sábado, 7 de julio de 2012

Lysimachia minoricensis: su destino era la extinción

Todos los intentos de reintroducirla en su hábitat natural han fracasado.

La extinción en la naturaleza de la Lysimachia minoricensis continúa siendo un verdadero misterio. Todas las hipótesis al respecto tienen su lógica, pero no dejan de ser suposiciones, pues ninguna ha podido ser demostrada. 

Lysimachia minoricensis en abril. Esta planta tiene un ciclo bienal. Durante el primer año desarrolla numerosas hojas y se ramifica, en la segunda primavera florece hasta bien entrado el verano, en agosto madura las semillas y en otoño e invierno las dispersa, tras lo cual se seca y muere.

Una de estas hipótesis atribuye su extinción a la excesiva recolección por los botánicos de hace un siglo, que tenían la nefasta costumbre de coleccionar cada uno de ellos un completísimo herbario personal. El descubrimiento de una única y reducida población de esta primulácea en 1879 por el prestigioso botánico menorquín Joan J. Rodríguez i Femenías (1839-1905) en el Barranc de Sa Vall, situado en la costa sur de Menorca, movilizó a numerosos botánicos de la época entusiasmados por el descubrimiento de este rarísimo endemismo y deseosos de tener su propio especímen en su colección de plantas desecadas.

Otra hipótesis culpabiliza a algún incendio forestal ocurrido entre 1926 y 1950 que pudo arrasar toda la vegetación del barranco donde crecía su única población conocida.

Hojas de Lysimachia minoricensis.

Una tercera hipótesis presupone que la actividad agrícola y ganadera por parte del hombre desde tiempos remotos favorecía la supervivencia de la Lysimachia al mantener su hábitat "limpio" de vegetación, pues parece ser que no tolera la competencia de otras plantas cerca de ella. El progresivo abandono del campo hizo crecer la maleza ahogando a la Lysimachia. De hecho con su cultivo en diferentes jardines botánicos se ha comprobado que necesita espacios abiertos con mucha luz. Su descubridor sin embargo dejó escrito que crecía en un lugar fresco y sombrío. El pastoreo del ganado no la afecta pues la desagradable fetidez de sus hojas la protege de ser devorada. Este mal olor parece ser una adaptación al ramoneo del extinto antílope Myotragus balearicus que vivió en Menorca hasta hace unos 4.000 años. Él se encargaba de mantener despejado su hábitat al alimentarse de las plantas que podían competir con ella. Con la llegada del hombre a la isla el Myotragus se extinguió en unas pocas décadas seguramente por una caza excesiva y fue sustituido por las cabras, ovejas y vacas.

 Detalle del haz de una hoja con sus hermosas nerviaciones blanquecinas que resaltan sobre la lámina verde oscura.

Envés de la hoja anterior de color granate por su riqueza en antocianos. La cara inferior morada nos demuestra que el botánico Joan J. Rodríguez Femenías tenía razón al decir que la única población que había encontrado vivía en un hábitat sombrío. La concentración de antocianos en la cara inferior de las hojas tiene la finalidad de aprovechar al máximo la poca luz que llega a las plantas de sotobosque y a las que viven en hábitats rocosos orientados al norte. Cuando los rayos solares inciden sobre las hojas, penetran en sus tejidos verdes donde están los orgánulos llamados cloroplastos que captan su energía lumínica y realizan la fotosíntesis de los nutrientes que necesita la planta. En las hojas normales los rayos solares que no son captados por los cloroplastos atraviesan las hojas y se pierden. Sin embargo en las hojas de la Lysimachia minoricensis estos rayos que se iban a perder se encuentran con la capa de células ricas en antocianos del envés y son reflejados como si de un espejo se tratase, de manera que pasan nuevamente por los tejidos verdes de la hoja y los cloroplastos los aprovechan para realizar una segunda fotosíntesis. Es una inteligente optimización del proceso.

Hoja de Lysimachia minoricensis vista a contraluz. Llama la atención la mayor concentración de antocianos en el nervio central y en las nerviaciones secundarias. Estas nerviaciones moradas se corresponden con las manchas blancas del haz de las hojas.

La oportuna recolección de semillas de Lysimachia minoricensis en 1926 por el prestigioso botánico ilerdense Pius Font i Quer (1888-1964) y su posterior siembra en el Jardín Botánico de Barcelona evitó que desapareciera para siempre de la faz de la Tierra. Su cultivo en la ciudad condal fue todo un éxito con germinaciones abundantes y supervivencia de numerosas plantas que florecían y fructificaban sin problemas año tras año. Durante la guerra civil española y los primeros años de la posguerra el jardín fue abandonado a su suerte. Cuando las condiciones políticas permitieron retomar el cuidado del jardín se la creyó extinguida por completo, pero milagrosamente al limpiar la maleza fue encontrada una pequeña población bajo unos arbustos. La alegría de los botánicos al comprobar su supervivencia les animó a mandar el máximo de semillas a otros jardines botánicos, para que no pudiera estar nunca más en peligro crítico de extinción. Actualmente se cultiva con éxito en numerosos jardines botánicos españoles como el de Sóller en Mallorca y extranjeros como los de Brest, Budapest, Coimbra y Copenhague. Se sabe también que sobrevive sin problemas en algunos jardines particulares.

