Son Mut Nou, el mayor higueral del mundo
He aquí el paraíso, una finca inmensa cuyos confines se pierden en el horizonte con la higuera como reina absoluta, como si de un descomunal templo a cielo abierto dedicado a un único ser vivo totémico se tratase, un santuario consagrado en exclusiva a la diosa higuera.
Cada árbol cuenta con un espacio vital enorme, nada menos que 13 x 13 metros entre árbol y árbol, es decir, que sus raíces pueden extenderse a gusto y sin competencia en un área de 169 m2. Si a ello le añadimos que el hoyo donde está plantada tiene una profundidad superior a 3 metros entonces se entiende que Son Mut Nou sea un paraíso para estos frutales tan nuestros, tan mediterráneos. Se entiende también que puedan soportar sin inmutarse más de cinco meses sin que caiga del cielo ni una sola gota de lluvia, algo habitual en la mitad sur de la Isla de Mallorca. Adoran al luminoso sol casi cegador que les calienta la savia hasta casi la ebullición. Es su dios, el que les da la vida.
Y he aquí a su creador, Montserrat Pons i Boscana, el padre de la criatura, el diseñador del paraíso, un hombre entrañable, afable, cercano, mediterráneo hasta el tuétano, que ama con tal pasión a todas y cada una de sus 1.700 higueras, que al escucharle hablar de ellas es imposible no contagiarse de su entusiasmo. Él las ha plantado con sus propias manos, las mima, las quiere, las acaricia, les habla palabras bonitas, conoce todo de cada una de ellas, son sus hijas, las niñas de sus ojos. Sólo entre ellas es feliz.
Llegamos a las 17'50 horas bajo un sol abrasador. La casa es toda de piedra en consonancia con la tierra que la rodea. Se integra perfectamente en el entorno. Unos cuantos olivos y pinos carrascos nos daban sombra.
Los más de 100 visitantes, convocados por la
Associació Balear de l'Arbre (ABA) organizadora del evento, nos reunimos bajo un porche orientado hacia el norte para deleitarnos con las apasionadas y vehementes explicaciones de Montserrat. No le fue fácil resumir en una hora sus vastos conocimientos enciclopédicos sobre el mundo de las higueras. Escucharle fue una verdadera gozada. De su boca fluían cientos de datos históricos, científicos, agronómicos, culinarios y también interesantísimas anécdotas de sus fascinantes viajes por todo el mundo en busca de variedades de higueras. Nos hizo reír, nos hizo emocionar. De no ser tan tarde, pues el sol ya se estaba poniendo, sus explicaciones hubieran podido durar varias horas. Tras aplaudirle salimos a degustar los frutos de su paraíso.
Varios caminos de tierra compactada parten de la casa y se dirigen hacia las distintas secciones de la plantación. La más grande es la dedicada a las higueras mallorquinas y de las demás islas Baleares con 251 variedades. Le sigue la sección de higueras del resto de España con 186 variedades, incluyendo las higueras canarias de origen bereber cultivadas por los guanches antes de su genocidio. A continuación vienen las restantes 439 variedades del resto del mundo, como las portuguesas, las de los países ribereños de la cuenca mediterránea: el Magreb, Malta, Egipto, Israel, Líbano, Turquía, Grecia, Italia y Francia; las de Oriente Medio como las primigenias higueras femeninas, madres genéticas de la famosa higuera de Esmirna, cultivadas por los sumerios diseñadores de los míticos Jardines Colgantes de Babilonia hace más de 11.000 años; higueras del resto de Asia hasta Japón, de donde Montserrat se trajo tres curiosas variedades niponas; higueras norteamericanas como las llevadas allí hace 500 años por los misioneros mallorquines como Fray Junípero Serra, especialmente a California, Nuevo México y Texas; las sudamericanas de Argentina, Chile y Perú con un clima parecido al mediterráneo y finalmente la nueva sección de especies de Ficus distintas a nuestro Ficus carica, casi todas ellas tropicales. En total suman la alucinante cantidad de 834 variedades distintas de higueras con higos comestibles más 42 variedades de Ficus tropicales con frutos no palatables.
Se acercaba la puesta del sol y las higueras captaban sus últimos rayos para realizar la fotosíntesis y enriquecer con azúcares sus deliciosos frutos.
