¿Ha sido encontrada y catalogada por los entomólogos de la Universidad de las Islas Baleares?
El Ficus drupacea que embellece los jardines de S'Hort del Rei de Palma de Mallorca, llamado Higuera de Mysore, es un árbol extraordinario por su rareza fuera de los trópicos, ya que procede del sudeste asiático y norte de Australia y en teoría necesita un clima tropical para sobrevivir. Sin embargo, en la capital de Mallorca, muy cerca del mar Mediterráneo, vive muy a gusto y no parece sufrir en absoluto por el frío invernal.
El Hondero Balear es su fiel guardaespaldas.
La estatua de este mítico y aguerrido defensor de las Islas Baleares, cuya única arma era una simple honda con la que era capaz de perforar el casco de los barcos invasores lanzándoles un canto rodado, lo que provocaba su hundimiento, preside los bellísimos jardines que circundan la Catedral de la ciudad. A los habitantes de las islas contemplar esta estatua nos hace sentir orgullosos de nuestros valientes ancestros.
Sus grandes hojas de consistencia coriácea como de plástico visten su imponente copa.
Son muy parecidas a las del Ficus elástica, aunque a diferencia de éste tienen unas marcadas y llamativas nerviaciones.
Una amplia base de poderosas raíces le mantiene en pie permitiéndole soportar vientos huracanados sin peligro de ser derribado. Su corteza es muy lisa y de un bonito color gris plateado. Su tronco se bifurca en varios sub-troncos desde la base.
Curiosamente en las selvas tropicales del sudeste asiático de donde es originario se comporta como una típica higuera estranguladora. Las aves frugívoras y los monos arborícolas se alimentan de sus higos y posteriormente defecan las semillas sobre las ramas de los árboles de la selva. La humedad permanente de estos hábitats permite germinar a las semillas en el escaso sustrato formado por hojas en descomposición acumulado en las bifurcaciones de las ramas. La higuera recién nacida emite inmediatamente una larga raíz que va descendiendo pegada a la corteza de su árbol-víctima hasta que consigue alcanzar el suelo. Una vez enraizada el crecimiento de la pequeña higuera se acelera de una manera vertiginosa y desde lo alto de la copa de su huesped emite numerosas raíces que rodean el tronco en un abrazo mortal, mientras su copa se ramifica y se viste de hojas hasta cubrir totalmente la de su víctima, sumiéndola en una oscuridad letal que le impide realizar la fotosíntesis. El árbol muere literalmente estrangulado. Y poco a poco sus ramas y su tronco que han sustentado a su asesina se pudren, y la higuera estranguladora ocupa su espacio en la selva. Con el tiempo las raíces descendentes acaban fusionándose y adoptan la forma y consitencia de un verdadero tronco. El Ficus drupacea ha logrado su objetivo: sobrevivir y prosperar en un medio despiadadamente competitivo como son las selvas tropicales.
Sus frutos tienen una forma ovalada con un bonito exocarpio de color rosado intenso con puntitos blancos. En plena maduración adquieren un color morado casi negro con tonalidades azules. Como puede verse en la imagen son un manjar delicioso para los mirlos que viven en este jardín urbano. La pulpa anaranjada es muy jugosa y bastante ácida. Lo sé por propia experiencia, pues llevado por mi irresistible curiosidad por todo lo exótico no dudé en probarla. Os debo confesar que tuve que escupirla. Su acidez no tiene nada que envidiar a la de los limones, pero no cabe duda de que a los mirlos les encanta. Esta riqueza en ácidos la hace muy laxante con la intención de provocar diarrea a las aves y los monos que la consumen en su tierra de origen, aumentando así el número de sus defecaciones y la dispersión de sus semillas en una gran área de la selva.
Y aquí llega la sorpresa. El sicono contiene numerosas semillas aparentemente viables. A excepción de las higueras cultivadas mediterráneas que en su mayoría son partenocárpicas, es decir, capaces de madurar sus higos sin necesidad de ser polinizadas por el polen transportado por la avispilla Blastophaga psenes, aunque ello comporte que no contengan semillas, las demas plantas del género Ficus sólo maduran sus frutos si son visitados por su correspondiente avispilla polinizadora específica.
Entonces, ¿cómo se entiende que estos higos del Ficus drupacea palmesano estén perfectamente maduros con numerosas semillas rodeadas de una abundante pulpa jugosa? ¿Vino con el árbol cuando fue sembrado su avispilla asiática específica Eupristina belgaumensis?
Otras moráceas cultivadas como árboles ornamentales fuera de su hábitat, como el Ficus macrophylla, a pesar de dar abundantes frutos, no consiguen madurarlos, y caen al suelo resecos sin pulpa y sin semillas. En la imagen se ven cuatro higos hueros de esta especie recogidos bajo un imponente Ficus macrophylla en el Parque de María Luísa de Sevilla.
