Sí, amigos, había tantos endemismos y estaban tan accesibles que tuve la sensación de entrar en un self service lleno de tentadores platos al alcance de la mano. Sólo tuve que elegir y servirme, mirando bien donde pisaba para no aplastar los cientos de diminutos ejemplares que cubrían el suelo como una gran alfombra llena de vida y color. Lo he constatado muchas veces: las cunetas de las carreteras son un paraíso de biodiversidad. A las plantas les encanta vivir en ellas. Tienen toda la luz y la humedad que necesitan.
Sus cinco pétalos se disponen como las aspas de un molino.
Parte posterior de la flor anterior. Las hojas no están enfermas. Son simplemente así.
Tanto las hojas como los tallos están cubiertos de vesículas llenas de resina. Me imagino que son un mecanismo de defensa contra la depredación de los herbívoros. Incluso las cabras asilvestradas, cuyo estómago es capaz de digerir cualquier cosa, no se atreven a comerlas. Deben tener un sabor repugnante o bien son altamente tóxicas.
La mayoría de sus pequeñas hojas estaban ramoneadas por las cabras.
Esta plantita minúscula, casi invisible entre la hojarasca, con sus extrañas hojas en abanico, el
Lotus tetraphyllus, es uno de los endemismos más bonitos y más pequeños de las Baleares. Lo conocía de la costa del Cap de Formentor, pero nunca lo había visto en la Serra de Tramuntana. En aquellos 500 metros de cuneta había miles de ejemplares, muchos de ellos a escasos centímetros del asfalto. Es un verdadero trébol de cuatro hojas.

En esta imagen se ven bien las hojitas que le dan el nombre. Sus florecillas son como pepitas de oro que relucen bajo los poderosos rayos del sol.
Fijaos como esta florecilla mira al sol. Es su dios, el que le da la vida. Sólo así la pueden ver sus insectos polinizadores.
¡Qué bonita!, ¿verdad?
Parte posterior de una florecilla recién abierta que se va irguiendo poco a poco para encararse al sol y poder así ser vista por los insectos. Al mismo tiempo el pétalo va pasando de rojo-sangre a amarillo intenso.
El cambio del color se aprecia muy bien en la florecilla de la izquierda que todavía no se ha erguido del todo. Detrás de las flores del
Lotus tetraphyllus se ven las de otro endemismo, el
Bellium bellidioides.
A diferencia de los anteriores, el
Bellium bellidioides es un endemismo tirrénico, ya que vive en lo que hace 6 millones de años era la Región Tirrénica, que abarcaba el sur de Francia, la Costa Brava, las islas de Córcega y Cerdeña y el Archipiélago Balear, en un momento en que el Mar Mediterráneo se había secado casi por completo y toda esta región era un todo contínuo, permitiendo así el intercambio de especies.
Sus florecillas son las margaritas más pequeñas de las islas.
En esta imagen se ven sus hojas en forma de raqueta de tenis. Sus raíces emiten estolones subterráneos, de manera que una sola planta puede llegar a formar una pequeña alfombra de florecillas.
También muy abundante aquí y allá se veían las hojitas manchadas de blanco del endemismo tirrénico
Cyclamen balearicum, que sólo crece en las Islas Baleares, en el sur de Francia y en la provincia de Girona.
La superficie inferior de sus hojas tiene una capa de antocianos morados que actuan como un espejo, de manera que los rayos solares inciden sobre el anverso, penetran en la hoja y su energía lumínica activa la fotosíntesis en los cloroplastos. Los rayos que no son aprovechados y que de todas formas se perderían tras atravesar la hoja chocan contra la capa de antocianos, que los reflejan como un espejo, y entonces vuelven atrás, atraviesan los cloroplastos por su cara inferior y activan por segunda vez la fotosíntesis, aprovechando así con una eficiencia sorprendente la escasa luz que consigue penetrar en los sombríos encinares de la Serra de Tramuntana.
Este cojinete de monja, el
Teucrium balearicum, es un endemismo tirrénico como el anterior, aunque su distribución difiere un poco, ya que sólo vive en Cerdeña y en las islas más orientales de las Baleares, es decir, Mallorca, Menorca y Cabrera, las llamadas Gimnésicas. No vive ni en las Pitiusas ni en tierras continentales europeas. A su lado, a la izquierda de la imagen, crece una joven
Euphorbia characias.