Todo el higueral es perfectamente accesible por el tractor y el coche todoterreno de Montserrat.
Nos mostró en primer lugar sus jóvenes Ficus exóticos.
Este Ficus coriacea fue a buscarlo a la India el año pasado. Se ve que le gusta Mallorca, pues crece con un vigor inusitado. Sus hojas son rasposas al tacto como papel de lija.
En Irán y Afganistán crecen tres higueras de hoja caduca, Ficus
carica, Ficus palmata y Ficus johannis. Una subespecie de esta última,
mejor adaptada al frío, a la insolación y a la sequía extrema, es el
Ficus johannis subsp. afghanistanica, como el ejemplar de la foto, cultivado exitosamente en Son Mut Nou.
Sus hojas están profundamnete lobuladas y con el borde serrado. Los genetistas que están estudiando el genoma de nuestra higuera mediterránea sospechan que este ficus afgano-iraniano es uno de los progenitores, junto con el cabrahigo, de todas las higueras cultivadas.
El dia anterior a la visita Montserrat me abrió un chat privado en Facebook para decirme que no tenía la variedad norteamericana White Texas Everbearing, de la que yo le había hablado hacía dos semanas, y que le interesaba mucho conseguirla. Nada más llegar al higueral le regalé una pequeña estaca enraizada de sólo 19 días, desgajada de mi joven higuera texana que me mandó un gran aficionado a las higueras de Alburquerque (Nuevo México). La había plantado para él pensando en regalársela en la visita. Montserrat la miraba encantado tan pequeñita ella. Será la variedad número 835 de las higueras de frutos comestibles y la número 877 del total de su colección.
Me hace mucha ilusión verla algún día ya convertida en un árbol cargado de higos blancos de alguna de sus tres cosechas. "Everbearing" significa que fructifica todo el año.
Teníamos que darnos prisa. El sol ya se estaba escondiendo en el horizonte.
Siguiendo a Montserrat poco a poco nos fuimos desperdigando y aconsejados por él probamos los frutos de sus higueras.
Entre el centenar largo de visitantes había muchos turistas alemanes. Aunque no entendían las explicaciones de Montserrat, las intuían observando sus gestos y mirándole a los ojos. Para ellos era algo extraordinario poder coger un higo del árbol con su propia mano y comérselo tal cual. Muchos de ellos seguramente sólo conocían las brevas e higos importados desde Turquía vendidos en los asépticos mercados teutones. A Montserrat le indigna, le hace hervir la sangre, el desprecio de los restaurantes y hoteles de Mallorca que jamás sirven higos a sus clientes, ya sean frescos como postre o bien elaborados en primeros o segundos platos. Los mallorquines y el resto de españoles en general debemos cambiar el chip de menosprecio hacia este fruto maravilloso hijo de nuestro cálido sol mediterráneo. Los higos no son fruta de pobres ni sirven sólo para engordar cerdos. Son un verdadero manjar de dioses, una delicatessen.
El permacultor Julio Cantos escuchaba fascinado las explicaciones de Montserrat.
Los alemanes alucinaban y no paraban de hacer fotos para llevárselas como recuerdo. Allí, en su frío y siempre nublado país nórdico, se las enseñarán a sus amigos en sus cálidos hogares y el año que viene todos desearán venir de vacaciones a Mallorca para ver con sus propios ojos este paraíso totémico calentado e iluminado por nuestro maravilloso sol.
Si, amigos, las higueras adoran a su dios. Necesitan su calor para madurar sus frutos. Los higos de la imagen son de la variedad llamada "Morisca" de origen norteafricano.
Sus frutos tienen un color vinoso muy bonito.
Su pulpa parece poco apetecible pero una vez en la boca resulta tener un sabor y un bouquet extraordinarios.
