre de 2012

Ocotea foetens, el dios de los Bimbaches

Es uno de los árboles más emblemáticos de la flora macaronésica y uno de los componentes básicos de los maravillosos y paradisíacos bosques de laurisilva. En las islas Canarias lo llaman til, garoé, árbol santo y árbol-fuente. Su nombre científico, Ocotea foetens, nos recuerda que su madera, de muy buena calidad, no se puede trabajar cuando está fresca por su hedor insoportable (foetens = fétida). Una vez se ha secado pierde el mal olor y es una madera muy bella, de un color amarillo verdoso, durísima y duradera, muy apreciada en ebanistería. A finales del siglo XVI se prohibió su exportación para evitar la tala masiva de este árbol imponente que puede alcanzar los 40 metros de altura. Pertenece a la família de las Lauraceae como el barbusano (Apollonias barbujana), el viñátigo (Persea indica) y el laurel canario (Laurus novocanariensis), todos ellos componentes esenciales de los bosques de Laurisilva macaronésica. Es endémico de las islas Canarias y Madeira.

Majestuoso tronco de Garoé de un metro de diámetro, fotografiado en el paradisíaco Bosque de Los Tiles al norte de la isla canaria de La Palma. Estos árboles han podido crecer en total libertad y se muestran con todo su esplendor. Ampliando la foto con un doble click se ven mejor las enormes raíces sobresaliendo de la tierra como si fuesen los dedos de una pata de cigüeña, dando así estabilidad al árbol y a los troncos múltiples adyacentes que crecen muy rectos hacia el sol buscando su luz.

Varios troncos de til o garoé en el mismo Bosque de Los Tiles. Los rayos de luz que dejan pasar sus copas permiten el crecimiento de un rico sotobosque compuesto principalmente por helechos macaronésicos, como Woodwardia radicans, Diplazium caudatum, Culcita macrocarpa y Adiantum reniforme, y también por la hiedra canaria, Hedera canariensis, la bellísima Gesnouinia arborea, pariente gigante de la parietaria y la Canarina canariensis, con flores que parecen pequeñas campanas rojas.

Altísimos ejemplares de Ocotea foetens de unos 30 metros de altura. Dada la espesura de los bosques macaronésicos resulta muy difícil hacer una foto de un árbol completo.

Los antiguos moradores de las islas Canarias, los guanches, adoraban a este árbol como a un dios. Hace cuatro siglos en la isla del Hierro había un imponente garoé solitario con un tronco que superaba el metro y medio de diámetro y una grandiosa copa, que cada día, cuando subía desde el mar la brisa marina cargada de humedad, la condensaba en sus hojas y caía gota a gota como si fuese una verdadera lluvia, la llamada lluvia horizontal típica de toda la Macaronesia, proporcionando a los bimbaches, los guanches de la pequeña isla, toda el agua que necesitaban. Para recogerla excavaron a su alrededor pequeñas cisternas que prácticamente cada dia se llenaban. Sin el agua de su estimado y adorado árbol-fuente, su árbol santo, su dios, no hubieran podido sobrevivir, puesto que en esta isla la lluvia normal es escasísima.

Cuando los europeos invadieron las islas Canarias y robaron a los guanches sus estimadas islas, la última en ser conquistada fue El Hierro. Los nativos de la pequeña isla sabían que los invasores no podrían sobrevivir sin agua. Guardaron reservas del preciado liquido en una cueva y después llenaron de tierra las cisternas del garoé. Confiaban en esta carta para salir victoriosos, pero una muchacha bimbache, Agarfa, se enamoró de un invasor andaluz y le reveló el secreto del agua, justo cuando los europeos ya estaban desesperados de sed y se preparaban para abandonar la isla. Aquella traición fue la perdición para los bimbaches. Los invasores se apoderaron del árbol sagrado, vaciaron de tierra las cisternas que pronto estuvieron llenas de agua y a los nativos no les quedó más remedio que rendirse al conquistador Juan de Bethencourt, quien acto seguido, traicionando su palabra, les encarceló y esclavizó.