Otro
Teucrium balearicum algo más joven junto a una pequeña encina,
Quercus ilex subsp. ilex, que ha sido ramoneada numerosas veces por las cabras y ha adoptado la forma de cojinete de monja cubriéndose de hojas muy espinosas para defenderse de la depredación y lograr así sobrevivir.
Detalle de las pequeñas hojas algo carnosas del cojinete de monja anterior y de sus falsas espinas que son simples tallos muy adelgazados y lignificados en su extremo.
Vigorosa
Phlomis italica en un claro sin encinas a tres metros de la carretera. Esta labiada es un endemismo balear que sólo crece en Mallorca y Menorca. Le gusta vivir a plena luz como se aprecia en la imagen.
Otra
Phlomis italica acompañada en la parte inferior de la imagen por un
Helleborus foetidus tumbado por el peso de sus frutos y un
Hypericum balearicum en la parte superior.
Últimas flores de
Phlomis italica, que suele florecer en abril, mayo y junio.
Phlomis italica al lado de un grueso tronco de pino en descomposición en el que ha crecido un hongo de la especie
Enteridium lycoperdon. A la izquierda de la Phlomis se ve un joven
Hypericum balearicum.
Mismo
Enteridium lycoperdon anterior con un trozo del peridio levantado, que es la membrana blanca que cubre las esporas.
Detalle de las esporas marrones que empiezan a dispersarse con la ayuda del viento.
Otra labiada endémica que crece en abundancia en esta paradisíaca cuneta es el
Teucrium asiaticum, endémico de Mallorca y Menorca. Algunos ejemplares estaban a punto de abrir sus primeras flores.
Numerosos
Teucrium asiaticum a medio metro del asfalto. En el centro de la imagen se ve un largo tallo de un ejemplar de la orquídea
Epipactis microphylla.
Teucrium asiaticum con el tallo de la
Epipactis microphylla.
Capullos florales de la Epipactis microphylla a punto de florecer.
Detalle de los capullos anteriores.
La endémica
Crepis triasii es una compuesta rupícola que en estos días, a principios de junio, está en plena floración. Como la Phlomis italica y el Teucrium asiaticum anteriores sólo crece en las Gimnésicas, es decir, en Mallorca, Menorca y Cabrera.
Roseta de hojas basales de la
Crepis triasii anterior. Se pueden ver varios tallos florales comidos por las cabras. Esta plantita esconde un as en la manga, tal vez como estrategia de supervivencia al ramoneo del extinto antílope enano Myotragus balearicus. Si los primeros tallos florales sucumben a la depredación de los herbívoros, desde la base de la roseta brotan nuevos tallos y la Crepis triasii produce una segunda floración, como se aprecia en la imagen. Todo un esfuerzo titánico de esta plantita que casi sin tierra ni agua consigue sobrevivir y producir semillas para asegurar la siguiente generación.
Detalle de las pequeñas bracteas radiales que rodean el involucro del capítulo floral.
La luminosa flor de la
Crepis triasii en realidad es una inflorescencia formada por muchas flores creciendo juntas. Cada pétalo se corresponde con una flor. Se ven muy bien los largos pistilos con el estigma bifurcado.
Esta fue tal vez la planta más minúscula que logré encontrar, la Arenaria balearica, un endemismo tirrénico con una distribución curiosa. Crece en Mallorca, donde es abundante en la Serra de Tramuntana, y en las islas de Córcega, Cerdeña, Capraia, Tavolara y Montecristo. Se ha naturalizado en Francia y Gran Bretaña. Como se puede ver en la imagen elige las grietas de las rocas más sombrías y húmedas. Sus diminutas florecillas, sin embargo, saben que deben mostrarse a los insectos polinizadores para que las puedan ver y fecundar y por eso crecen sobre un largo tallo buscando la luz.
Hojitas de Arenaria balearica como granitos de mijo de sólo uno o dos milímetros.
La florecilla ya no puede ser más bonita.
φ = AB / BC = 1'61803.
Como en todas las cosas bellas de la naturaleza la flor de la
Arenaria balearica tiene un diseño matemático perfecto. Sigue escrupulosamente el Número Áureo Phi ( φ ), el que define la estética y el equilibrio en la naturaleza.
