domingo, 8 de enero de 2023

MI PEQUEÑA ENCINA DULCE INJERTADA

 Hoy hace exactamente 392 días, el 12 de diciembre de 2021, que compré una encina injertada de la variedad "castanyenca", es decir, productora de bellotas dulces parecidas a una castaña, en el mercado dominical del pueblo mallorquín de Santa Maria del Camí. Me costó 30 euros. Estaba mirando las paradas de plantas del mercado y de pronto la vi como una manchita gris junto a las demás plantas. Medía entonces 40 centímetros y sus hojas presentaban una intensa pilosidad blanca que le daba un llamativo aspecto ceniciento. Me acerqué curioso para verla mejor y, en cuanto comprobé que estaba injertada, no lo dudé ni un segundo y decidí comprarla. Teniendo en cuenta lo difícil que es injertar una encina —yo nunca he logrado que me agarre ninguno de los cientos de injertos que he hecho— y lo difícil que es encontrar encinas injertadas en los viveros, me pareció barata.

Y para asegurar su agarre en la pedregosa, arcillosa y calcárea tierra de mi huerto, en el fondo del hoyo y alrededor del pan de raíces le eché varios puñados de hojarasca descompuesta con filamentos del micelio blanco de la micorriza que vive en simbiosis con las raíces de la más vigorosa de mis dos encinas semidulces, que sembró de bellota en una maceta mi madre en paz descanse hace 41 años, híbridas de una encina dulce que aportó la flor femenina y una encina silvestre que aportó el polen, de ahí que sus bellotas no sean 100% dulces.

Detalle de las hojas de un color verde-grisáceo por la vellosidad protectora del frío. Me imagino que procede de un vivero de Cataluña, donde los inviernos son más crudos.

El injerto parece hecho por el método de Injerto lateral subcortical con una ramita de encina dulce. Vendría a ser parecido a un injerto de chip, pero con una estaquita en lugar de un escudete de corteza con una yema. Los restos de masilla de injertar, que se ven arriba en el punto de brotación de las nuevas ramas, indican que tras injertar la estaquita embadurnaron su extremo para evitar su deshidratación mientras se iba formando la unión.

El grueso callo de la unión injerto-pie hace suponer que la encina dulce, en general muy vigorosa, crece más rápido que el patrón amargo, por lo que existe el peligro que con el viento se separen y me quede sin encina dulce. Para evitarlo la planté enterrando el punto de unión. Así, además, si quiere, el callo puede echar raíces, afianzando la supervivencia del injerto. En caso de rotura por un viento huracanado —en mi huerto suele soplar varias veces al año el sirocco, el tórrido viento del Sáhara que tantas ramas ha desgarrado de la copa de mi árboles—,  la encina dulce sobrevivirá con sus propias raíces.

Y ante mi sorpresa al cabo de solo un año mi pequeñaja ya estaba madurando sus primeras cinco bellotas. Fotografía hecha el día 21 de diciembre de 2022, exactamente 374 días después de plantarla. Para darle fuerza, justo antes de hacerle la foto, le eché un saquito de cinco litros de humus de lombriz, que aporta muchos nutrientes y favorece la emisión de raíces.
 
Una de las cinco bellotas casi madura.
 
Esta otra bellota estaba germinando unas semanas antes de su completa maduración. Esta curiosa estrategia de las encinas favorece el rápido enraizamiento de las bellotas pregerminadas en cuanto caen al suelo, de manera que en primavera ya están profundamente enraizadas y brotan vigorosamente en cuanto aumentan las temperaturas.

Misma bellota pregerminada anterior dieciocho días después, ya completamente madura y a punto de desprenderse de su jovencísima madre.

Y aquí tenéis la cosecha de bellotas de su primer año. Dos de ellas están pregerminadas. Las he sembrado juntas en una maceta. Lógicamente no las veré adultas, pero si el destino quiere, tal vez las vea ya crecidas con dos o tres metros de altura. Las encinas dulces de bellota crecen muy vigorosas. Las plantaré juntas en cuanto quede un hueco libre. Así crecerán como si fueran gemelas, como si de una encina con dos troncos se tratase.

No he podido resistirme y me he zampado las tres restantes. Os aseguro que me han sabido a gloria. Son exageradamente dulces. Con razón son de la variedad "castanyenca". Me imagino que en cuanto mi pequeña encina se convierta en un árbol gigantesco producirá unas bellotas mucho más grandes. Os mantendré informados.
 
Y aquí la tenéis después de recolectar sus primeras cinco bellotas. Mide ya 60 centímetros. Resulta curioso que sus hojas ya no se ven cenicientas. Debe ser que con el clima cálido de Mallorca ya no necesita cubrirlas de vellosidad para protegerse del frío.