Los higos no se tienen que pelar, deben comerse enteros tal cual, pues bajo su piel se concentran numerosas vitaminas y antioxidantes que nos llenan de salud y longevidad. No debemos desperdiciar absurdamente este pequeño cóctel de vida que nos regalan nuestras higueras. Montserrat nos explicó que de un higo sólo se debe eliminar el pecíolo y el ostíolo, donde, sobretodo en los frutos algo verdosos, se concentra la savia lechosa que puede irritar la mucosa de la boca en las personas sensibles. Yo os tengo que confesar que me lo como todo, salvo el pecíolo, tal como me lo enseñaron mis abuelos cuando iba con ellos a coger brevas, montados los tres en el carrito tirado por Margarita, una entrañable burrita de raza mallorquina cuyo recuerdo llevo en el alma. Con ellas mi abuela paterna, que yo adoraba, llenaba varios canastos acolchados con hojas de las mismas higueras que luego vendíamos a un mercader del pueblo a última hora de la tarde. Pocas horas después, a las cinco de la madrugada, este hombre las llevaba al mercado del Olivar de Palma de Mallorca y en un par de horas las vendía todas. Se podría decir que los palmesanos se las quitaban de las manos.
Mis amigos Pere y Catalina, con la ayuda de un "ganxo" para alcanzar los frutos de las ramas más altas, se pusieron las botas probando higos. El que nos muestra Pere es de la variedad "Rotjisca".
Tiene una piel muy gruesa, tierna y jugosa y un sabor exquisito.
Montserrat nos recomendó probarla mostrándonos su pulpa.
El pericarpio de los higos de la variedad Rotjisca tiene un llamativo color amarillo anaranjado.
En su punto álgido de maduración adquiere tintes rojizos, de ahí su nombre mallorquín que significa rojiza. Esta variedad estaba a punto de extinguirse, como tantas otras en Mallorca y Montserrat la buscó y rescató para que no se pierda para siempre.
Una variedad de higo con un agrietado espectacular en su pericarpio, como si estuviera envuelto en una telaraña, es la llamada "Coll de Dama de Ciutat". Hasta hace unos 40 años la capital de la Isla de Mallorca para los propios mallorquines no era conocida como Palma, sino simplemente como Ciutat. Íbamos a Ciutat, nunca nos referíamos a ella como Palma. Esta forma de llamarla es una reminiscencia que permaneció en el alma de los habitantes de la isla, descendientes todos nosotros de una esquizofrénica hibridación entre genocidas y masacrados, pues llevamos mezclados en nuestro genoma los genes de los 3.000 moros mallorquines que quedaron como esclavos en su propia isla tras la conquista-genocidio y que con el tiempo se fueron mestizando con los corsarios invasores catalano-aragoneses. Los moros la llamaban Madina Mayurka (Ciudad de Mallorca) y de ahí que durante más de 700 años siguiera llamándose simplemente Ciutat de Mallorca. De hecho Jaime I de Aragón en las crónicas de la conquista la llamó Ciutat de Mallorques. Fue un Virrey castellano impuesto desde Madrid hace unos siglos quien la cambió por Palma, el nombre que le dieron los romanos que la fundaron el año 123 antes de Cristo.
La jugosa pulpa del higo "Coll de Dama de Ciutat" tiene un aspecto tan apetitoso que no puedes resistir la tentación de metértelo en la boca y saborear, gozar, deleitarte con su extraordinario sabor, frescura, dulzor y aroma, que estimulan la secreción de endorfinas a chorro en las neuronas de nuestro encéfalo, llenando de bienestar y felicidad nuestras vidas. Si, amigos, saborear un simple higo y percibir su exquisito bouquet en la parte posterior de nuestra nariz al aplastar su pulpa en nuestra boca nos llena de placer. Es como un diminuto orgasmo gustativo-olfativo.
La mano que sostenía el fantástico higo reticulado de las dos fotos anteriores es de Llorenç, gran amigo y admirador de Montserrat, que como él siente pasión por las higueras.
Este higo con una gotita de miel saliendo de su ostíolo es de la variedad llamada "Del sen Jaume Gran". En la salada lengua propia de las Islas Baleares, la forma más antigua y
pura del catalán, que nosotros hemos conservado con orgullo y
obstinación casi sin cambios durante 800 años, la antiquísima palabra
"SEN" significa anciano venerable, del latín SENIOR. La traducción sería
pues higuera "Del venerable anciano Jaime Grande". Otra palabra
típicamente balear es "SON", como en el nombre de la finca de
Montserrat, Son Mut Nou o del mismo aeropuerto de Palma de Mallorca, Son Sant Joan, que procede de la fusión de ÇO (açò), que
significa eso y el antiguo artículo personal EN que precede al nombre en
los varones (en las mujeres es NA) y significa Don o Señor. Así pues
ÇO+EN = ÇON, que se escribe SON. El nombre del higueral se podría
traducir literalmente por "Eso del Señor Mudo Nuevo" o bien "Lo del Señor Mudo Nuevo"
y en un lenguaje más actual y lógico "La propiedad nueva del Señor Mudo".
