Sí, ya llego, puedo llegar, debo hacerlo,
hasta el regazo de su cuerpo inmenso.
Arrastro mis pies en un último esfuerzo,
mi corazón desfallece,
jadeo y un sudor frío humedece
la arrugada piel de mi frente.
La veo, pero no la veo,
mis ojos están nublados por el tiempo.
¡Han pasado tantos años!
Sé que está allí, la siento,
aquella mole negra es ella, su silueta,
la reconozco, estoy seguro,
huelo su aliento fresco de hojarasca buena.
Mi mano temblorosa de descarnados dedos
manosea el aire desesperada, la busca,
y en mi mente sólo un pensamiento:
debo llegar, ya llego a tocar por fin la rugosa piel
de mi amada encina, mi mejor amiga,
el dulce refugio de mi tristeza.
La toco, la acaricio, es ella, no hay duda,
mi corazón late enloquecido en mi pecho
en su última taquicardia de emoción, la última.
Ella también se emociona y su alma se estremece,
cuando le susurro a su oído de madera
pensamientos bonitos sin palabras.
Su savia corre loca de alegría
al saberse tan querida
y sube, sube, hacia arriba,
hacia el sol que le da la vida.
La abrazo con ternura y ella inclina
hacia mí sus dulces ojos verdes
y me mira, cándida, noble, pura,
en mi pequeñez desde su altura.
Sabe que la quiero y me sonríe,
como sólo una anciana madre sabe hacerlo.
Alarga hacia mí
su invisible mano de energía
y acaricia mi calva con dulzura.
Me estremezco, me emociono,
mis viejos ojos de pestañas canas
lloran lágrimas de gratitud y despedida,
y en mi mente escucho
su voz ronca que sin palabras me dice:
"Mi niño, mi ancianito niño,
¡cuántos años queriéndonos!, ¿verdad?"
Cierro los ojos y siento como me arrulla
entre sus retorcidos brazos de madre centenaria.
Quiero quedarme en su regazo para siempre,
pues ella, sólo ella me ha querido
y en su inmensa bondad ha comprendido
mi triste soledad atormentada.
Adiós, madre encina, adiós, ha llegado mi hora,
debo irme, acaba aquí mi camino, junto a ti,
bajo tu sombra, sobre la mullida cama
de tus hojas muertas.
Ya muero...
Duerme, mi niño, duerme para siempre en mi regazo.
Yo, tu madre encina, velaré tu sueño eterno
y mis hojas mecidas por los vientos
te cantarán una nana cual susurro,
hasta el fin de mi camino.
hasta el regazo de su cuerpo inmenso.
Arrastro mis pies en un último esfuerzo,
mi corazón desfallece,
jadeo y un sudor frío humedece
la arrugada piel de mi frente.
La veo, pero no la veo,
mis ojos están nublados por el tiempo.
¡Han pasado tantos años!
Sé que está allí, la siento,
aquella mole negra es ella, su silueta,
la reconozco, estoy seguro,
huelo su aliento fresco de hojarasca buena.
Mi mano temblorosa de descarnados dedos
manosea el aire desesperada, la busca,
y en mi mente sólo un pensamiento:
debo llegar, ya llego a tocar por fin la rugosa piel
de mi amada encina, mi mejor amiga,
el dulce refugio de mi tristeza.
La toco, la acaricio, es ella, no hay duda,
mi corazón late enloquecido en mi pecho
en su última taquicardia de emoción, la última.
Ella también se emociona y su alma se estremece,
cuando le susurro a su oído de madera
pensamientos bonitos sin palabras.
Su savia corre loca de alegría
al saberse tan querida
y sube, sube, hacia arriba,
hacia el sol que le da la vida.
La abrazo con ternura y ella inclina
hacia mí sus dulces ojos verdes
y me mira, cándida, noble, pura,
en mi pequeñez desde su altura.
