Las tatarabuelas de las palmeras ilicitanas, tataranietas a su vez de las Phoenix dactylifera de los míticos Jardines colgantes de Babilonia, vinieron en barco desde la antigua Persia.
Después de recorrer los monótonos y tristes palmerales que aquí y allá llenan de un extraño verdor grisáceo la ciudad alicantina de Elche, me sorprendió gratamente encontrar en pleno casco urbano este maravilloso oasis de 13.000 m2, que parece extraido del libro de cuentos persa de Las Mil y Una Noches.
Impresionantes
copas de las Phoenix dactylifera que dan sombra al jardín de
palmeras que los ilicitanos llaman Huerto del Cura en honor al que fue su propietario hasta el año 1918, el sacerdote José Castaño Sánchez. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click).
Imagen general del Huerto del Cura, la perla del Palmeral de Elche, de una impactante belleza oriental.
Bajo las palmeras han sembrado una numerosa colección de hierbas, arbustos y lianas de todo el mundo, especialmente palmeras, bambús y cactus de ultramar, la mayoría bastante jóvenes, que con el tiempo embellecerán todavía más el Huerto del Cura.
Es muy agradable pasear por los caminos bordeados por los altísimos troncos de las palmeras centenarias, cuyas copas dejan pasar sólo algún ténue rayo solar y crean un ambiente íntimo que serena el alma de los visitantes.
En el centro mismo del jardín crece una impresionante palmera de siete troncos, la famosa Palmera Imperial de Elche, llamada así en honor a la emperatriz de Austria y Hungría Elizabeth de Wittelsbach, más conocida por Sisi, que en 1894 visitó el Huerto del Cura y quedó muy impresionada con aquella palmera ramificada, recomendando al propietario del jardín, el cura Castaño, que le acompañaba en la visita, que pusiese un nombre a aquella singular palmera. El sacerdote tomó buena nota de la recomendación de la emperatriz y la bautizó como Palmera Imperial.
En
1873 esta palmera datilera macho empezó a brotar numerosos hijuelos directamente del tronco a una altura de 1´8 m., aunque la mayoría acabaron secándose y unos años después sólo quedaban siete. A medida que crecían aumentaba el peligro de que se rompiesen por su base y se hizo preciso sujetarlos.
Los siete troncos salen de un único tronco común muy delgado que parece mentira que los pueda alimentar.
En esta imagen se ve mejor el ingenioso sistema de sujeción de los siete troncos. Las palmeras datileras tienen una fuerte tendencia a brotar hijuelos de la base del tronco, pero resulta muy poco frecuente que broten a tanta altura.
Copa a contraluz de la Palmera imperial de Elche.
La mayoría de palmeras datileras de Elche, salvo unas pocas de reciente incorporación procedentes de Marruecos y Argelia, son originarias de Oriente Medio, concretamente de la antigua Persia, el actual Irán. Sus tatarabuelas, tataranietas a su vez de las palmeras de los míticos Jardines colgantes de Babilonia, fueron importadas en barcos por los árabes valencianos que en aquellos tiempos poblaban estas tierras y con ellas iniciaron lo que un milenio después sería declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 30 de noviembre del año 2000.
En Elche las palmeras se han reproducido tradicionalmente a través de los huesos de los dátiles. Ello ha dado lugar a una gran variabilidad genética que se traduce en palmeras y dátiles muy diversos en forma, sabor y cantidad de azúcares. Este método reproductivo supone una diferencia fundamental con el usado en las plantaciones datileras de otros países en las que los palmerales se renuevan aprovechando los hijuelos clónicos que brotan en la base de las palmeras más viejas con la intención de mantener la misma variedad y la buena calidad de sus frutos.
En Elche las palmeras se han reproducido tradicionalmente a través de los huesos de los dátiles. Ello ha dado lugar a una gran variabilidad genética que se traduce en palmeras y dátiles muy diversos en forma, sabor y cantidad de azúcares. Este método reproductivo supone una diferencia fundamental con el usado en las plantaciones datileras de otros países en las que los palmerales se renuevan aprovechando los hijuelos clónicos que brotan en la base de las palmeras más viejas con la intención de mantener la misma variedad y la buena calidad de sus frutos.
Siempre aprendo con tus artículos Joan. Gracias!
ResponderEliminarMatilde
Un lugar magnífico y la palmera de los siete troncos impresionante!!!
ResponderEliminarSaludos
La verdad es que es un sitio muy majo, aunque amenazado por el picudo, claro. Me gustó bastante el estanque, con aloe, agaves afilados y cactus alrededor, en contraste con los nenúfares blandos y las rocas
ResponderEliminarpvaldes