Nosotros resumimos este nombre tan largo en tres simples y cómodos
monosílabos, Son Mut Nou.
La pulpa de esta variedad tiene un color rojo intenso y recuerda a la carne picada de vacuno. Tiene un sabor exquisito.
Este fantástico higo "clivellat" (agrietado) es de la variedad llamada "Victòria".
Su pulpa ya no puede ser más apetitosa. En la boca se convierte en una delicatessen, un maravilloso manjar de dioses. Su dulzor y su textura son extraordinarios.
Xavier se dio un atracón, disfrutó como un enano, a pesar de su altura.
Mirad su cara de satisfacción mostrándonos un higo de la variedad llamada "De la Senyora". En la Mallorca de hasta hace medio siglo los señores o dueños de las grandes fincas no vivían en el campo, estaba mal visto, para ser respetables forzosamente debían vivir en la capital, en Palma. Es por este motivo que unas cuantas variedades de higos llevan el nombre "De la Señora", ya que el payés encargado de la propiedad, al que llamaban "amo" para diferenciarlo del "señor" que era el verdadero propietario, varias veces al año se desplazaba hasta la capital con un cesto lleno de brevas o higos, los mejores de la finca, como regalo o pago a su señora.
También esta variedad tiene el pericarpio agrietado. Montserrat nos dijo que esta característica es típica de la mayoría de higos mallorquines.
Fantástica su pulpa, ¿verdad? Parece decirnos ¡cómeme, que estoy muy rica!
Mis amigos Matilde y Jaume también se dieron un atracón. Aquí les vemos mostrando dos hermosos higos de la variedad mallorquina "Martinenca".
¡Mirad la felicidad de Matilde! En Valencia, su tierra natal, como en todas las regiones que hace siglos estuvieron habitadas por musulmanes, también adoran a las higueras.
Los higos de la variedad Martinenca suelen presentar un pericarpio reticulado en su punto óptimo de maduración. Al de la imagen le faltaban un par de días, de ahí que todavía no estuviera agrietado.
Mirad qué color más bonito.
Este otro higo Martinenca mostrado por Montserrat estaba ya bien maduro
Su pulpa se ha enriquecido en azúcares y aromas bajo el sol radiante de Son Mut Nou y se ha convertido en un delicioso bombón. La variedad Martinenca, según nos cuenta Montserrat en su fantástico libro "
Las Higueras en las Islas Baleares", es la más antigua documentada en Mallorca, pues está citada en un contrato de compra-venta datado en el año 1256.
Y para terminar aquí tenéis una mutante, una rareza genética, un tesoro único que encontró Montserrat en el pueblo mallorquín de Sant Llorenç des Cardassar y lo recuperó en su finca para que no se extinguiese, la llamada "Bordissot Negra Rimada". Es posible que proceda de una mutación en el meristema de crecimiento de la yema apical de una estaca de "Bordissot Negra" (en Valencia la llaman Burjassot Negra) que alguien sembró esperando que diera higos negros y se llevó una sorpresa al ver que los daba "rimats" (con bandas de distintos colores).
Mirad que preciosidad de higos. Al madurar pierden parcialmente las bandas.
Montserrat nos hizo fijar en una característica típica de todos los higos Bordissot, la gotita de miel que rezuma por el ostíolo cuando el higo está en su punto óptimo de maduración. Es la manera que tiene el árbol de decirles a los pájaros, los principales dispersores de sus semillas con sus deyecciones, que ya se pueden comer los frutos.
Nuevamente llaman la atención las profundas grietas (clivells) que cuartean la piel de la mayoría de higos de las Islas Baleares.
¡Qué apetitosa golosina!, ¿verdad?
Venga, corred, que todavía estáis a tiempo de saborear esta extraordinaria fruta adoradora del dios Sol. Volad hasta Mallorca y visitad el
Paraíso de las Higueras, el mayor higueral del mundo. Os aseguro que vale la pena. Dejará en vuestra memoria un recuerdo indeleble que os hará segregar saliva y endorfinas de felicidad cada vez que lo recordéis.