Es la flor sagrada de los faraones, el hinduismo y el budismo.
Nunca antes había visto ni su bellísima flor ni su impactante e insólito fruto en forma de avispero. Hace unos diez años, en una de mis visitas al fantástico
Jardín botánico de Sóller, situado en plena Serra de Tramuntana de Mallorca, de pronto apareció ante mis ojos una gran flor a medio abrir que se elevaba altiva y orgullosa hacia el sol mediterráneo, surgiendo, como si de un ave fénix acuática se tratase, directamente de la turbia agua de un estanque. A sus pies, grandes hojas redondeadas de un verde intenso la escoltaban como súbditos a su reina o como sacerdotisas a su diosa.
Era la mítica, sagrada y venerada
Flor de Loto, la
Rosa del Nilo, el
asiento del dios Ganges, el
ombligo del dios Vishnú entre cuyos pétalos se esconde
Brahma, el dios creador. Representa la pureza divina nacida del pestilente lodo cenagoso. De lo más bajo, repulsivo y despreciable a la belleza absoluta, de las tinieblas a la luz cegadora, de la carnalidad a la divinidad, de la maldad a la bondad infinita, de las cadenas de los deseos mundanos a la paz y el sosiego liberador, del sufrimiento físico y espiritual a la felicidad, de la nada a lo más grande. Sus pétalos se despliegan como lo hace el alma cuando alcanza la perfección. Es la esencia del budismo: convertirse en nada para serlo todo.
En el interior de estos bellísimos pétalos que brillan con luz propia se esconde el alma humana aprisionada por las debilidades, los deseos, las flaquezas, los egoismos, un alma que desea liberarse de la imperfección y alcanzar el
nirvana, la perfección y la felicidad absolutas.
Ante la belleza y la pureza de una Flor de Loto a medio abrir a uno le entran ganas de sentarse junto a ella en
posición de loto, cerrar los ojos, liberarse del cuerpo hasta alcanzar la relajación total y entonces abrir los pétalos que esclavizan el alma y dejarla volar, sacarla de la prisión de la carne con un largo y profundo
Om para que vuele libre y se funda con el Universo entero, con el Todo.
Planta de Loto en agosto con un capullo elevándose como una flecha hacia el sol que le da la vida. Las hojas más viejas flotan sobre el agua completamente extendidas para captar el máximo de rayos solares y sintetizar los nutrientes que necesita la planta para producir las semillas de la siguiente generación. Miden entre 25 y 100 centímetros de diámetro. Su flotabilidad es debida a que están cubiertas de ceras hidrófobas que repelen el agua. Las hojas más nuevas cercanas a la flor se mantienen sobreelevadas.
Otra planta de Loto con una flor abierta y varios frutos iniciando su maduración.
Otra imagen de la planta anterior en la que se ve la flor, varios capullos y un fruto todavía inmaduro, todos ellos elevados por encima del nivel del agua sobre largos tallos de entre 50 y 70 centímetros. En sus países de origen asiáticos las flores se elevan hasta casi dos metros.
Uno no sabe si es el sol que ilumina la flor o es la flor que brilla con luz propia.
Detalle del aparato reproductor de Nelumbo nucifera. Un gran receptáculo cónico en forma de avispero o alcachofa de regadera contiene los carpelos (entre 12 y 30), cada uno de ellos separado de los demás, con un estigma tubular que se asoma en la superficie plana del receptáculo y se continua hacia dentro con un canal descendente que acaba en el ovario. Alrededor del receptáculo, que representa la parte femenina o gineceo, se encuentra el androceo masculino formado por numerosos estambres, entre 200 y 400, acabados en su extremo por anteras amarillas cargadas de polen.
Tras la polinización de la flor, los pétalos y los estambres caen y el receptáculo con los ovarios fecundados en su interior se inclina hacia un lado y empieza a crecer.
Otra planta de Loto con los frutos casi maduros.
Sorprende el gran parecido del fruto del Loto con un avispero o con la alcachofa cónica de una regadera.
Cada carpelo produce una única semilla que se asoma por el agujero dejado por el tubo del estigma, el cual se va ensanchando a medida que madura como si fuera el cuello del útero de una parturienta, hasta que por fin la semilla logra salir y cae en el agua. Entonces la corriente la lleva flotando lejos de la planta madre hasta encallar en una zona lodosa donde germina y vuelve a empezar el ciclo de su vida..
Semilla de Loto.
Los rizomas, los frutos inmaduros y las semillas son comestibles y se venden en los mercados asiáticos.
Fascinante la Flor de Loto, ¿verdad?