Vaya decepción, amigos. Hoy me he levantado a las 6 horas de la madrugada con la ilusión de ir a comprar una encina injertada de la variedad dulce, que venden en unos viveros ubicados en el segundo municipio más populoso de Mallorca, a sesenta kilómetros de mi pueblo. Una panzada de carretera con decenas de cruces y rotondas, por nada. La oferta online de encinas dulces de la web de los viveros no es verídica, o por lo menos no lo es en la actualidad. En cuanto he llegado le he preguntado al que parecía el dueño y me ha dicho que ya no las venden, que el vivero de la península que las producía ya no se las sirve. Así que, ya que estaba allí y para justificar el viaje, me he dado una vuelta por el vivero y me he marchado a los veinte minutos sin comprar nada. Había castaños muy hermosos a 24 euros, pero mi frustrante experiencia con ellos y, peor todavía, con los dos injertos de castaño sobre encina que me agarraron y al cabo de unos años se murieron, me ha quitado las ganas de volverlo a intentar. Los castaños siempre se me acaban muriendo con las raíces quemadas por la cal de la tierra mallorquina, y los injertos tampoco prosperan y se secan tras un vigoroso crecimiento inicial. Ya no estoy para más frustraciones. Paso de malos rollos.
Y ya que estaba fuera del Valle de los Naranjos, circulando por la arteria principal de la isla, me ha venido a la cabeza ir a Palma a comprar Kiwanos del Kalahari en el Mercado del Olivar. Tampoco los he encontrado en una de las paradas especializada en frutas y verduras exóticas, en la que se pueden encontrar verdaderas rarezas ultramarinas. El dueño me ha dicho que los ha pedido como cada año, pero no se los han servido. ¡Vaya m..., —me he dicho— hoy no es mi día!
De pronto mis ojos se han fijado en una cestita llena a rebosar de grandes tupinambos redondos y hermosos, de la variedad gigante "albus". Estaban a 9'50 € el kilo. Nunca los había visto a la venta. Sólo conocía los normales, pequeños, alargados y rojizos. Así que he comprado ocho para probarlos este mediodía. Han pesado 605 gramos y me han costado 5'75 €.
La pulpa es extraordinaria, jugosa y maciza a la vez, de un blanco inmaculado.
He hervido cuatro tupinambos en agua con sal.
Y tras retirarles la piel, que una vez hervidos se pela con facilidad, los he preparado aliñados con una sencilla salsa de tomate con un ajo, aceite de oliva y sal. ¡DELICIOSOS! La pulpa es tan tierna que se disuelve en la boca.
Y tras el sencillo almuerzo vegetariano, acompañado de una mandarina y un té (sigo con el régimen de adelgazamiento), he sembrado los cuatro tupinambos restantes en un macetón con tierra vegetal.
En el macetón de la izquierda se ve el vigoroso plantel de Allium triquetrum, que sembré de semillas hace unos meses. No tardarán en abrir sus primeras flores. Con ellas me prepararé ensaladas deliciosas con un sutil sabor y aroma a ajo. Ya os hablé de este allium silvestre hace unos años.
He cubierto los cuatro tupinambos con cinco centímetros de tierra vegetal, sin regarlos. No hace falta. Estarán hibernando hasta la primavera.
La red de plástico verde evitará que los mirlos escarben en la tierra y desentierren los tubérculos.
Os mantendré informados.