Como si los dioses de los aborígenes canarios quisieran castigar a los invasores, un día del año 1610 un viento huracanado arrancó de raíz el viejo garoé, y los nuevos habitantes de la isla, mezclados ya con los pocos descendentes de los bimbaches, se quedaron sin su preciada fuente de agua. Desesperados de sed mandaron una carta al Rey de España pidiendo ayuda, pero los peninsulares no entendieron las palabras que hablaban de un dios del agua, de un árbol sagrado, pensaron que no eran más que supersticiones de los isleños y no hicieron caso de la carta. Aquella soberbia e insensibilidad tan propia de los cortesanos provocó que muchos de los pobres palmeños murieran de sed.

El Bosque de los Tiles visto desde un lugar elevado es lo más parecido al mítico Paraíso Terrenal. La exuberancia de las plantas que lo componen es extraordinaria. Visitar este bosque fue para mí una experiencia inolvidable que dejó un recuerdo indeleble en mi memoria. El silencio es impresionante, sólo roto por el tintineo de las gotas de la lluvia horizontal, que caen de las altísimas copas de los árboles creando riachuelos y pequeñas cascadas, y por el canto de las palomas endémicas rabiche y turqué, absolutamente imprescindibles para la supervivencia de la laurisilva, ya que se alimentan de los pequeños frutos de los árboles y arbustos y dispersan después las semillas con sus excrementos.

Una de las características más típicas del árbol-fuente son estos dos bultitos en el anverso de las hojas, que se corresponden en el reverso con dos verrugas llenas de pelos. Sólo los tienen las hojas de los árboles adultos. Los plantones jóvenes carecen de ellos.

Reverso de las hojas anteriores con las dos verrugas pilosas. La de la izquierda casi siempre está más cerca del pecíolo de la hoja. 

Detalle de las dos verrugas pilosas del garoé, cuya función se desconoce. No desprenden ningún olor concreto ni parecen contener ningún animalillo diminuto, lo cual descartaría que fueran agallas. Una hipótesis aventura que estas verrugas podrían ser un carácter evolutivo de simbiosis con algún insecto o arácnido, que viviría entre los pelos y protegería de alguna manera al árbol de la depredación de los insectos fitófagos. Otra hipótesis dice que los pelos desprenderían unas fitoferomonas con un olor sólo perceptible por los insectos, olor que sería repelente, evitando así que se comieran las hojas. Y por último también se podría pensar que los pelos son una especie de sensores del grado de humedad ambiental, de manera que el árbol, en caso de sequía, sería capaz de mover las hojas y ponerlas de una manera ideal para condensar el máximo de humedad de la brisa marina. Sólo son hipótesis. Tal vez algún día conoceremos su función.

Microfotografía de una verruga seccionada mostrando su contenido. Sólo se ve un amasijo de pelos sin ningún animalillo.

Otra microfotografía a 40 aumentos de una verruga de Ocotea foetens.

Imagen tomada en el preciso momento del paso de la brisa marina por encima de las copas de los árboles de Laurisilva. Está brillando un sol radiante y de repente ves venir una niebla gris que en cuestión de segundos te rodea. No ves nada, notas en la cara la caricia gélida y húmeda de la niebla y te dan escalofríos. En pocos segundos vuelve a salir el sol y ves alejarse la niebla que barre las copas y deja miles de toneladas de agua dulcísima condensada en sus hojas, que cae gota a gota como si fuera una lluvia normal. Es el maravilloso fenómeno llamado lluvia horizontal. La cara y la ropa te quedan empapadas y entiendes el porqué en islas con tan poca pluviometría puede haber bosques tan exuberantes.

Bellísimas flores en racimo de Ocotea foetens, típicas de todas las lauráceas.

Detalle de una flor de garoé.

Frutos todavía verdes de Ocotea foetens, con su capucha que recuerda a las bellotas.

