domingo, 24 de octubre de 2010

Una diminuta maravilla adaptativa

Hace un siglo era ya bastante escaso, pero mantenía un número suficiente de individuos que poblaban la cara norte de las rocas y bancales de la Sierra de Tramontana de la Isla de Mallorca. Nada hacía presagiar que a principios del siglo XXI sus descendientes se podrían contar con los dedos de una mano o mano y media. Os estoy hablando del bellísimo helecho Asplenium fontanum, que en los últimos cien años ha soportado dos agresiones tan brutales, que lo han llevado al borde de la extinción.

Asplenium fontanum en junio, tras la brotación primaveral. Posteriormente este ejemplar fue ramoneado por una cabra. Ha estado al borde de la muerte.

Una de ellas la perpetraron los botánicos españoles y extranjeros de mediados del siglo pasado con su nefasta afición a coleccionar plantas enteras para enriquecer sus herbarios particulares. No les bastaba con guardar una hoja, una rama o un par de flores y frutos. Tampoco les importaba que la planta fuera muy escasa. El sentimiento conservacionista no existía entonces. No eran conscientes de estar poniendo al borde de la extinción al Asplenium fontanum y a otras muchas plantas, algunas de ellas escasísimos endemismos baleares.

Luego llegó la plaga de cabras asilvestradas, que en las últimas décadas han proliferado tanto, que se ven obligadas a comer lo que en épocas de abundancia no habrían comido, o sea, se lo comen todo, ya que sus estómagos lo pueden digerir todo, incluidos los pequeños y correosos helechos de bancal, entre ellos el Asplenium fontanum, que sufre más depredación por tener frondes mucho más tiernas y jugosas que el resto de helechos.

Jaula metálica clavada en la pared de un bancal por dos técnicos de la Consellería de Medi Ambient del Govern Balear, para proteger los últimos Asplenium fontanum que quedan en la Isla de Mallorca. El ejemplar protegido por esta jaula fué ramoneado por una cabra que le comió todas las frondes, pero logró sobreponerse y brotar de nuevo. Con esta protección las cabras ya no podran hacerle más daño.

Cada jaula metálica lleva una placa informativa como ésta, con un teléfono para avisar en caso de que alguien la encuentre rota o arrancada.

La auténtica cabra salvaje mallorquina, originaria del Mediterráneo oriental, que lleva varios milenios en la isla tras su introducción por los primeros pobladores, también se ha visto perjudicada por esta invasión de cabras domesticas asilvestradas, las cuales, además de competir por el alimento, se han hibridado con las salvajes, haciéndoles perder la pureza de su raza ancestral.

Pero he aquí que la naturaleza, muy sabia ella, se puso a trabajar para solucionar el problema antes de que fuera demasiado tarde y consiguió salvar los genes del Asplenium fontanum, aun a costa de su casi extinción.

Asplenium petrarchae subsp. bivalens en mayo con las frondes nuevas primaverales

La solución consistió en la hibridación con otro helecho también muy escaso, el Asplenium petrarchae subsp. bivalens, de cuya unión surgió un hijo híbrido diminuto, el Asplenium majoricum, que reunió en su genoma todo lo bueno de ambos progenitores, en especial el pequeñisimo tamaño del Asplenium petrarchae subsp. bivalens, que le permite pasar prácticamente desapercibido protegido entre las piedras de los bancales del hocico famélico de las cabras y también la resistencia a los largos, tórridos y resecos meses del verano mallorquín, durante los cuales, al igual que sus progenitores, entra en estivación, sus frondes se deshidratan, se enrollan, se secan hasta aparentar estar muertos y así permanece durante tres, cuatro y hasta cinco meses.

 
Asplenium majoricum a principios del otoño, tras la rehidratación. Tres días antes su aspecto era  deplorable y parecía muerto. Ejemplar fotografiado en el Barranc de Biniaraix.

En otoño por fin suele llover con cierta abundancia y a las 24 horas de la primera lluvia se produce el milagro, yo diría la resucitación, pues sus frondes marrones, retorcidas y resecas se rehidratan, reverdecen, desenrollan, expanden y muestran un aspecto fresco y turgente con un verde intenso lleno de vida, como si nada hubiera pasado. La estivación de los pequeños helechos de la familia de las Aspleniáceas es una adaptación a los veranos mediterráneos única entre las plantas, que les permite sobrevivir a largos períodos de sequía.

Asplenium majoricum en el Barranc de Biniarix del municipio de Sóller en otoño brotando frondes nuevas.

El Asplenium majoricum, al ser un híbrido interespecífico alotetraploide con dos genomas completos y distintos no combinables en su núcleo, teóricamente debería ser esteril. Sin embargo ha conseguido superar la barrera de la esterilidad combinando en sus esporas la mitad exacta del genoma de su padre y la mitad del genoma de su madre, con todos los genes necesarios para la vida, produciendo diplosporas fértiles, que le han permitido colonizar con gran éxito y franca expansión todos los hábitats propios de sus padres, con una clara competencia con ellos. Yo diría que es un campeón de la supervivencia.

Grupo de Asplenium majoricum en abril en su hábitat natural, creciendo sobre un sustrato de musgo entre las piedras de una pared de bancal. Le acompañan ejemplares de Sedum dasyphyllum. (Doble click sobre la foto para ampliarla)

Soros en el envés de las pinnas en marzo. Obsérvese el diminuto tamaño de este helechito en relación con la uña del dedo pulgar.

Así pues, de esta manera tan ingeniosa,  la naturaleza, a través de la creación de una nueva especie híbrida fértil, ha conseguido preservar de la extinción los genes de dos especies de helechos que se encuentran actualmente en dramática regresión en la isla.

 
Diplosporas de Asplenium majoricum, mucho más grandes que las de sus dos progenitores.

El Asplenium majoricum fué descrito por primera vez en el Valle de Sóller en el año 1911. Durante bastantes décadas se le consideró endémico de Mallorca, hasta que fué encontrado en la Comunidad Valenciana y recientemente en el sur de Cataluña. Sin embargo, según estudios de marcadores genéticos, el Asplenium majoricum de Mallorca y los de Valencia y Cataluña no están emparentados y se cree que tuvieron un origen híbrido independiente.


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