Sabe que la quiero y me sonríe,
como sólo una anciana madre sabe hacerlo.
Alarga hacia mí
su invisible mano de energía
y acaricia mi calva con dulzura.
Me estremezco, me emociono,
mis viejos ojos de pestañas canas
lloran lágrimas de gratitud y despedida,
y en mi mente escucho
su voz ronca que sin palabras me dice:
"Mi niño, mi ancianito niño,
¡cuántos años queriéndonos!, ¿verdad?"
Cierro los ojos y siento como me arrulla
entre sus retorcidos brazos de madre centenaria.
Quiero quedarme en su regazo para siempre,
pues ella, sólo ella me ha querido
y en su inmensa bondad ha comprendido
mi triste soledad atormentada.
Adiós, madre encina, adiós, ha llegado mi hora,
debo irme, acaba aquí mi camino, junto a ti,
bajo tu sombra, sobre la mullida cama
de tus hojas muertas.
Ya muero...
Duerme, mi niño, duerme para siempre en mi regazo.
Yo, tu madre encina, velaré tu sueño eterno
y mis hojas mecidas por los vientos
te cantarán una nana cual susurro,
hasta el fin de mi camino.
Preciosa la encina y el poema. ¿Es tuya? Besitos.
ResponderEliminarJuan, me ha emocionado tu canto de amor. Aunque también triste, transmite dulzura.... Quién fuera encina!
ResponderEliminarMuchas gracias, Teresa y Coromoto.
ResponderEliminarTeresa, sí, el poema es mío. Lo he escrito en un arrebato este mediodía. La encina no es mía, crece en un torrente y es una de las más grandes de Mallorca.
Coromoto, sí, quién fuera una encina como ésta, tan querida por un viejo solitario que sabiendo que se está muriendo, la busca para morir a los pies de su grueso tronco.
Un abrazo a ambas.
Carmela Salcedo
ResponderEliminarPues verás... no entiendo de poesía, nadie me enseñó a leerla y me pasó el tiempo, igual que pasa el tiempo de aprender a nadar o a montar en bici. Por tanto cuando cae alguna en sus manos no sé evaluarla -igual me ocurre con casi todas las facetas del arte- sólo acierto a decir si me gusta o no me gusta. Y esto que acabo de leer me gusta Joan, me emociona hasta la lágrima porque puedo sentir lo mismo que el viejito protagonista. Solitaria desde siempre, agotada ya mi capacidad para creer en algo sublime o amar algo que no sea la Vida, cerca ya de acabar mis días, sólo deseo morir en alguno de mis rincones del bosque sintiendo latir la vida a mi alrededor. Quiero sentarme al pie de algún viejo chaparro, cerrar los ojos y encontrar el descanso, al fin. Con los ojos rezumando lágrimas envidio a tu viejo.
Carmela, qué palabras más bonitas, son poesía pura. Dices no entender de poesía y tienes el alma de poeta. Muchas gracias por tu hermoso comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Se me hizo un nudo en la garganta y llore. Que bien expresado lo que sentimos algunos. Gracias. Juan.
ResponderEliminarGracias a tí, Crinum.
ResponderEliminarAyer a primera hora, nada más escribir tu el poema me puse a describirte la sensación conmovedora que me había sacudido mientras te leía.
ResponderEliminarEl poema me conmovió, si, me movió-con y con motivo. El sentimiento de tu capacidad aglutinadora, sensitiva y la posibilidad de decirnos con palabras lo que sientes me emociona y admira..
" ... hasta el REGAZO de tu cuerpo inmenso" anotas.
Regazo. He ahí una palabra hermosa. No es fácil encontrar su equivalencia en otros idiomas. " Un niño contra su madre" dirían en francés, equivalente exacto a "Un niño contra una roca" como si lo hubieran reventado contra ella. Me dirás qué a qué viene el comparar... Pues que la eleccíon de las palabras es una música que haces que sea sinfonía en tu poema. La equivalencia del vocablo REGAZO, es, para mi y en términos marinos la palabra RADA. Si. Un lugar donde el naufrago se puede abrigar y sentir de manera natural acogido en tiempos de desamparo. Tu poema me es gratisimo.