Frutos maduros de garoé con el tamaño y la forma ideales para ser tragados por las palomas endémicas rabiche y turqué, que después de digerir su pulpa regurgitan o defecan las semillas lejos del árbol que dió los frutos, ayudando así al mantenimiento de la biodiversidad de estos bosques maravillosos.


domingo, 7 de octubre de 2012

Pulgones de la adelfa, las vaquitas lecheras de las hormigas

Dominio: Eucaryota, Reino: Animalia, Subreino: Eumetazoa, Ramo: Bilateria, Phyllum: Artropoda, Subphyllum: Hexapoda, Clase: Insecta, Subclase: Pterygota, Orden: Hemiptera, Suborden: Sternorrhyncha, Superfamilia: Aphidoidea, Familia: Aphididae Latreille, 1802. Subfamilia: Aphidinae Latreille, 1802, Tribu: Aphidini Latreille, 1802, Subtribu: Aphidina Latreille, 1802, Género: Aphis Linnaeus, 1758, Especie: Aphis nerii Boyer de Fonscolombe, 1841. Tal es la complicada clasificación taxonómica internacional de este animalejo chupador de savia, el pulgón de la adelfa, un insecto diminuto de cuerpo blando y rechoncho de color amarillo translúcido que mide entre 1´5 y 2´66 mm. en su fase adulta.

 Pulgones Aphis nerii sobre un fruto inmaduro de adelfa, Nerium oleander. (Recomiendo ampliar ésta y las siguientes fotografías para apreciar mejor los detalles).

Por regla general parasita las plantas de la familia de las Apocynaceae (Nerium y Vinca) y de la discutida familia de las Asclepiadaceae (Araujia, Asclepias, Calotropis, Caralluma, Cynanchum, Gomphocarpus, Periploca y Vincetoxicum), que según recientes estudios genéticos sería en realidad un subclado dentro de las Apocynaceae. Ocasionalmente también puede infestar plantas de las familias Compositae, Convolvulaceae, Euphorbiaceae y algunas Rutaceae del género Citrus y, como veremos más adelante, también es capaz de alimentarse de la savia de algunas plantas exóticas no mediterráneas de la familia de las Cactaceae.

Captura de video de pulgones Aphis nerii vistos al microscopio a 40 aumentos.

Pulgones Aphis nerii a principios de mayo sobre una rama florida de adelfa, Nerium oleander, junto a una vieja noria del Río Guadalquivir a su paso por la ciudad de Córdoba.

Esta bellísima flor de adelfa blanca, fotografiada en Mallorca a mediados de octubre, se abre sobre una adelfa de carretera que sufre una severa infestación de pulgones, como se puede ver en la siguiente foto.

 Brote de la adelfa anterior.

Colonia de pulgones a mediados de septiembre sobre una adelfa de la localidad mallorquina de Sóller.

Todos los pulgones Aphis nerii de la región mediterránea son hembras partenogenéticas vivíparas, es decir, se reproducen asexualmente por partenogénesis sin machos que las fecunden, ya que no existen ejemplares masculinos de esta especie fuera de Japón. En este país asiático los pulgones de las primeras generaciones del ciclo anual son todos hembras partenogenéticas y no hay machos, exactamente igual que en el Mediterráneo, sin embargo en la última generación otoñal todos los pulgones japoneses son sexuados y alados, machos y hembras, por lo que existe una teoría que sitúa el origen de esta especie de pulgones en el archipiélago nipón. Allí, además, las hembras son vivíparas en las primeras generaciones del año y ovíparas en la última generación, justo cuando empieza el frío invernal. Entonces las últimas hembras del ciclo anual, tras ser fecundadas por un macho, vuelan en busca de una planta donde depositar su único gran huevo pegándolo a una yema floral o vegetativa, el cual eclosionará en la siguiente primavera. Tras la puesta de los huevos todos los pulgones adultos, machos y hembras, mueren fulminados por el frío.

Las pulgonas mediterráneas, en cambio, son vivíparas en todas las generaciones. Las últimas hembras del ciclo anual no ponen huevos otoñales. Para superar el invierno, tras pasar por los cuatro estadíos ninfales y las cinco mudas de su exoesqueleto y alcanzar la madurez, simplemente se esconden y entran en hibernación.

Pulgones anteriores de distintas edades. Se ven los restos de cutícula de la muda, que estos insectos realizan en cinco ocasiones durante su vida.