Flores de Lysimachia minoricensis en mayo.

Se supone que se extinguió en la naturaleza entre el año 1926, fecha de la recolección de semillas por Pius Font i Quer y 1950, año en que se reanudaron las visitas de botánicos al Barranc de Sa Vall tras el paréntesis de la guerra civil. Tras nueve años buscándola, en 1959 los botánicos Pedro Montserrat, Antoni de Bolós y su hijo Oriol de Bolós constataron su desaparición en la única localidad conocida y la declararon extinta en la naturaleza.

Detalle de las flores que no necesitan ser polinizadas para producir semillas viables.

Desde que se la declaró extinguida han sido numerosos los intentos de reintroducirla en su hábitat natural. Se han hecho toda clase de experimentos, algunos con resultados sorprendentes. El primer intento consistió en dispersar miles de semillas en el Barranc de Sa Vall y otros barrancos cercanos con hábitats frescos y húmedos supuestamente adecuados, como el de Algendar y Trebaluger, con germinaciones abundantes y supervivencia de las plántulas hasta el verano, momento en que murieron todas aún regándolas, a excepción de dos localidades con tierras frescas, sueltas y profundas del Barranc d'Algendar, donde algunas plantas lograron superar el primer verano y al año siguiente florecieron y dieron abundantes semillas. Animados por el éxito se procedió a sembrar estas semillas que germinaron bien, pero sólo en una localidad lograron superar el primer año.

A finales de junio la Lysimachia minoricensis ya tiene los frutos formados, aunque todavía inmaduros. En la imagen se ven varias plantas adultas con sus largas infrutescencias y numerosas plantas jóvenes que florecerán la próxima primavera.

Frutos inmaduros de Lysimachia minoricensis a principios de verano.

En el año 1996 se hizo un experimento con la siembra de plantas adultas micorrizadas, las cuales arraigaron bien y crecieron vigorosas, llegando a florecer y fructificar en el primer año de sembradas. Sus semillas, sin embargo, germinaron en escaso número y las plántulas no sobrevivieron al primer verano a pesar de regarlas regularmente.

Detalle de los frutos en forma de cápsulas que contienen numerosas semillas negras de 1 milímetro. Una sola planta puede llegar a producir hasta 3300 semillas, siendo la media de 1100.

Dados los malos resultados de todos los intentos de reintroducción en los barrancos del sur de la isla con tierra calcárea donde se suponía que estaba su hábitat natural, se optó por sembrar plantas adultas cultivadas en maceta, procedentes de ejemplares obtenidos de plantas que habían logrado fructificar en los experimentos anteriores, en localidades del interior de la isla con tierra silícea, teóricamente más fresca y húmeda. Las plantas se desarrollaron muy vigorosas con hojas más grandes, inflorescencias largas y numerosas flores, superando sin problemas el verano. Sin embargo, a pesar de la abundante producción de semillas viables, todavía no se ha constatado ninguna germinación.

En enero los frutos de la Lysimachia minoricensis ya se han abierto y han dispersado las semillas.

En esta imagen se ven los frutos abiertos y vacíos. En el ápice de cada cápsula hay entre cinco y siete dientes dehiscentes, que se separan para permitir la dispersión de las semillas.

¿Está condenada la Lysimachia minoricensis a vivir para siempre en jardines botánicos?

¿Logrará algún día sobrevivir y reproducirse sin problemas en la naturaleza sin la ayuda del hombre?

¿Fue acaso el reducido número de individuos lo que la llevó a la extinción al ir disminuyendo su variabilidad genética?. Y si es así, ¿porqué se muestra tan hermosa, sana y vigorosa cuando es cultivada y perece o no se reproduce cuando es reintroducida en su medio natural? ¿Porqué en el Jardín Botánico de Sóller, situado en la vecina isla de Mallorca, la Lysimachia minoricensis se encuentra tan a gusto que se comporta casi como una plaga con miles de plantas que nacen solas y llegan a adultas sin problemas? 

¿Conseguirán los botánicos entender algún día el caprichoso comportamiento de esta planta que parece odiar su isla natal y en cambio vive feliz en hábitats tan diferentes al que se supone que está adaptada como son los jardines botánicos de Brest (Francia), Budapest (Hungría), Coimbra (Portugal) o Copenhague (Dinamarca)?



8 comentarios:

  1. Magnifico artículo Juan.
    Es increíble como la naturaleza se comporta.
    La Lysimachia minoricensis, se ve que lo tiene complicado en la naturaleza, puede que la mano del hombre que seguro a influido en su estado actual, consiga enmendar el futuro y no pase a ser otra de las múltiples especies extintas.

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  2. En el "garden center" de plantas autóctonas "Es Viver" del GOB, en Mahón, se cultivan con facilidad, y se venden al público, por un módico precio.

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  3. Ah ! me he olvidado de agradecer este magnífico "post" sobre la Lysimachia minoricensis, a su autor. Un ejemplo de agradable combinación de divulgación y amenidad. Enhorabuena al autor !!

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  4. http://www.elmundo.es/elmundo/2006/05/16/ciencia/1147771448.html

    Saludos desde Lima Peru

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  5. Gracias.
    La naturaleza es así de sorprendente y caprichosa. Quizá se olvidó de estrategia para sobrevivir.
    Bob dia

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