Quiero hacerte llegar mi sentir, decirte que tu poema me gusta mucho, pero, ah,¡¡ pero¡¡ Mi sistema de ordenador no me permite hacerlo llegar por este sistema tuyo. Nunca puedo hacerlo. Así que te ruego desde aquí, por favor te las ingenies y pongas este escrito al pie de tu poesía hecha a la vieja encina. Me importa mucho que así sea Juan. Ayer me fue imposible una vez más dejarte las palabras que ya hoy son diferentes, pero en esencia las mismas.
Un nudo en la garganta Juan, una emoción cabal me conmovió e hice un esfuerzo para no llorar leyéndote. La ternura y la emotiva sensibilidad que eres capaz de transmitir no quiero que se quede otra vez, una vez más sin reconocerse de manera explicita y publica, acá, al pie de tu sentir y en el decirte. Por favor. Pon acá junto a los otros comentarios, este, el mio que la "técnica" no me permite o que yo no se el cómo hacer.
Gracias por aportártenos como lo haces.
Un abrazo enorme: Esperança
Muchísimas gracias, Esperança. Tus palabras son más bonitas que mi poema. Tienes razón, la palabra regazo no tiene traducción posible. Pueden encontrarse combinaciones de palabras con un significado parecido, pero nunca con su exactitud, su intensidad y su emotividad. Yo lo definiría como refugio materno porque regazo siempre va unido a la maternidad. Es el lugar donde el niño se siente más seguro, más querido, más protegido, en el regazo de su madre.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo desde tu / mi isla natal.
Y además, poeta; eres un baúl de sorpresas Juan.
ResponderEliminarEmotivo poema, que transmite un gran amor por la naturaleza con una sensibilidad extraordinaria que haces sentir envidia y deseos de ser abrazado por la madre encina.
Un abrazo Chicharrero.
Muchas gracias, Jesús.
ResponderEliminarUn abrazo mallorquín.
Insistir a ver si sentro a ser posible
ResponderEliminarDefinitivamente parece que podré escribir acerca de lo que me aportas y siento leyendote. Dejar de ser anonima "esperançada" y poder acceder y firmar.
ResponderEliminarSiiiii ego sum Esperança Alomar i Berga para más señas. (La de arriba que no podia acceder.DE anonima nada.)
Mi más sincera enhorabuena por la riqueza de emociones aportada.
Gracias una vez más por compartirte Juan, mi Maestro en tantas cosas...
Un abrazo muy mallorquin.
Lo conseguiste, Esperança. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tus amables comentarios.
Bonitas palabras, bonita encina, un fuerte abrazo amigo Juan.
ResponderEliminar-- JG --
Muchas gracias a ti, JG.
EliminarUn fuerte abrazo.
Es bellísimo el poema Juan, como tus fotos, como tu alma de artista y amante de la naturaleza!!!
ResponderEliminarOjalá mi niño se sienta tan cobijado en la otro vida (?), cómo quiero saber de eso y si es posible compartirlo.
Gracias a tí por este regalo
Un abrazo desde el otro lado del charco!
Muchas gracias, Alicia. Un abrazo desde el Mediterráneo.
ResponderEliminarLlegar por casualidad a un blog tan didáctico y a la vez tan sensible, tan dulce y humilde, no es una casualidad, es un regalo.
ResponderEliminarTengo 25 años pero consigues que me ponga en tu "envejecida piel de encina". Cuando busco información para mis trabajos, más de una vez aparece este blog en las primeras entradas, su calidad se valora.
Gracias por compartir.
Laura, desde la Península.
Muchas gracias, Laura.
EliminarUn cordial saludo.