La curiosa vida del pulgón Aphis nerii del Mediterráneo empieza en primavera cuando los últimos pulgones adultos del ciclo anterior despiertan del letargo invernal, tras pasar los duros meses de frío en estado de hibernación bajo las hojas y recovecos de la corteza de las adelfas. Entonces las "pulgonas" otoñales supervivientes suben hacia los nuevos brotes primaverales de la adelfa, se alimentan de la jugosa y nutritiva savia de la planta parasitada y a los pocos días, ya bien gordas, "paren" pequeñas "pulgonas" idénticas genéticamente a su madre, o sea, clones con el mismo genoma, las cuales, tras pasar por cuatro estadíos ninfales y cinco mudas, alcanzan la madurez.

Las "áfidas" o "pulgonas" de la segunda generación, todas ellas ápteras, es decir, sin alas, rodean a su madre formando una colonia y van engordando y mudando su cutícula a medida que crecen. Al alcanzar la madurez, al igual que su progenitora, "paren" partenogenéticamente hijas vivas, la mayoría sin alas y unas pocas aladas, dependiendo de la saturación de pulgones de la colonia. Los individuos alados, hembras partenogenéticas como los ejemplares ápteros, vuelan en busca de brotes tiernos sin parasitar de la misma planta o de plantas cercanas y forman nuevas colonias, las cuales, cuando alcanzan su máxima capacidad de saturación de individuos, generan un número más o menos elevado de hembras aladas que abandonan la colonia en busca de nuevos territorios. Así se van sucediendo las generaciones de áfidos durante los meses cálidos de la primavera, el verano y principios del otoño mediterráneos.

Cuando empieza a refrescar, más o menos a mediados del otoño, los pulgones de la adelfa saben que no pueden sobrevivir al frío estando activos o despiertos y la última generación se convierte en hibernante. De esta manera, entrando en letargo invernal, paralizan su metabolismo, se duermen y esperan. Cuando por fin los primeros rayos solares de la primavera aumentan la temperatura ambiental, la linfa del cuerpo de los pulgones hibernantes se calienta, se reactiva su metabolismo y despiertan de nuevo a la aventura de su vida. La supervivencia de la especie depende de los pocos pulgones adultos que hayan sobrevivido al largo y traicionero invierno mediterráneo y a los numerosos depredadores, sobre todo pajarillos insectívoros, que los han buscado afanosamente bajo las hojas para alimentarse de ellos.

Detalle de los pulgones anteriores en el envés de una hoja. Llama la atención su preferencia por  el nervio central y las nerviaciones secundarias de la hoja, donde encuentran vasos nutricios más jugosos donde clavar el estilete de su probóscide o trompa y sorber la savia del floema. Al ser los jugos de las plantas parasitadas ricos en azúcares pero pobres en proteinas el pulgón se ve obligado a sorber más savia de la que necesita para obtener los aminoácidos esenciales necesarios para su metabolismo y, para no encharcarse con tantos azúcares, elimina los jugos excedentes por el ano situado debajo del órgano caudal en la parte posterior del abdomen. El líquido excretado es muy rico en hidratos de carbono, tiene una consistencia parecida a la miel y por ello recibe el nombre de melaza.

 Pulgones Aphis nerii sobre un fruto inmaduro de adelfa a mediados de septiembre.

La melaza excretada por el ano es una golosina deliciosa para muchos insectos, especialmente para las hormigas, que establecen una alianza con los pulgones, una simbiosis, una asociación mutualista, en la que ambos insectos obtienen un beneficio. A cambio de las gotitas de melaza las hormigas protegen a los pulgones de sus depredadores, limpian sus cuerpos, retiran las carcasas secas de sus cinco mudas y trasladan los pulgones recien nacidos a otras partes de la planta todavía sin parasitar, es decir, actúan como verdaderas pastoras que apacientan a su rebaño de vacas lecheras, cabras u ovejas y las trasladan a pastos nuevos para que se alimenten mejor.  Esta simbiosis entre hormigas y plantas es muy frecuente en la naturaleza y recibe el nombre de Mirmecofilia.