Otra endémica minúscula es la
Micromeria filiformis, que vive en todas las islas Baleares, tanto Gimnésicas como Pitiusas. Hasta hace unos años se la consideraba un endemismo tirrénico, pero finalmente los botánicos se han puesto de acuerdo y sus supuestas poblaciones en Córcega y Cerdeña han sido identificadas como
Micromeria cordata. Nuestra diminuta
Micromeria filiformis es pues un endemismo 100% balear.
Otra
Micromeria filiformis con sus florecillas de un blanco intenso. Comparando la planta con las hojas secas de encina uno puede hacerse una idea de su minúsculo tamaño.
Este
Galium balearicum endémico de Mallorca ya no puede ser más diminuto. Se parece mucho al Galium parisiense subsp. parisiense, pero su hábitat rupícola y montañoso y su intenso color rojo lo diferencian claramente. El Galium parisiense vive en tierras bajas y sus hojas tienen un color verde grisáceo. (Según el
Herbario Virtual del Mediterráneo Occidental)
Como en todos los Galium las hojas son verticiladas, es decir, se disponen por grupos sobre el tallo. En el
Galium balearicum en cada verticilo suele haber entre 4 y 6 hojas acabadas en una pequeña arista en la punta.
Detalle de las hojas intensamente rojas.
Se aprecia claramente el borde de las hojas con aculéolos antrorsos, es decir, pelitos de menos de 0'1 mm dirigidos hacia delante, hacia la punta de la hoja donde se ve la diminuta arista.
Detalle de las infrutescencias. Ruego a los expertos en la família de las Rubiaceae que si consideran incorrecta mi identificación no duden en decírmelo.
Más detalles que pueden servir para su correcta identificación.
El
Galium crespianum, endémico de las islas de Mallorca y Dragonera, es mucho más fácil de identificar. No se parece a ningún otro galium y su hábitat es claramente montañoso y rupícola.
Crece muy tupido, a veces formando una gran bola.
Florecillas de color amarillo-limón del
Galium crespianum.
Este gran cojinete de monja es una zarzaparrilla endémica de todas las Baleares, la
Smilax aspera subsp. balearica. El ramoneo durante millones de años del antílope enano Myotragus balearicus, el intenso viento que azota las montañas, la fuerte insolación y la sequía de los veranos mediterráneos esculpieron su forma redondeada y tupida, con las diminutas hojas y flores protegidas por las espinas. De esta protección sabe mucho el vigoroso
Helleborus foetidus que crece estrategicamente rodeado por el abrazo espinoso de la Smilax.
Misma
Smilax aspera subsp. balearica y su inseparable amigo.
Pequeño
Helleborus foetidus protegido por los enmarañados tallos espinosos de la Smilax.
Brotes tiernos ricos en antocianos rojos que evitan que una helada tardía los congele al absorber el calor del sol. Se aprecia muy bien como las hojas crecen protegidas dentro de la maraña.
Helleborus foetidus compañero de viaje de la Smilax.
Frutos del
Helleborus foetidus.
En esta imagen se ve el hábitat donde crecen tres endemismos: a la izquierda un vigoroso
Galium crespianum, en el centro un joven
Teucrium balearicum y a la derecha, acompañada por una
Euphorbia pithyusa, una pequeña
Digitalis minor iniciando la floración.
La
Digitalis minor es una de las plantas más bonitas de las Baleares más orientales, las Gimnésicas Mallorca, Menorca y Cabrera.
Misma Digitalis minor anterior.
La pequeñísima planta que crece en esta grieta es el endemismo número diecisiete, uno de mis preferidos, la
Sibthorpia africana, que debe su nombre a un error del botánico que recibió la muestra y la creyó originaria de Africa.
Otra
Sibthorpia africana muy ramificada. Sus largos tallos llegan a cubrir grandes superficies como si fueran una alfombra.
Lo que parecen dos ejemplares seguramente son la misma planta.
Hojas peluditas y algo carnosas de la Sibthorpia africana.
Florecilla amarilla dirigida hacia la luz.
Otra florecilla de
Sibthorpia africana mirando al sol para que la vean sus polinizadores.
Espero que les haya gustado el surtido buffet de endemismos.
¡Buen provecho, amigos!