martes, 26 de octubre de 2010

Marsilea strigosa. Se la creía extinta.

Fué un error sin otra explicación que el no haber consultado a los expertos de las Islas Baleares. De haberlo hecho, no se la hubiera incluido entre las plantas extintas en la Lista Roja de la Flora Vascular Española del año 2008. Afortunadamente el error fué rápidamente subsanado por los excelentes botánicos de la Universidad Balear. La Marsilea strigosa, pues, sigue bien viva, peligrosamente amenazada pero viva, expuesta, eso sí, a la depredación del territorio donde tiene su hábitat.

Este helecho acuático vive en balsas temporales que se forman con las primeras lluvias del otoño en depresiones de la roca calcárea. Su ciclo vital se completa en unos siete meses. Durante los restantes cinco meses permanece en letargo estival en forma de rizomas enterrados en el lodo reseco del fondo de la balsa.

Balsa temporal llena de agua en febrero, rodeada de matorral mediterráneo: acebuches, lentiscos, jaras, gamones, pinos carrascos, labiérnagos, orquídeas, crocus, esparragueras, romeros, gageas, etc...

Su ciclo vital, pues, se inicia a finales de septiembre o principios de octubre, en cuanto se humedece el lodo de la balsa, lo cual despierta a la Marsilea del letargo estival. De los entrenudos de su rizoma brotan frondes de largo pecíolo que crecen hacia la superficie del agua y, cuando la alcanzan, abren sus cuatro pinnas en forma de trebol de cuatro hojas, que logran mantenerse a flote gracias a la emisión de diminutas burbujas de aire por los estomas del envés de las pinnas. Mientras tanto el rizoma va acumulando nutrientes gracias a la energía de los rayos solares. 

Frondes de Marsilea strigosa flotando y realizando la fotosíntesis a pleno sol con sus rizomas enterrados en el lodo. Comparten la balsa con los renacuajos del sapo Bufo balearicus.

En marzo las yemas de los entrenudos producen frondes fértiles llamados esporocarpos con esporangios llenos de esporas, que permanecen sumergidos en el lodo del fondo de la balsa. A mediados de la primavera los esporangios se abren y dispersan las esporas en el agua. Éstas pueden ser femeninas y grandes, llamadas megásporas o bien masculinas y pequeñas, llamadas micrósporas. Germinan rápidamente y de las megásporas nacen gametofitos femeninos con una oósfera, que es fecundada por un anterozoide producido por los gametofitos masculinos nacidos de las micrósporas. De la oósfera fecundada brota un embrión con un diminuto fronde y un esbozo de rizoma, que en pocas semanas debe interrumpir su crecimiento y entrar en letargo, pues a finales de la primavera la balsa se seca y la pequeñísima Marsilea recien nacida permanece enterrada en el lodo reseco, esperando que pasen los largos meses del verano mallorquín y lleguen las primeras lluvias del siguiente otoño.

Misma balsa anterior a mediados de junio, ya completamente seca, con los rizomas de las Marsileas aletargados por la estivación. 

Sobre la superficie del lodo reseco se pueden distinguir las pequeñas huellas dejadas por el paso de aves limícolas, tortugas mediterráneas ( Testudo hermanni ) y conejos, justo antes de secarse del todo.

Los expertos botánicos de la Universidad balear y los grupos ecologistas llevan años reclamando a los  poderes políticos la protección de estos hábitats, tan frágiles y tan vulnerables a la codicia humana. Hasta ahora nadie les ha escuchado y este bellísimo helecho acuático, este pequeño gran tesoro botánico, sigue año tras año cumpliendo con su ciclo vital, ajeno al grave peligro que corre su existencia.

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