Los pulgones Aphis nerii también pueden parasitar otras plantas, como este cactus Neobuxbaumia polylopha originario de México, cultivado en el magnífico Jardín Botánico de Sóller. Las fotografías fueron tomadas a mediados de septiembre.

Detalle de la flor anterior, que ya está pasada y cerrada tras ser polinizada el dia anterior por avispas y abejas, con numerosos pulgones chupando la savia.

Mismos pulgones anteriores desde más cerca.

Existe otra teoría que sitúa el origen del pulgón Aphis nerii en la región mediterránea, al igual que su planta huésped principal, la adelfa, pero la ausencia de machos en el Mediterráneo parece descartar esta hipótesis en favor de la que sitúa su origen en Japón. Sea como fuere, desde la región mediterránea el pulgón de la adelfa se ha ido extendiendo poco a poco escondido bajo las hojas de las adelfas exportadas como plantas de jardín, y en la actualidad vive en todas las regiones del mundo con un clima subtropical  y templado-cálido semejante al de su lugar de origen. Al no necesitar ningún macho para reproducirse, basta que sea "exportada" una sola pulgona bajo una hoja para iniciar una nueva población allende los mares. De ahí que todos lo ejemplares que han invadido nuevos territorios fuera de la cuenca mediterránea sean todos hembras partenogenéticas vivíparas de origen mediterráneo. No ha ocurrido lo mismo con la subespecie japonesa con machos y hembras ovíparas en la última generación otoñal, pues no ha podido ser encontrado ningún macho Aphis nerii fuera de Japón.

Y ahora surge una pregunta: ¿procede la subespecie mediterránea de una hembra nipona que hace muchísimos años logró salir del archipiélago japonés, tal vez en un bonsai enviado como regalo por el emperador del Japón al emperador de la antigua Persia y, al no encontrar ningún macho, tuvo que recurrir a la estrategia de la partenogénesis para reproducirse asexualmente incluso en la última generación otoñal, llenando de hijas clónicas las adelfas de los maravillosos Jardines colgantes de Babilonia? De ahí llegar a la costa mediterránea pudo ser sólo cuestión de un par de siglos. Esto explicaría el por qué la misma especie, en la última generación otoñal, en el Japón se reproduce sexualmente con machos y hembras, mientras que en el Mediterráneo sólo hay hembras partenogenéticas durante todo el ciclo anual.

Los tallos tiernos de las Asclepiadáceas, como los de este Vincetoxicum de Menorca de flores rosadas todavía sin identificar, también son víctimas de la parasitación de los pulgones Aphis nerii.

En esta imagen se puede apreciar el tamaño real de estos pulgones al compararlos con la yema de mi dedo índice.

Curiosamente los pulgones respetan las flores y permiten al Vincetoxicum florecer y fructificar sin problemas.

Algunos detalles anatómicos del pulgón.

Pulgones Aphis nerii vistos al microscopio a 40 aumentos. Su cuerpo está formado por la cabeza con dos largas antenas, dos ojos negros en posición lateral y una boca en forma de probóscide o trompa con un estilete en el extremo especializado en perforar los tejidos vegetales, un tórax formado por tres segmentos, de cada uno de los cuales en su parte inferior sale un par de patas articuladas de color negro cubiertas de pelos y en la parte superior del segundo y tercer segmento un par de alas en los individuos alados, más grandes las del primer par y por último en su parte posterior un voluminoso abdomen con dos sifones negros dirigidos hacia arriba y una placa anal en el extremo posterior en la que se encuentra un órgano tubular negro dirigido hacia atrás como si fuera una cola, llamado cauda, con la abertura anal justo debajo de este órgano caudal.

Detalle de las partes del cuerpo de un pulgón de la adelfa.

Pulgón con una gotita de ceras saliendo de uno de sus dos sifones. Estas ceras son ricas en sustancias volátiles, especialmente feromonas que mantienen unidos a los miembros de la colonia y gases repelentes para ahuyentar a los depredadores.