En la misma Sevilla, en el Parque de San Sebastián, hay otra morácea que sí consigue madurar sus frutos y producir abundantes semillas, el Ficus microcarpa (sinónimo de Ficus retusa y Ficus nitida). En la imagen se ven higos en distintas fases de maduración. Los probé y su jugosa aunque escasa pulpa blanquecina me supo bastante insípida pero contenían numerosas semillas aparentemente viables. Tienen la forma y el tamaño ideales para ser tragados por las aves frugívoras.
En el centro de la Isla de Mallorca conozco un Ficus microcarpa capaz de soportar heladas de hasta -5ºC que también consigue madurar sus abundantes frutos. Siempre que lo veo no puedo resistir la tentación de comerme unos cuantos de sus diminutos higos aún a sabiendas de que no saben a "nada".
No cabe duda de que su avispilla polinizadora específica Eupristina verticillata, originaria del Asia tropical, vive en Sevilla y en Mallorca. Este insecto himenóptero en la actualidad tiene una distribución cosmopolita, ya que ha acompañado al Ficus microcarpa en su expansión a manos del hombre como árbol ornamental.
Y también en Mallorca, concretamente en mi jardín, tengo un pequeño Ficus rubiginosa de algo más de metro y medio de altura que cada año produce higos diminutos como el de la imagen con bastante pulpa ligeramente dulce y numerosas semillas. Y nuevamente surge la misma pregunta: ¿vive en Mallorca su avispilla polinizadora específicca australiana Pleistodontes imperialis? Todo parece indicar que sí.
Espero que algún entomólogo de la Universidad de las Islas Baleares me confirme la existencia de la avispilla Eupristina belgaumensis en tierras mallorquinas.
¡ Que interesante Juan, me ha encantado. Besos.
ResponderEliminarHola Juan
ResponderEliminarInteresante eso de que en lugar de crecer de abajo hacia arriba buscando el sol benefactor crezca desde arriba hacia abajo buscando un suelo en el que arraigar.
Cerca de mi casa, en la "Serra de Collserola" también hay una especie ( lo lamento, no sé su nombre) que hace lo mismo, es una especie de liana que desciende haciendo espiras alrededor del tronco de su árbol anfitrión, normalmente una encina, roble o pino hasta que llegar al suelo, al principio es delgadita, como un lápiz, pero al cabo de un tiempo es enorme y acaba por asfixiar al árbol.
Yo a veces no puedo resistirme a la tentación de cortar un palmo de ese parásito y separarlo del tronco. Eso normalmente hace que me sienta bien, pues tengo la sensación de haber evitado la muerte de una encina, pero otras veces dudo de si haré bien o mal rompiendo el equilibrio. natural.
Una abraçada
Juanma
Gracias, Juanma. En principio todos nos solemos poder de parte de la víctima, pero como digo arriba a la derecha en mi blog: "La maldad no existe en la naturaleza, sólo en el corazón del hombre." La naturaleza se rige por sus propias leyes y una de las principales es que "sobrevive siempre el más fuerte, el más inteligente y mejor adaptado y muere el débil e inadaptado." Parece cruel desde nuestro punto de vista moral, pero si uno lo piensa friamente se da cuenta que nosotros mismos como especie no hubieramos sobrevivido a tantas vicisitudes sin nuestra inteligencia, nuestra bipedestación, nuestras manos de dedos oponibles, nuestra habla, nuestra adaptabilidad y nuestra "maldad" que nos hizo cazadores "despiadados" y omnívoros lo que engrandeció nuestro cerebro al enriquecerlo con proteinas y grasas animales. Una abraçada.
EliminarMuy interesante esta entrada. Me ha llamado la atención lo de las avispillas específicas para la polinización de cada especie diferente de Ficus.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Pini. Así es, cada especie de Ficus tiene su avispilla. Un saludo.
EliminarBuenas noches.
ResponderEliminarLlevo tiempo visitando su blog porque lo encuentro muy interesante y escrito con gran pasión y conocimiento. Además me encanta el título; muy poético.
Pero hasta ahora no había reparado en la frase: "La maldad no existe en la naturaleza, sólo en el corazón del hombre."
Comparto la primera afirmación expresada (no hay maldad en los ficus estranguladores ni en un cocodrilo acechando su presa sino puro cumplimiento), pero discrepo de la segunda porque el hombre no puede disociarse de la y su naturaleza y porque la maldad es un comportamiento aprendido; ni la maldad humana es innata ni congénita.
Valga como ejemplo decir que el primer rastro de solidaridad humana en el registro fósil data de hace casi 2 millones de años, mucho antes de que el homo sapiens sapiens existiera.
Así que para que la frase se ajuste a la verdad que usted proclama en el primer enunciado sería de agradecer que rehiciese el segundo, aunque solo sea por no repetir un cliché demasiado extendido.
No existe maldad en la naturaleza, tampoco en el corazón de los seres humanos (salvo como conducta adquirida en contra de su propia naturaleza).
Dándole las gracias y la enhorabuena por su blog,
se despide cordialmente
un poeta.
Muchas gracias, poeta anónimo. Agradezco su aportación y su punto de vista. Ahí queda para que los lectores opinen según la experiencia que tenga cada uno de ellos de la vida
EliminarUn cordial saludo.