Los pulgones Aphis nerii pueden llegar a afectar seriamente a las plantas parasitadas, aunque raramente llegan a matarlas. También pueden ser trasmisores de virus entre plantas a través de su estilete, al contaminarse picando a una planta enferma y luego volar hacia una planta sana y contagiarle el virus. Al no parasitar las plantas productoras de alimentos no suelen ser combatidos con pesticidas, y es muy fácil encontrar sus colonias sobre las adelfas plantadas en los jardines públicos y privados y en las cunetas de las carreteras.

Una Asclepiadaceae de flores bellísimas, la Asclepias curassavica, nativa de América tropical y cultivada en todo el mundo como planta ornamental, también es parasitada por pulgones Aphis nerii.

 Frutos de Asclepias curassavica cubiertos de pulgones.

Detalle de los pulgones anteriores a finales de diciembre.

Pulgonas "hibernantes" fotografiadas el dia 25 de enero de 2014. Como se puede ver hay hembras adultas, tanto aladas como ápteras y también pequeños pulgones recién nacidos. La existencia de individuos alados y de pequeñas crías nos indica que el invierno es muy suave, de ahí que en realidad de momento no necesiten hibernar.

Mismas pulgonas "hibernantes" dos semanas después, el día 8 de febrero de 2014. El invierno sigue siendo muy suave con días soleados y alguna lluvia. Se aprecia la ausencia de adultos alados y una población importante de pequeñas crías ápteras, que serán con toda probabilidad la última generación de este invierno. Las que sobrevivan a lo que queda de febrero y a todo el marzo, que en Mallorca a veces es muy frío, serán las verdaderas pulgonas hibernantes, progenitoras de todas las del próximo ciclo.

En condiciones naturales sus colonias son controladas por numerosos depredadores que se alimentan de los pulgones, como son las mariquitas de la familia Coccinellidae, algunos dípteros como las larvas de los sírfidos de la familia Syrphidae y algunos neurópteros de las familias Chamaemyiidae, Chrysopidae y Hemerobiidae. 

Uno de los depredadores que más eficazmente combate los pulgones de la adelfa es una avispilla parasitoide originaria de Sudamérica, la Lysiphlebus testaceipes de la familia de las Braconidae, que fue introducida en América del Norte y el Mediterráneo como agente de control biológico. La hembra de esta especie deposita un solo huevo insertando el ovipositor en el cuerpo de un pulgón. Cuando el huevo eclosiona la larva recien nacida de la avispa se alimenta de los órganos internos del huésped, el cual se hincha y endurece, se momifica. Al final, cuando el cuerpo del pulgón ha sido completamente consumido, la larva se metamorfosea en una nueva avispilla parasitoide, que emerge por la parte posterior del abdomen del áfido perforando un orificio en el exoesqueleto del huésped. 

 
 Dos pulgones con gotitas de ceras volátiles en sus sifones. A la derecha se ven los restos secos del exoesqueleto de la muda de uno de ellos.

El pulgón Aphis nerii es capaz de extraer sustancias cardiotóxicas llamadas cardenólidos de las Asclepiadaceae que infesta. Estas sustancias tienen un sabor amargo y se disuelven en la melaza secretada por el ano de los áfidos. También se concentran en el cuerpo del pulgón sin que a él le afecten en absoluto. El color amarillo brillante asociado con el contenido de toxinas es un ejemplo de Aposematismo (capacidad de repeler a depredadores a través de colores chillones (por ejemplo, amarillo y/o rojo sobre negro en avispas, ranas y serpientes), espinas temibles, colmillos, aguijones, etc...). Tanto el color amarillo intenso de su cuerpo como el de las ceras excretadas por el ano les protegen de la depredación de algunas especies de aves y arañas. Se ha demostrado también que los cardenólidos actúan como un elemento disuasorio eficaz contra depredadores como los neurópteros y ciertas mariquitas. No hay información sobre el efecto de estas toxinas sobre las avispillas parasitoides.
                  

PD: Quiero agradecer la inestimable ayuda de Ángel Umarán, naturalista, fotógrafo y gran experto en áfidos. Sin sus acertadas correcciones este artículo hubiera contenido algunas inexactitudes científicamente imperdonables. ¡¡Muchas gracias, Ángel!!